14 Oct Déborah Warren: la chica de sonrisa franca
Por Pablo Gorlero
Será difícil olvidar la sonrisa de Déborah Warren, la eterna adolescente que llenaba de luz cualquier lugar al que acudía. En la madrugada de ayer, se conoció la noticia de su muerte, a través de las redes sociales, que inmediatamente estallaron en muestras de dolor. “Debbie”, tal como la llamaban cariñosamente en el medio artístico, desarrolló una extensa carrera artística tanto en la televisión, que le dio la popularidad, como en el cine y el teatro, además de desempeñarse como docente y directora teatral. Los últimos tiempos, sufrió una dura enfermedad que la obligó a estar alejada de su trabajo y de su gente.
Déborah comenzó su carrera muy joven y se afilió a la Asociación Argentina de Actores en 1978, precisamente el año en que debutó teatralmente con una obra que dejó huella: Aquí no podemos hacerlo, de Pepe Cibrián Campoy y Luis María Serra. Allí era la “gurrumina” de un elenco que integraban, entre otros, Edgardo Moreira, Ana María Cores, Graciela Pal, Sandra Mihanovich, Ricky Pashkus, Dalma Millevos, Enrique Quintanilla, Graciela García Caffi y Héctor Álvarez. Allí supo que tanto la actuación como el canto serían su camino a seguir. Estudió con Augusto Fernandes y se formó tanto en teatro clásico como en clown, canto, danza, guión, dirección y puesta en escena.
Durante su trayectoria de casi cuatro décadas realizó numerosos trabajos en teatro, ámbito en el que recibió premios y nominaciones por su labor. Entre esos trabajos pueden mencionarse Los días felices, Con olor a naftalina, Taxi, La verbena alborotada, Comedia negra, El diluvio que viene, Complejísima, La ex mujer de mi vida, Andy y Norman, El pintor, Corte fatal, Vivitos y coleando, Máquinas divinas, Boomerang, 101 dálmatas, Juegos de espejos, Kamikase, Andar sin pensamiento y Tres versiones de la vida, su último trabajo teatral, en 2008. En los últimos años dirigió las obras Marea roja, Entrevistas personales, A puerta cerrada y Locos de contento, entre otras. Pero aunque nunca cesó de trabajar sobre un escenario, es la televisión el ámbito que le brindó una gran popularidad y simpatía del público. Debutó en el ciclo Mañana puedo morir, de Canal 13, en 1979. Fue una figura recurrente en programas de comedia como El ciclo de Guillermo Bredeston y Nora Cárpena, Matrimonios y algo más, La pensión de la Porota y La comedia del domingo. Pero también formó parte de telenovelas exitosas y recordadas, como Lobo, El infiel, Un latido distinto, La extraña dama, Me caso con vos, Regalo del cielo, Déjate querer, La hermana mayor, 90-60-90 Modelos, Los herederos del poder, El sodero de mi vida, Los médicos de hoy, Franco Buenaventura y Casi ángeles. También realizó fuertes papeles en unitarios como Alta comedia, Zona de riesgo III: aguas podridas, Patear el tablero, Sin condena, Nueve lunas, Socios, ¡Hola, papi!, Verdad-consecuencia y Un cortado, entre muchos otros ciclos. Asimismo, fue directora artística y coach en el reality show musical Generación pop.
Las muestras de afecto tras su muerte se dieron principalmente entre sus pares (“no lo puedo creer” fue la frase más común) y, sobre todo, sus alumnos. Durante los últimos 20 años, Déborah afianzó su labor como docente y muchos profesionales de hoy se formaron con ella. Formó su propia compañía de teatro independiente, denominada Plenilunio, así como la escuela Academia Integral del Actor, y se dedicó al entrenamiento de intérpretes.
El cine la contó en films como Tesoro mío, Dibu 2: la venganza de Nasty y Policía corrupto.
Pero muchos también conocen a Déborah por su trabajo como cantante de pop-rock. Formó parte de varias bandas (es recordado el dúo que formó con Andrea Bonelli: BW) y grabó los discos Nieva en Buenos Aires, Tierra Maya y Ribirthing, entre otros.
LA NACION