13 Sep Joyería religiosa
Por Flavia Fernández
Medallas con santos y vírgenes existen desde siempre, pero ahora algo nuevo está sucediendo. Cavalli las sube a pasarela como un accesorio más. Otros como Jean Paul Gaultier, Christian Lacroix, Ed Hardy, Mafud, Dolce & Gabbana, Calavera , por ejemplo, han puesto en pasarela diseños con la Vírgen de Guadalupe con gran éxito.
Es que ya no son material exclusivo de santerías, y la sofisticación, originalidad y variedad parece no tener límites. ¿Influyó el efecto papa Francisco?
En las joyerías tradicionales, por ejemplo, aseguran que es así. La gente busca la imagen de Su Santidad y también se interesa por la cruz franciscana y la del Buen Pastor. “Los turistas se llevan vino, dulce de leche y algo del Papa. Yo vendo joyas antiguas y piezas muy especiales con imágenes religiosas. Y sí, me pasa. Varios brasileños han entrado para pedirme una buena medalla del Papa”, comenta Hernán González, de la Joyería Alvear.
En una de las santerías más tradicionales de Buenos Aires, Asís, se venden como pan caliente rosarios, pulseras y accesorios religiosos pensados en versión teen. Los alumnos de los colegios religiosos los pusieron de moda y ahora son un hit a la hora de lookearse. Pantalón de color, zapatillas, buzo y rosario colorido es el uniforme a la hora de salir. Ellas lo llevan sobre el jumper. Chicas modernas con la Virgen Niña en colores shocking o aritos cruz con San Benito. Moda y fe van de la mano.
Estilo infantil.
Samanta Schnabel, creadora de la marca Salve Regina, habla de un resurgimiento de la fe católica que se ve inspirada por el papa Francisco. “Lo veo como una necesidad de tener a Dios más cerca. Mi historia la comenzó mi madre en 2002, época difícil, pero también de grandes oportunidades. Se llamó Distribuidora San Expedito y los productos se revendían en santerías. Hace cuatro años decidí sumarme al proyecto, dejando mi trabajo corporativo. Me entusiasmé, comencé a reversionar imágenes de diferentes advocaciones, agregué color y dulzura. Al tiempo me di cuenta de que ya había formado un concepto, y se creó Salve Regina.” Su marca es la que más homenajea la niñez; hay una gran variedad de angelitos guardianes y virgencitas que pueden encontrarse en santerías, iglesias y locales de diseño de todo el país.
Mix de materiales.
Otra experta en accesorios religiosos es Coni Valenti. Ella empezó hace una década y su hit son los denarios y rosarios, tan pero tan especiales, que los llevan en su pecho ídolos como Leonel Messi, Robie Williams, Susana Giménez y el cantante de Coldplay, Chris Martin, entre otros. La novedad de esta línea es la mezcla entre lo moderno y autóctono. Hay un interesante trabajo con materiales como la plata, el bronce, la madera, que se mechan con semillas, piedras semipreciosas, cuero, flores secas y piedra reconstituida.
“El comienzo de esta aventura fue pura casualidad. Hacía más de un año que vivía en Italia y, al llegar al país, necesitaba trabajar. Como no se me dio, fui a visitar a mi familia salteña, vi cosas muy lindas, luego visité una feria artesanal y me inspiré. Comencé haciendo collares; no podía parar. Y encontré una vocación. Mis primeros clientes fueron familiares y amigos; ahora tengo en todo el mundo.
Los productos más vendidos son rosarios, denarios y pulseras protección. La cosa se fue dando de boca en boca; muchos famosos como Marcelo Tinelli y Valeria Mazza los usaron. Y de ahí en más la marca explotó. Me pude dar el gusto de enviarle un rosario muy especial al papa Francisco. Es de madera y plata, con la Virgen Desatanudos. Y también le envié albicelestes a los jugadores de la selección nacional”, cuenta.
Únicas e irrepetibles.
En categoría de joya se encuentran las delicadezas de la diseñadora Pamela Marcuzzi. Pero ella, ex creadora de la marca Papillon (famosa por los tocados y la joyería, que se vendió en tiendas ícono con Barneys, Calypso, Fred Segal, Henry Bendel o ABC), no lo ve como negocio, sino como un homenaje a la Virgen.
Por eso no escatima en materiales preciosos y únicos. “Me cuesta definir lo mío porque, lejos de verlo como emprendimiento comercial, lo siento como un acto de amor. Algo que me sale, que debo hacer. Fui una workaholic, pero decidí dejar todo para concentrarme en lo esencial, que son mis afectos. Y entre ellos, por supuesto, está mi devoción a la Virgen”, cuenta. Marcuzzi, que a su taller de delicias espirituales lo bautizó La Medaille.
Todo comenzó con un medallón de porcelana antigua, pintada a mano, que llegó a sus manos. Era la imagen de Santa Teresita del Niño Jesús (de Liseaux), su protectora. “Ella siempre se me ha manifestado en forma de rosa. Teresita decía quiero hacer mi cielo, haciendo el bien en la tierra. Sinceramente, creo que Dios va entrando en nuestras vidas por los caminos menos pensados.
“Sin darnos cuenta vamos evangelizando. Uno debe saber que la Virgen te cubre con su manto a cada paso de la vida; sólo hay que pedirle a Dios que derrame la gracia de la fe sobre uno.
Y ante la pregunta ¿qué tiene que ver todo esto con mis medallas? Afirmo que absolutamente todo. Yo las busco o se aparecen, en cualquier lugar del mundo consigo imágenes divinas que luego engarzo. Alguien muy importante del mundo de la fe me dijo que yo las corono. Y luego ellas hacen su camino. Los años me han hecho entender que no hay que aferrarse a las cosas.” Aunque muchos en el mundo de la moda saben que sus joyas han llegado muy lejos, ella prefiere no contarlo.
“Para mí, lo fuerte no es que lo lleve gente importante, sino por qué lo llevan. Más allá de que son piezas muy lindas (nacen, por ejemplo, a partir de una medalla antigua en filigrana y se coronan con materiales preciosos, hilos de oro y seda, cristales del norte de Europa), me emociona que las pidan en momentos especiales de sus vidas. Vivo esto como una bendición, un gusto, una manera de ayudar, de dar una caricia.”
LA NACION