21 Sep Martí Perarnau:”Pep tiene de sí mismo el concepto de que no posee demasiado talento”
Por Claudio Mauri
Martí Perarnau tuvo la primicia a mediados de 2013 de que Bayern Munich iba a contratar a Thiago Alcántara . Lo supo de boca de Pep Guardiola cuando nadie más tenía conocimiento. De haberlo hecho público, habría quedado como un periodista con acceso a información privilegiada, pero habría abortado el trabajo de campo más extenso que tenía por delante: compartir 200 días con el entrenador catalán y el plantel alemán para reflejarlo en su reciente libro, Herr Pep.
“Con toda sinceridad, en aquel momento no me di cuenta. Era tal la sensación de vértigo que me impedía percibir las cosas con frialdad. Al cabo de unos meses, pues sí, me di cuenta de que la información de Thiago, como lo de «te dejo entrar, pero no salgas y cuentes afuera la formación del equipo o lo que practicamos», era una forma de ponerme a prueba, ver si defraudaba la confianza que él había puesto en mí. Hizo bien Pep en ponerme a prueba”, comenta desde Barcelona en conversación telefónica el periodista y escritor Perarnau, ex atleta olímpico en Moscú 1980 y récordman español en salto en alto.
-Más allá de que fue un trabajo, ¿es consciente de que ocupó un lugar de observación con el que soñaría mucha gente del fútbol?
-Sí, sin duda, muy consciente. Quizá no al principio. Fui tomando conciencia a medida que pasaban las semanas y vas viendo la realidad de lo que ocurre. En las primeras semanas, durante la pretemporada en Italia, sólo había entrenamientos y lo veía de manera más natural. Con el paso de las semanas me di cuenta de que estaba ante una oportunidad histórica, única, sobre todo por tratarse de Guardiola y de Bayern Munich. Intenté ser más discreto de lo que acostumbro. Pasar lo más inadvertido posible y no molestar a los protagonistas.
-Tras casi un año de convivencia, ¿usted terminó tan convencido como la mayoría de los futbolistas de lo bueno que es Pep?
(Piensa unos segundos) -Sí. Yo conocía a Pep sólo desde el exterior. Personalmente sólo había tenido contacto con él hace cuatro años por un libro. Me atendió muy bien, fue muy amable, pero no tuvimos más relación. Desde entonces, mi visión fue la de alguien más que lo mira desde afuera. Cuando ya estuve adentro mi percepción fue que tiene tanto talento como yo creía, pero que es más trabajador de lo que yo pensaba. Creo que Pep tiene de sí mismo el concepto de que no posee demasiado talento. Me parece que es el rasgo habitual de la gente que tiene mucho talento. Esa sensación él la quiere compensar con mucho trabajo. Cuando digo mucho no sólo hablo de cantidad de horas, sino de calidad, de los pequeños detalles que componen un equipo.
-¿El Pep que usted termina describiendo es muy distinto del de la imagen que tenía de él?
-No, es prácticamente similar. Y eso sí es algo que me sorprendió. Yo esperaba un Pep público y un Pep privado, donde hubiera diferencias notables. En un año no percibí esas diferencias. Me ha hecho reflexionar en el sentido de que eso puede ser un defecto en él. El enfrentrarse a la gran presión que sufre un entrenador de elite sin una especie de coraza que lo proteja de esa presión. Él no la tiene, se presenta al público tal cual. Él es como ustedes lo vieron en las charlas que dio hace unos meses en el Luna Park. Cuando se rasca la cabeza y uno lo ve dudando, pues en privado es exactamente igual. Se comporta, habla, actúa y sufre igual. Yo tengo una impresión, es sólo una opinión, de que eso es más un defecto que una virtud por la presión que debe soportar.
-Como jefe de grupo, ¿cuál es el rasgo que más destaca de él?
-Diría la proximidad emocional con sus hombres. El cariño, que podríamos llamarle pasión, amor entre comillas, por su gente. Que no siempre se expresa del mismo modo. No se expresa igual con Ribery que con Robben. No sé si recuerda el gol por la Supercopa de Europa frente a Chelsea, cuando Ribery y Pep se abrazan, se agarran del cuello, es un cariño… cómo explicarlo… sanguíneo, casi brutal. Con ese mismo gol, en el caso de Robben , se dan un abrazo diferente, aunque tenga la misma intensidad. Percibí que en función de cómo es el jugador y las relaciones emocionales que estableció con el entrenador, Pep se relaciona con mucha pasión con todos ellos, pero atendiendo a la particularidad de cada uno. Por ejemplo, a Thomas Müller le dirá las cosas, las buenas o las malas, de una manera que a Philip Lahm no se las dirá jamás. Son dos mundos diferentes en cuanto a emoción y expresión gestual.
-¿Qué concepto de Guardiola se iban formando los futbolistas?
