21 Sep Jeff Chang: “el marketing tiene más sensibilidad que la política para los jóvenes”
Por Daniel Flores
“En los Estados Unidos, el hip-hop triunfó como nunca pudo hacerlo el movimiento de los Derechos Civiles.” El periodista y crítico musical norteamericano Jeff Chang no anda con rodeos al ponderar la trascendencia del hip-hop, la expresión cultural afroamericana más importante de las últimas décadas. O de todas las décadas, como se extrae de las 600 páginas de su Generación hip-hop, de la guerra de pandillas y el grafiti al gangsta rap”, un libro con destino de referencia que la editorial Caja Negra acaba de traducir y publicar en la Argentina.
Se suele tomar al hip-hop como sinónimo de rap. Pero, en verdad, el término es más amplio e incluye, además del popular arte musical de rimar sobre una base rítmica, otras expresiones hermanas como el baile breaker y el grafiti, siempre con la calle como escenario y también como tema común. Generación hip-hop, publicado en Estados Unidos en 2005 (por la casi infalible editorial St. Martin’s Press), lo explica exhaustivamente, rastreando los orígenes a fines de los años setenta en la comunidad negra y latina del Bronx y analizando su proyección e influencia viral a casi todo el planeta. El resultado es una impresionante línea histórica que parte desde una fiesta clandestina en el gueto neoyorquino y termina en el colmo del mainstream, musicalizando publicidades de zapatillas o restaurantes de moda.
Algunos recordarán cómo en los años noventa la escena hip-hop se apropió espontáneamente de marcas hasta entonces “blancas”, como Tommy Hilfiger y Timberland, resignificándolas de prepo como “ropa del palo”; un fenómeno muy parecido al más reciente (y tirante) de nuestros Wachiturros con Lacoste o el de los chavs en Inglaterra con la marca Burberry.
Hoy, Chang entiende que la relación hip-hop-negocios es cualquier cosa menos casual. “Estrellas como Jay-Z y Diddy se reinventaron como aceitadas máquinas en cuestión de sinergia de marcas. Kanye West intenta fundir la moda y alta costura en una especie de nuevo populismo callejero? Estamos ante el período barroco del vínculo entre el hip-hop y los negocios. Si trabajás en marketing y no estás familiarizado con este lenguaje, probablemente, no le vendas nada a nadie menor de 60 años”, arenga Chang, en diálogo con la nacion, en el marco de su visita al país para presentar su libro.
El director ejecutivo del Instituto para la Diversidad de las Artes en la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California, sabe lo que dice: como “experto en hip-hop”, suele ser consultado por el mundo corporativo a la hora de rastrear aquellas preciadas llaves del mercado que suelen ocultarse detrás de toda subcultura juvenil. “Es irónico que me busquen, teniendo en cuenta mis ideas políticas -reflexiona-. Pero reconozco que hoy el marketing tiene mayor sensibilidad que la política para interpretar a la juventud. Es extraño lo que está pasando.”
Nacido en Hawaii, residente en California, Chang narra con la verborragia y el ritmo del rap. En modo relato cronológico, su trabajo no sólo revisa a fondo las carreras de rutilantes artistas como Public Enemy, NWA o Afrika Bambaataa, sino que se sumerge en otros aspectos y sucesos extramusicales, que vienen al caso, como las ya legendarias guerras de pandillas en Nueva York o Los Ángeles y hasta la menor interna en la redacción de The Source, aquella gran revista del mundillo hip-hopero en los noventa.
También trata con minuciosidad la golpiza de cuatro policías de Los Ángeles al taxista negro Rodney King, en marzo de 1991, que derivó en recordadas jornadas de masivas y violentas protestas, con el saldo de 53 muertos, 2300 heridos y 7000 incendios. Hechos que el mes último tuvieron un lamentable refresh, cuando un policía blanco asesinó de un disparo a Michael Brown, afroamericano de 18 años, en Ferguson, Missouri, lo que volvió a derivar en dos semanas de manifestaciones pacíficas y también saqueos, además de un cuestionado operativo de represión policial con balas de goma, gases y perros.
En ambos casos, con una diferencia de 12 años, el hip-hop se involucró activamente, alertado por el condimento racista de los incidentes que gatillaron sendas revueltas. “Artistas como Jasiri X y Young Jeezy estuvieron en Ferguson y se reunieron con la gente en las calles -anota Chang-. Otros, como J. Cole, han grabado algunos de sus mejores temas justamente a propósito del asesinato de Brown. En ese sentido, con todo lo que se ha comercializado, con todo lo que ha sido explotado por el capitalismo, el hip-hop sigue estando muy cerca de los problemas cotidianos de la juventud y ha expresado la indignación de los chicos negros ante estos casos de violencia policial y racista. Es una relación contradictoria, muchas veces volátil, pero eso es el hip-hop en el siglo XXI”, sostiene.
Chang sin dudas cree en el poder del hip-hop. “He tenido la suerte de viajar a muchos países gracias a este libro. El hip-hop les ha dado voz a jóvenes de todo el mundo -asegura-, de algún modo anticipó la «primavera árabe» en Egipto, se burló del poder desde Hong Kong hasta Dakar, captó las voces de los inmigrantes más sufridos en Europa y Estados Unidos. Ha llamado la atención sobre políticas corruptas en todas partes. El hip-hop heredó el peso histórico del movimiento de los Derechos Civiles y probó que el cambio cultural puede preceder a los cambios políticos.”
El costado político y social del hip-hop o su potencial comercial no deberían, sin embargo, opacar el interés puramente musical del asunto. Otra vez, aunque el estereotipo del rapero no sea precisamente el de un abnegado y experimental creador, exponentes como DJ Shadow o DJ Spooky, entre cientos más, dieron forma a una obra original, desafiante, intelectualmente sólida. Especialmente dentro de lo que se ha llamado turntablism o el arte de hacer música con bandejas de discos.
“El turntablism perdió un poco de protagonismo debido a cambios tecnológicos y de gustos, pero hay turntablists que siguen trabajando. Lo que podríamos llamar el avant garde del hip-hop continúa siendo una fuerza muy poderosa, con artistas como Flying Lotus, A$AP Mob, Black Hippy, Drake, Erykah Badu, Shabazz Palaces, FKA Twigs, the Roots y Thundercat”, enumera Chang.
“Allí donde hay una fiesta, está el hip-hop. Y allí donde se necesita gritar algo importante, que muchos preferirían callar, también -define-. Que esta cultura subsista 40 años después de su nacimiento en el Bronx es un testamento no sólo de la capacidad de supervivencia de aquellos chicos, sino de su ilimitada creatividad”, concluye el autor de uno de los libros del año editados aquí.
LA NACION