Las interminables Islas Vírgenes Británicas

Las interminables Islas Vírgenes Británicas

Por Tomás Natiello
Si se buscan paquetes online, si se consulta en la agencia de viajes o si se leen las revistas de turismo es muy probable que las Islas Vírgenes no aparezcan entre los sitios más mencionados. Sin embargo, todos los días llegan a esta miríada de islas toda una cantidad de barcos, aviones y hasta yates privados provenientes de Puerto Rico que queda, literalmente, a un paso. Así y todo, las Islas Vírgenes Británicas se mantienen en ese estado de naturaleza inmaculada porque no es tan sencillo llegar hasta ellas. Desde Miami, el hub por excelencia para todo el Caribe, hacen falta u$s 800 y unas cuatro horas de vuelo, contando una escala obligada en San Juan de Puerto Rico.
¿Vale la pena llegar hasta allí cuando hay otras islas a solo una hora de Florida? La respuesta es sí. Aquí no hay resorts como los de Bahamas, ni grandes casinos, pero sí más de 20 parques nacionales y más barcos de alquiler que en cualquier otro sitio de este tamaño. Porque todo está desparramado en unas 60 islas alrededor del canal de Drake, donde sobresalen Tortola (la principal), Virgin Gorda, Jost Van Dyke y Anegada.
Virgin Gorda: famosa por sus bellezas naturales que se exhiben desde las playas desiertas como Savannah Bay, Long Bay, Mountain Trunk o Pond Bay hasta la estrella indiscutible de la isla: The Baths. Es una formación natural de origen desconocido y antigüedad solo medible en tiempos geológicos compuesta por enormes rocas graníticas que se combinan con playas de arena clara y aguas que todo lo surcan. En algunos sectores esto deriva en arroyos misteriosos que cruzan cavernas; o piscinas naturales rodeadas de pequeñas playas.
Jost Van Dyke: es una isla aún más pequeña que sus vecinas, pero se distingue por otra cosa: visitarla es viajar a un Caribe perdido en el tiempo. Playas sin construcciones, minúsculas bahías donde atracar un bote y pasar el día y la presencia de lugareños amables son allí la norma.
Anegada: es una isla baja que se ubica en un rincón solitario del norte de las Vírgenes, junto a la tercera barrera de coral más larga del mundo, la Horse Shoe, que motivó más de 200 naufragios. Es una meca para buceadores.
Norman Island: es el lugar en el que se inspiró Robert Louis Stevenson para escribir su Isla del Tesoro. Sus cuevas son legendarias, tanto como los indios, una formación de cuatro rocas que se elevan 15 metros sobre el mar.
Peter Island: alberga a la que se considera como la playa más romántica de las Islas Vírgenes: Dead Man’s Bay, la bahía del hombre muerto. El sitio seduce con su acceso casi imposible, salvo cuando se llega navegando.
Coast of Salt Island: uno de los puntos de buceo más famosos del Caribe gracias a que fue allí donde tuvo lugar el naufragio del Rhone, un mítico vapor con casco de acero que se hundió al cruzarse con el Gran Huracán de 1867. Su mundo submarino es tan atractivo como el terrestre.

Otras atracciones
Otro de los atractivos con más adeptos es la pesca de alta mar. De hecho, en las Vírgenes se registró el récord mundial de peso (590 kilos) de un pez vela, pero aún si uno se ve intimidado por semejante monstruo, la región es perfecta para la pesca en alta mar y en manglares costeros. Atunes, peces vela o lisas aparecen entre las especies que es posible encontrar con la guía de especialistas locales.
Y si de mar se trata, es bueno saber que el conjunto de las Islas Vírgenes se autoproclama “capital mundial de la navegación”, ya que son bendecidas por vientos constantes y favorables para este deporte. Hay disponibles más de 700 embarcaciones para alquilar sin tripulación, además de los botes en los que se contratan excursiones que terminan siendo los mejores vehículos para moverse entre las diferentes islas.
Cuando de alojamiento se trata, algunos pequeños hoteles de gran nivel pueden encontrarse en Virgin Gorda. Little Dix Bay o Biras Creek Resort forman parte de un grupo llamado FiveStar Alliance. A simple vista no son cinco estrellas, sino elegantes y acogedores hoteles de playa, en los que el lujo no se expresa en la cantidad de mármol de los baños sino en el nivel de los servicios; en detalles como los circuitos de trekking que surcan una reserva natural propia; o en los kayaks y veleros disponibles para los huéspedes.
Paralelamente, hay alojamientos exclusivos en algunas pequeñas porciones de tierra que se han convertido en refugios para ricos y famosos.
EL CRONISTA