08 Sep Nicanor Parra: el hombre que vivió para honrar la poesía escribiendo antipoemas
Por Natalia Páez
Advertencia al lector. El autor no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos. Aunque le pese el lector tendrá que darse siempre por satisfecho”. Así comienza uno de los escritos de Poemas y antipoemas (1954) de Nicanor Parra. Don Nica, poeta, físico, matemático, del clan de los Parra, hermano mayor de Violeta, el 5 de septiembre cumplió cien años y hace 80 que escribe. Para homenajearlo –paradójicamente a él, que es un hombre que detesta las celebraciones– el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes de Chile organizó distintas actividades. El viernes al mediodía en todo su país distintas personalidades leyeron a la misma hora el poema “El hombre imaginario” en diferentes ciudades y pueblos. Así, resonaron sus letras al unísono por un rato. La actividad se tituló: Parrafraseo nacional. Por la noche, en la Plaza de la Constitución, frente a La Moneda, su nieto Ugarte Parra, Tololo, dio un concierto de piano que mezcló con registros de audio del abuelo Nicanor. Santiago, sobre todo, está lleno de homenajes. Uno de los edificios históricos más importantes, la casa central de la Universidad de Chile, luce desde hace unos días un lienzo que rescata una de sus citas: “No deje de ser nunca lo que es, una pulga en el oído del minotauro”. Mientras tanto, en su casa de Isla Negra (sí, vecino de Pablo Neruda), el antipoeta tuvo su festejo íntimo. Siempre fue parco a los eventos multitudinarios y detesta las entrevistas periodísticas. Una de las últimas veces que participó de una actividad fue en julio, en la inauguración de una muestra en un local de San Antonio. Dicen que entonces bailó una cueca, pero prohibió que le hicieran fotos.
En el prólogo a sus Obras Completas, publicadas por Galaxia Gutenberg, Harold Bloom escribe: “Como crítico literario gnóstico, judío y norteamericano no estoy muy convencido de entender del todo a Nicanor Parra. Pero creo firmemente que, si el poeta más poderoso que hasta ahora ha dado el Nuevo Mundo sigue siendo Walt Whitman, Parra se le une como un poeta esencial de las Tierras del Crepúsculo.”
El poeta nació el 5 de septiembre de 1914 en una familia de clase media, en San Fabián de Alico, cerca de Chillán. Creció en un ambiente artístico ya que su padre, también llamado Nicanor, era maestro de escuela primaria y músico, y su madre, Rosa Clara Sandoval Navarrete, tejedora y modista de origen campesino. De ella sacaron Nicanor y Violeta el amor por cantar canciones folklóricas.
En septiembre de 2010, días después de cumplir 96 años, comenzó una huelga de hambre en apoyo a los comuneros mapuches que ayunaban. El 1 de diciembre de 2011 le otorgaron el Premio Cervantes. Fue a recibirlo su nieto Cristóbal Ugarte.
Al año siguiente, en 2012 recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, elegido de manera unánime, según expresó el jurado: “Por su gran trayectoria, por su aporte al enriquecimiento del lenguaje poético latinoamericano, por su humor, su ironía, su mirada infatigablemente crítica y por la extraordinaria diversidad de sus búsquedas como antipoeta, poeta visual y traductor.” Al enterarse, Parra dijo: “No es la primera vez que me dan un premio que no merezco y espero que no sea la última (…) Me querellaré contra quienes resulten responsables.”
¿Por qué leer a Nicanor Parra? Se pregunta el poeta británico Niall Binns. Y escribe: “Son pocos los escritores capaces de suscitar un entusiasmo y una indignación tan extremos como los que han acompañado durante décadas a Nicanor Parra. Quizá sea normal. Una poesía que se autodenomina antipoesía lleva la provocación y el afán de incomodar en su misma raíz. Ahora bien, después de un siglo de oleadas sucesivas de iconoclastia, sabemos demasiado bien que la provocación en sí no es un valor, o que es –en el mejor de los casos– un valor de un instante. No está de más, por tanto, preguntarse por qué leer a Nicanor Parra. Para empezar, corresponde decir que Nicanor Parra es la figura más importante en la historia de la poesía hispanoamericana contemporánea. Este no es, aunque lo parezca, un simple juicio de valor, ni es una más de esas hipérboles que decoran los prólogos y contraportadas al uso. Basta hojear cualquier manual o historia de la literatura para saber que la publicación en 1954 de Poemas y antipoemas cambió el rumbo de la poesía en Hispanoamérica. Hay un antes y un después de Parra, a tal punto que en el ámbito entero de la lengua sólo la poesía española –aislada bajo Franco y aferrada a una tradición a menudo enriquecedora, pero que otras veces esclerotiza– ha permanecido inmune a las propuestas antipoéticas de quien, a juicio del uruguayo Eduardo Milán, viene a ser el gran poeta realmente revolucionario que existe en la poesía latinoamericana.”
El poeta hace una advertencia: “Yo no permito que nadie me diga/que no comprende los antipoemas/Todos deben reír a carcajadas./Para eso merompo la cabeza/Para llegar al alma del lector./Déjense de preguntas./En el lecho de muerte/Cada uno se rasca con sus uñas./Además una cosa:/Yo no tengo ningún inconveniente/En meterme en camisa de once varas.”
TIEMPO ARGENTINO