31 Oct La literatura erótica en español: el fenómeno dentro del fenómeno
Por Laura Ventura
“Mi rubia melena que a Dylan tanto le gusta cae sobre mis hombros y él rápidamente me la acaricia. Mimosa, busco su mano con la boca y se la beso con dulzura mientras noto mis latidos acelerados.” Lejos del narrador omnisciente de la literatura decimonónica, de la pluma encendida de Gustave Flaubert cuando escribía a Emma Bovary, la voz de la narrativa erótica contemporánea habla sin pudor sobre los deseos y fantasías de los lectores que construyen un fenómeno editorial de dimensión global. Sin ir más lejos, ayer, aún con el rayo de sol de la calurosa tarde, unas 500 personas hicieron fila en Barrio Norte para abrazar a la autora más exitosa del género en español, Megan Maxwell (ver aparte). Allí estaban Cecilia, una contadora de 53 años, y Cintia, de 21, futura maestra jardinera, las primeras “guerreras” -como se denominan las seguidoras de Maxwell- en lograr un autógrafo.
El erotismo y el deseo existen en la literatura desde sus orígenes, desde los versos de Safo y el Satiricon, pero nunca como en otros siglos ni culturas se advierte un boom de popularidad de los autores y ventas a nivel mundial como hoy. Superados los obstáculos de la censura -estas ficciones son rotuladas para mayores de 18 años-, hay un grupo de escritores que explora el género y que cosecha, más que lectores, fanáticos. ¿Quiénes leen estos textos? En su mayoría son mujeres, aunque también se estima que hay un 20% de hombres, y poco más se sabe. A las editoriales les cuesta segmentar con precisión el target en edad y en extracción social. En buena parte, porque aún existe cierto prurito de confesar que en la mesa de luz hay un libro erótico.
Sin lugar a dudas, quien reavivó la flama hace un par de años fue la trilogía de Cincuenta sombras de Grey (cuya adaptación cinematográfica llegará en febrero próximo), de la británica E.L. James -nótese que las grandes best sellers de los últimos tiempos, James y J.K. Rowling, utilizan iniciales en vez de su nombre femenino, síntoma del machismo que persiste entre algunos lectores-. Desde actrices porno, como Sacha Grey, la autora de La sociedad de Juliette (Sudamericana), hasta abogadas felizmente casadas, como J. Kenner, la escritora de Poséeme, Desátame y Ámame (Grijalbo), los perfiles de estas plumas son variados. Hay también un hombre que iza la bandera erótica, el canadiense Sylvain Renard, con la trilogía El éxtasis de Gabriel, El infierno de Gabriel y La redención de Gabriel.
Hay una notable diferencia entre la novela romántica y la erótica: en la primera, hay escenas de sexo, pero no son narradas de modo tan explícito. Entre las representantes argentinas del género rosa hay que nombrar a Florencia Bonelli, que lleva más de un millón de libros vendidos entre todos sus títulos y su reciente Jasy (Suma de libros) promedia los 30.000 ejemplares por semana. Además de Gloria Casañas, con títulos como En alas de la seducción o La maestra de la laguna (Sudamericana), que lleva vendidas más de 300.000 unidades.
ARDIENTES ADMIRADORES
Uno de los rasgos que identifican al género erótico es el fervor que genera entre sus lectores. Y las redes sociales tienen un rol clave para propagar el fenómeno. Se arman clubes de lectura y debate en páginas de Facebook y FanFictions: comunidades online de sagas de literatura en las que simpatizantes y autores se encuentran virtualmente.
Los tiempos cambiaron y a pocos lectores los ruboriza leer una novela erótica en el subte. Adriana, de 54 años, es abogada y cuenta que nunca tuvo ídolos, salvo Megan Maxwell. “Espero cada lanzamiento de sus libros y no me da vergüenza contarles a mis compañeros de trabajo la trama de estas novelas porque, para mí, son grandes historias de amor.”