Tras un duro golpe quedó la sensación de última función

Tras un duro golpe quedó la sensación de última función

Por Juan Manuel Trenado
Algún día se tenía que terminar. Fueron tantos los años sosteniéndose en el primerísimo nivel que es lógico que se busquen explicaciones, que se intente identificar si acá se terminó la Generación Dorada o si en realidad ya se había terminado uno, dos o tres años atrás. No es una ruptura, tampoco una sorpresa. Son procesos. Aunque en los hechos, desde los resultados, nunca había sido tan real como ahora. La Argentina no estará entre los primeros cinco de un torneo internacional por primera vez desde 1998 y ese es suficiente motivo para sentir que es el final de una era.
Duele. Porque ver a Prigioni, a Nocioni y a Scola yéndose perdedores no es justo. Porque no lo son. No deberían serlo jamás. Duele. Porque es Brasil el que le pone punto final a ese recorrido maravilloso. Duele. Porque es lógico sentir nostalgia tras tanta gloria. Duele. Porque es imposible que el futuro inmediato vuelva a llevamos cerca del lugar del que venimos.
En un recorrido de paciencia infinita por la zona mixta, conferencia de prensa en inglés y una segunda conferencia de prensa exclusiva para los periodistas argentinos, Luis Scola eludió las preguntas sobre el partido, sobre los balances. “No es momento, estoy muy triste ahora, no lo voy a hacer. Sí tengo la mente clara para felicitar a Brasil que es mejor que nosotros y nos ganó muy bien”, repitió varias veces. Sin llegar a contestar mal, pero sí dejando ver su fastidio, invirtió el rol de entrevistado y entrevistador con un periodista que lo consultó en inglés sobre el final de la Generación Dorada. “¿De qué equipo me estás hablando? Manu no está acá. Oberto no está acá. Montecchia no está acá. Carlitos Delfino no está acá. Decime: ¿En qué momento exactamente empezó o terminó ese equipo?”
Más tarde, en español, volvió sobre la idea. “Entiendo que la pregunta es válida, tienen derecho a hacerla. Yo no debería irritarme. Pero llega un momento en el que es irritante. De Indianápolis 2002 a ahora, ¿cuántos jugadores quedaron? ¿Y de Atenas 2004 hasta ahora? Ya podríamos cortarla. No hay más Generación Dorada. No hay más despedida. No hay más último partido. Nunca lo hubo y nunca lo va a haber. Algunos se van a ir y otros van a venir. Llegará un día en el que se vaya el último de los que jugó en Indianápolis. Pero después va a ser el último de Atenas, y después el de 2006. Esa pregunta se terminó hace bastante tiempo”.
La convincente explicación de Scola no servirá, sin embargo, para decretar el cierre de una etapa. Así se recordará España 2014 y cualquier intento por decir lo contrario será insuficiente. Este Mundial se recordará por la derrota en octavos, por el día que terminó la paternidad sobre Brasil e incluso por el quiebre institucional. Para el básquetbol argentino es el fin de una era también desde lo dirigencial.
Mencionar ese punto en este momento no es antojadizo. Los que le pusieron punto final a la conducción de la CABB, actualmente intervenida, fueron los jugadores. Aunque no afectó el resultado, porque el equipo es éste y hasta aquí debía llegar, los referentes del plantel se involucraron en el conflicto para denunciar la crisis y presionaron para que se vaya toda la comisión directiva que conducía el básquetbol argentino. Todo esto ocurrió mientras se preparaban para este torneo. Es más, se señaló que si no renunciaban todos, no irían al Mundial. Forzaron políticamente la intervención, que quedó a cargo de Federico Susbielles.
A partir de esa realidad, hay dos líneas de razonamiento que pueden seguirse. La primera es que la historia y el peso de estos jugadores es tan grande que ya no permitirán que ningún dirigente que llegue -una vez terminada de esta etapa de transición- pueda elegir un camino distinto al que ellos quieren. La segunda es que muy posiblemente algunos de los integrantes de la Generación Dorada, una vez retirados, se metan de lleno en la vida política de este deporte. Si así lo quieren, lo merecen. Se lo ganaron. Conociendo su compromiso y sus valores, si eso sirve para darle un nuevo rumbo al básquetbol argentino, de alguna manera esta derrota en la cancha puede convertirse en una victoria afuera.
Desde lo deportivo, claro, todo será más difícil. No es probable que surjan talentos como los de Pepe Sánchez, Prigioni, Ginóbili, Delfino, Scola, Oberto y tantos otros.
Acá empieza otro proceso o continúa uno que ya comenzó. El de la reconstrucción. Con varios jóvenes como Campazzo, Laprovittola, Delía y Bortolin, que al menos se dieron el gusto de acompañar y aprender de algunos de los integrantes del seleccionado más ganador de la historia del deporte argentino. No va a ser fácil. Pero reciben buenos cimientos.
LA NACION