-Fue cambiando. El escritor alemán Ronald Reng vivió durante 10 años en Barcelona y conoció bastante el trabajo de Pep. Ya de vuelta en Alemania explica que lo que más le sorprendió fue ver a los jugadores del Bayern ponerse a las órdenes de Pep después de ganarlo todo durante la temporada, de recibir los máximos elogios. En vez de encontrarse con futbolistas satisfechos, que dijeran y “ahora éste qué nos va a enseñar”, se encontró con alumnos hambrientos de nuevos conocimientos y asignaturas. Durante el año noté un cambio muy radical en los jugadores. Se pasó de unos primeros meses de veneración por el entrenador que llegaba a una etapa en la que lo sentían ya como su entrenador. Si alguien criticaba a Guardiola, a los jugadores les molestaba; en las derrotas se unían a él más que en las victorias. De esa veneración un tanto distante se pasó a una relación muy estrecha. Estuve en el comienzo de la Bundesliga hace tres semanas y asistí a varios momentos y escenas que hace un año eran imposibles. Pep dejó de ser el gran superhéroe que llegaba a Munich para ser el entrenador de los jugadores, y que nadie lo toque. Es algo mucho más de corazón, pasional.
-¿En qué jugadores se apoyó más?
-Hubo dos jugadores, Javi Martínez y Schweinsteiger , en los que no pudo apoyarse a causa de las lesiones. Su estructura, lo que decimos la prolongación del entrenador dentro del campo, se apoyó en Neuer, el capitán Lahm, que para él es el cerebro del equipo, Toni Kroos, Thiago Alcántara y Robben.
-Cuando Pep se fue de Barcelona después de cuatro años dijo que se sentía vacío, sin fuerzas para seguir. ¿Cuánta energía le vio quemar en esta primera temporada en Bayern?
-Muchísima, muchísima… Día a día vive un gran desgaste, gane o pierda. Cuando uno ve eso se da cuenta de que él no puede estar 27 años en un equipo, como Alex Ferguson en Manchester United. Es físicamente imposible. Dentro de un tiempo le escucharemos decir “amigos del Bayern, me he desgastado, me he vaciado, y hasta aquí he llegado”. No sé si esto ocurrirá dentro de dos o tres años. Creo que ni él lo sabe. Después de un año de descanso, en su primer día en Bayern se le veía una frescura que no se parecía en nada a sus últimos tiempos en Barcelona. Al cabo de un año empezó de vuelta a desgastarse.
-¿Cree que deportivamentre esta segunda temporada será mejor que la primera?
-La primera fue buena, pero no todo lo satisfactoria que él hubiera querido, básicamente por la amplitud de la derrota ante Real Madrid (semifinales de la Liga de Campeones). Igual, cuatro títulos en un año es un buen balance. Para esta segunda temporada creo que la situación se ha normalizado, humanizado. Eso a Pep le gusta, lo estimula. Ya no es el superhéroe Guardiola llegando al tricampeón Bayern. Ahora es Guardiola entrenando al campeón de la Bundesliga . Igual, el objetivo siempre es ganar todo.
-¿El momento de mayor autocrítica que le vio fue cuando dijo “la cagué”, en referencia al planteo frente al Real Madrid?
-Bueno, no lo vi más autocrítico que otros días en los que ganó. Es un rasgo muy suyo ser autocrítico. Lo es también en las victorias. A veces uno le dice “qué bien Pep, ganaste 5 a 0”, y él te responde “menuda castaña de partido hemos jugado”. Y empieza a desgranar lo que él cree que se hizo mal. Ese día con Real Madrid asumió toda la culpa.
-Usted dijo que probablemente haya sufrido el síndrome de Estocolmo durante la convivencia con Guardiola. ¿Hay que ser Ibrahimovic para no quedar atrapado por el magnetismo de Pep?
-Bueno, no sé si fue un problema de magnetismo el de Ibrahimovic . Fue un problema de ego personal frente a Leo Messi, que era quien en el equipo ocupaba el puesto que el sueco pretendía. Como Ibrahimovic no podía disparar contra Leo porque es el mejor del mundo, disparó contra quien toma la decisión de armar el equipo. Dicho esto, es verdad, Pep es muy fascinante, tanto en lo bueno como en lo malo. Advertí que podía exponerme al síndrome de Estocolmo. Hice muchos esfuerzos para buscar gente, no para que hablara mal de él, si no para que diera otros puntos de vista.
-¿Con qué se desconecta Pep del fútbol en Munich?
-Pep es fútbol y familia. Incluso en el estadio. Después del partido, atiende a la prensa, sube al restaurante de jugadores y lo primero son su esposa y tres hijos, quienes lo acompañan siempre, haya sol o nieve.
-Alguna anécdota que le haya quedado fuera del libro.
-Detalles, como que Toni Kroos es el único que se entrenaba con pantalones cortos en un día de 7 grados bajo cero, nevando, con un frío de muerte. Con respecto a Pep, más que anécdota, lo que siempre ocurre después de cada partido, luego de un rato de euforia si se ganó o de crítica si se perdió, es el momento en el que él se queda invariablamente muy serio, callado. Un aspecto un poco triste. Cuando uno le pregunta qué le pasa, Pep siempre sale con que “hemos hecho mal esto o lo otro”. Ese descontento ya lo está procesando para hacer la corrección en la práctica del día siguiente. Gane o pierda, eso es invariable.
-Mala actividad el fútbol para alcanzar la perfección, ¿no?
-Sí, muy mala. Por eso Pep es un eterno insatisfecho. Siempre lo será. No puede haber un partido redondo. Bayern Munich lo estaba haciendo en la temporada pasada contra el Manchester City por la Liga de Campeones, en la fase de grupos. En el minuto 80 se atontaron un poco, expulsaron a Boateng… Uff, para Pep eso fue terrible.
LA NACION