24 Oct “Cloud debe utilizarse buscando un negocio”
Por Esteban Lafuente
Una herramienta para potenciar acciones. Así definió Christian Klezl, vicepresidente de Cloud Solution Sales global de IBM, a la nube, la plataforma cuyo negocio global, estima la big blue, superará los u$s 200.000 millones en 2020. El ejecutivo recibió a IT Business durante su visita a Buenos Aires y aseguró que cloud dejó de ser un nicho para profesionales de IT al convertirse en un recurso adoptado por distintas áreas dentro de las compañías, y hasta por startups. “Tiene que usarse buscando un objetivo de negocio. Es una plataforma para la innovación y la transformación, pero no se justifica su inversión para implementarla porque sí”, señala.
¿Qué impulsa su adopción?
Reducir costos es una motivación importante, pero no la única. Muchos clientes buscan qué valor agregado pueden sumar, incrementando la eficiencia en sus procesos, o cómo tener mayor engagement con sus consumidores a través de la nube. Para la industria del entretenimiento, los videojuegos y las apps para dispositivos móviles, cloud es una plataforma que ayuda a que las empresas nazcan. Dentro del portfolio de IBM, en términos de transacciones vinculadas con la nube, un tercio son negocios creados en cloud. Muchas pertenecen a las categorías de juegos, turismo, servicios financieros o gestión de transporte.
¿Cuán maduro está el uso de la nube en la Argentina?
El escenario es consistente con el mundo. Está madurando y comenzando una transición. Pasamos de una etapa más educacional, que requería de nuestra parte una conversación más académica acerca de cloud y sus utilidades, a un enfoque orientado a los usos concretos. Nuestros clientes preguntan cómo usar cloud para obtener un diferencial. Otra diferencia es que las personas con las que hablamos son distintas.
¿En qué sentido?
Hace cinco años, era gente de IT: el CIO, el encargado de los data centers o personas que hacen el mantenimiento de la infraestructura de una organización. Hoy, ese grupo sigue siendo importante. Se preocupa por la escala, el acceso o la seguridad. Pero, también, nos vinculamos con los desarrolladores, gente cuyo foco principal es la velocidad de acceso. Para ellos, cloud es un tema de velocidad. Un tercer grupo, el de crecimiento más acelerado, es el de los responsables de negocio, ventas o de marketing, los CFOs. A ellos no les preocupa el asunto de IT sino tener el mejor software. Compran cloud y lo incorporan, incluso sin que la gente de IT esté al tanto.
¿Qué expectativas tiene en cuanto a su desarrollo?
Nos apoyamos en investigaciones que marcan que entre el 60% y 70 % de las aplicaciones desarrolladas son creadas en la nube y que, para 2017, el 50% del software del mundo estará disponible en cloud. Si tomamos la definición de cloud como un servicio de acceso remoto y flexible a información 24-7, no creo que exista una firma que no lo use o piense hacerlo. El problema se da cuando se introduce la nube como plataforma solo por el hecho de tenerla. Tiene que usarse con un motivo de negocio. La nube es una plataforma para la innovación y la transformación. Pero de por sí no se justifica su inversión.
¿Hay preocupación entre las firmas por temas de seguridad?
Sí. La preocupación no se va a ir, pero, la seguridad, el cuidado de la privacidad de los datos y el cibercrimen no son nuevos. Cloud se volvió tan visible que hay más puntos de vulnerabilidad y exposición, pero el hacking existe hace más de 40 años. En IBM, nos defendemos de billones de ataques. El tema es que la seguridad también tiene su precio y requiere una inversión si está hecha profesionalmente.
¿Y cómo es la situación con el uso de la nube?
El 90% del tiempo estamos usando la nube aunque no seamos conscientes. Compartir las herramientas permite acceder a los clientes con mayor nivel de seguridad. Un cliente, solo, no podría afrontar los costos de ese nivel de seguridad en un sistema tradicional. Pero en la nube es posible compartir los costos. No hay que tomar a la ligera el asunto de la seguridad pero tampoco debe alejar a la gente del uso de cloud.
LA NACION