23 Sep Tras evitar la crisis puntocom, Buffett triplica su ganancia con tecnología del siglo XIX
Por Martín Burbridge
La mediocridad para algunos es normal / la locura es poder ver más allá. Si el gran Charly García está en lo cierto, entonces a Warren Buffett no le cabe otra que vivir sus últimos días en un asilo de dementes. Porque difícilmente un cuerdo hubiera podido vislumbrar lo que olfateó el célebre gurú financiero hace tan sólo cinco años atrás: que el ferrocarril, un invento del siglo XIX que había entrado en decadencia en EEUU hacía ya varias décadas (similar a lo que sucedió en la Argentina), viviera una nueva era de prosperidad y por lo tanto fuera un buen negocio invertir en el sector.
Pero los locos (o los genios, como se los prefiera ver) tienen esa ventaja sobre el resto y es la capacidad de anticipar lo que está por llegar. Y en este caso, en el año 2009, en plena crisis subprime y con la economía estadounidense derrumbándose como nunca antes en los últimos 80 años, el fondo Berkshire Hathaway (que preside Buffett) decidió adquirir la compañía Burlington Northern Santa Fe (BNSF), con la segunda red ferroviaria más extensa de EEUU (51.000 km. de vías), por la friolera de u$s34.000 millones.
Como no podía ser de otra manera, cuando se anunció la compra de la BNSF, en plena debacle subprime, muchos criticaron el sentido de tal inversión, porque hacía rato que el ferrocarril había perdido la competencia contra el camión (para el transporte de cargas) y contra el avión y el ómnibus (para los pasajeros). Por la extensión de EEUU y la baja densidad de población (una situación similar a la de la Argentina), el costo de mantener una red ferroviaria tan amplia era muy elevado y poco competitivo. Además, con la economía desacelerándose rápidamente, menos sentido tenía controlar una compañía de transporte de cargas tan grande.
Pero una vez superada la sorpresa inicial por la adquisición de la BNSF, más y más analistas empezaron a preguntarse qué estaba viendo Buffett que otros no discernían. Porque hace rato que el Oráculo de Omaha (como se lo conoce por la ciudad donde nació y donde celebra anualmente la junta de accionistas de su fondo de inversión) marca la agenda inversora internacional.
De hecho, Bill Gates (fundador de Microsoft y otro que, junto con Buffett, comparte el podio de las mayores fortunas del mundo) anunció dos años después, en 2011, la compra de la mayoría de las acciones de Canadian National Railway (CN), la compañía ferroviaria más importante de Canadá.
Con la inversión en ferrocarriles, no era la primera vez que Buffett agarraba a todos a contrapierna. Cuando a fines de los 90 se dio el boom de las empresas punto com y la consecuente fiebre inversora, el célebre gurú anunció que no iba a participar de ella porque no podía entender cuál era su modelo de negocios.
A pesar de las críticas que recibió de parte de muchos analistas e incluso de los propios accionistas de Berkshire Hathaway, que veían cómo se perdían de ganar con las fabulosas subas de las acciones tecnológicas, el tiempo le dio la razón cuando en 2000 estalló la burbuja especulativa y finalmente quebraron decenas de empresas del sector. Fue en ese momento que Buffett se convirtió en leyenda y pocos se animaron a discutirle sus decisiones de inversión.
El shale rescata al tren
Hoy, nuevamente, el gurú demuestra que sigue entendiendo la dinámica de la economía mucho mejor que la mayoría de los inversores.
Porque nadie previó en EEUU el enorme impacto que iba a tener en el corto plazo el desarrollo de la extracción de petróleo de la roca de manera no convencional (conocido como shale oil).
Iniciada en 2007, esta revolución energética está convirtiendo al país en uno de los principales productores del mundo (cuando históricamente era el mayor importador de hidrocaburos), con una producción que alcanza los 8,5 millones de barriles por día (para tener una idea del potencial que hoy existe en la Argentina, en el área no convencional de Vaca Muerta, en Neuquén, YPF extrae unos 23.000 barriles diarios, de acuerdo con los resultados publicados por la compañía para el segundo trimestre de 2014).
El problema para las petroleras estadounidenses es que hoy no existe una red de oleoductos tan extensa que permita transportar los hidrocarburos hasta las refinerías ubicadas cerca de los puertos en las costas marítimas del país.
Según la asociación que nuclea a las compañías propietarias de oleoductos (la INGAA), hacen falta 20 años para desarrollar una red acorde con las necesidades de la producción actual y futura, prevista en unos 10 millones de barriles diarios (lo mismo que hoy extrae Arabia Saudita de su subsuelo).
Es así que el shale rescató al tren del ostracismo, algo que vio Buffett antes que el resto. La BNSF transporta hoy unos 600.000 barriles diarios, un volumen 11 veces superior al de 2009 cuando fue adquirida. Como la compañía es privada (es decir que no cotiza en bolsa), no se conoce su valor real.
Pero los analistas estiman que hoy debe valer unos u$s100.000 millones, el triple de lo que se pagó hace cinco años atrás.
Y con un precio del gasoil en baja (combustible que usan las locomotoras), la ganancia neta creció casi un 90% desde que Buffett tomó las riendas de la empresa. Algo que deja pensativo respecto de lo que puede llegar a suceder con los ferrocarriles argentinos el día que se den las condiciones para impulsar, de manera definitiva, la extracción en Vaca Muerta y en otras áreas no convencionales.
Gustavo Cerati, otro grande, genio y loco que acaba de fallecer, cantaba Te encontré en un tren / dejando atrás toda la locura / Nos miramos bien / Buscando nuestro punto de fuga. Seguramente, Buffett preferiría decir Buscando nuestro retorno sobre la inversión.
EL CRONISTA