David Cronenberg: “El negocio del cine es incestuoso”

David Cronenberg: “El negocio del cine es incestuoso”

Por Diego Batlle
Con una veintena de largometrajes en cuatro décadas de carrera, David Cronenberg se ha consolidado como uno de los directores más provocadores, audaces e inclasificables del panorama internacional, con películas que van desde los extremos del gore (profusión de sangre, vísceras y fluidos) hasta transposiciones de novelas de culto (Stephen King, J.G. Ballard, William S. Burroughs, Don DeLillo), pasando por la ciencia ficción distópica, mordaces miradas a la sociedad de consumo y verdaderos tratados psicológicos sobre los aspectos más ocultos y perversos del alma humana.
Si bien poco tienen que ver entre sí Almuerzo desnudo con Un método peligroso, Pacto de amor con Una historia violenta, La mosca con Cosmópolis o Videodrome: Cuerpos invadidos con Promesas del Este, quienes siguen y veneran al realizador canadiense son capaces de descubrir en un solo plano el sello inconfundible de un autor que podrá hacer mejores o peores películas, pero que siempre les escapa a la fórmula, a las convenciones y trata de no repetirse nunca. En mayo último, Cronenberg presentó en la Competencia Oficial del Festival de Cannes su más reciente trabajo, Maps to the Stars (aquí se llamará Polvo de estrellas), que le valió a la siempre notable Julianne Moore el premio a la mejor actriz.
Cronenberg se mueve por la Croisette con la soltura de un veterano y la modestia de un grande. Y no porque tenga ya 71 años, sino porque en el principal festival del mundo que se realiza en ese sofisticado balneario de la Costa Azul presentó media docena de películas (fue premiado en 1996 por Crash, extraños placeres y recibió la Carroza de Oro a la trayectoria en 2006) y hasta fue presidente del jurado oficial (todavía se recuerda la Palma de Oro que le dio en 1999 a Rosetta, de los por entonces casi ignotos hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne; y el Gran Premio del Jurado a L’Humanité, del revulsivo Bruno Dumont).
Los detractores de Cannes lo llaman con cierta sorna y no poco desprecio -como a otros favoritos del festival- “un abonado”, pero el director de Scanners y eXistenZ se mantiene fiel a un evento en el que puede estrenar una película frente a la prensa de todo el mundo, venderla al mejor postor frente a las decenas de compradores con billeteras cargadas que abundan en el Marché du Film y, de paso, terminar de financiar sus próximos proyectos. Cartón lleno.
En Polvo de estrellas -que llegará mañana a las salas locales-, Julianne Moore es el motor de la narración y se luce en el papel de una actriz neurótica y desesperada por conseguir papeles que ahora suelen obtener colegas bastante más jóvenes. Mia Wasikowska (como una chica inocente que llega a Los Ángeles y desatará el caos), Robert Pattinson (un conductor de limusinas con aspiraciones artísticas), John Cusack (un millonario y excéntrico gurú espiritual) y Evan Bird (un despótico astro de 13 años a lo Justin Bieber) son otros de los personajes que desfilan por esta comedia sin red, que incluye sexo, escatología, perversiones no exentas de crueldad, diálogos chocantes y hasta explosiones de violencia por demás explícitas. Espíritus impresionables y demasiado sensibles, abstenerse.
LA NACION estuvo presente en la presentación que Cronenberg hizo ante un puñado de periodistas acreditados para hablar de un proyecto que sorprendió a muchos, ya que se trata de una tragicomedia de estructura coral en la línea de Las reglas del juego, de Robert Altman, aunque con un patetismo que remite también al Todd Solondz de Felicidad.
-Si bien usted siempre tuvo una postura crítica y ácida sobre la industria del cine, ¿por qué ahora se interesó directamente por cuestionar a Hollywood?
-La película no es un ataque directo a Hollywood. Para mí, decir eso sería reducirla, ya que hay situaciones similares respecto de la búsqueda desesperada de éxito, poder y dinero en otros lugares, como Wall Street, Silicon Valley, la clase política de Washington o la industria automotriz. El proyecto surgió en los años 90, cuando el guionista Bruce Wagner era por entonces un aspirante a actor y chofer de limusinas (en la línea del personaje que hace Pattinson) y empezó a compilar sus desventuras en un guión. Es un retrato muy contundente sobre la ambición, la codicia y la desilusión, sobre la contracara de la fama y el lado oscuro de las celebridades y, como todo proyecto tan extremo, tardó más de 20 años en concretarse.
-El film ofrece una mirada panorámica de Los Ángeles, pero al mismo tiempo es un retrato familiar?
-Wagner ataca ferozmente a estos tiempos de cultura pop, sociedad de consumo, de tecnología omnipresente, pero son aspectos que en muchos casos yo también admiro y con los cuales me identifico. Pero es verdad: Polvo de estrellas es básicamente un retrato familiar, pero de unas personas que mordieron la manzana de Hollywood y que, por lo tanto, no podían ser un núcleo funcional normal. Lo más interesante que me entregó Wagner era la tensión entre la sátira y la realidad, ya que la historia va desde la exageración del cómic hasta aspectos muy creíbles, desde lo ligero y superficial hasta lo más denso y profundo.
-Otro aspecto curioso es que se trata de una película sobre Los Ángeles que casi no se rodó en esa ciudad.
-Es verdad. Por cuestiones financieras -a mí no me interesa de dónde proviene el dinero- mis películas deben filmarse en Canadá (sobre todo en Toronto) y en Europa. Como los productores canadienses aportaron buena parte de los 13 millones de dólares que costó la película decidimos rodar casi todo en Toronto y dejar sólo 5 días en Los Ángeles para algunas tomas en exteriores típicos de la ciudad. Fue la primera vez que trabajé en los Estados Unidos en toda mi carrera y debo decir que la experiencia fue muy divertida. De todas maneras, insisto, no pretendíamos concretar un tono naturalista ni ofrecer una mirada documentalista sobre Hollywood.
-¿Cómo definiría a Hollywood?
-El negocio del cine es incestuoso, no en un sentido literal, sino por la intensidad con que se maneja. Pero Hollywood y la cultura de las celebridades del tipo Paris Hilton o Lindsay Lohan son sólo el contexto, el trasfondo para la película, ya que el eje sigue siendo las relaciones familiares, que tienen un alcance universal.
-¿Cómo ha logrado sostener (y aumentar) la independencia para elegir temas casi siempre extremos y desarrollarlos con tanta libertad?
-La única forma que tengo de trabajar es con libertad absoluta. Nadie se mete en mis rodajes. Tomo las decisiones día por día y muchas veces en el propio lugar de la filmación. Actores como Robert Pattinson me dicen que no pueden creer que me maneje con tanto poder de decisión porque él está acostumbrado a producciones donde todo está cerrado y previsto con mucha antelación.
-Las actuaciones en Polvo de estrellas son en casi todos los casos desaforadas. ¿Cómo trabajó con los intérpretes en el desarrollo de sus personajes?
-Trabajamos en varias versiones del guión hasta 2011 y salimos a buscar el dinero y a los actores. Cuando ellos se sumaron, la historia creció mucho. Moore construyó un monstruo glorioso, sin vergüenza: es terrible y divertida a la vez. El de Wasikowska es un relato de iniciación, y Cusack no tuvo miedo de meterse en las profundidades más oscuras de su personaje y seguir siendo muy seductor. Verlos a ellos da risa, pero también? ¡mucho miedo!.
LA NACION