11 Sep “Hay que aprender a equilibrar”
Por Malva Marani
El punto de partida fue una incertidumbre propia de cualquier persona que se decide a estudiar Filosofía y Letras. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo podemos relacionarnos mejor? Las clásicas preguntas que devienen en consecuencias diversas a Elsa Punset la llevaron hacia la neurociencia y el mundo de las emociones y la inteligencia social. “En este momento tan importante en el que vivimos, de explosión y democratización de la información y de empoderamiento del individuo, me parece que valía la pena hablar de cómo nos relacionamos, pero sin olvidar que tenemos toda una parte afectiva a la que no podemos darle la espalda: creo que vale cuidar la mente tanto como cuidamos el cuerpo”, reflexiona esta escritora y divulgadora científica nacida en Londres, feliz residente de Madrid y de reciente visita en Argentina, quien pudo canalizar aquellos interrogantes en su nuevo libro, El mundo en tus manos, el cuarto de su obra personal.
–¿Qué quiso expresar con el título?
–Quise transmitir dos cosas, y la primera es que estamos unidos en esta revolución tecnológica, tan importante como fue en su momento la Revolución Industrial y que supone que las personas tienen acceso a la información y el conocimiento como nunca antes… Decir El mundo en tus manos evidencia el cambio: hoy, sólo con teclear, podés recibir un montón de información. Y lo segundo que quise expresar es que estamos cambiando el modo de entender la inteligencia: pasamos de verla como hereditaria y no ‘entrenable’ a saber que puede entrenarse, al igual que las habilidades sociales, emocionales y cognitivas.
–Resalta la necesidad de volvernos personas activas en relación con los otros y lo que nos rodea…
–Cuando escribí el libro, quería que se encontraran en un solo lugar las claves básicas de cómo convivimos. Por qué nos excluimos, por qué nos amamos, qué importancia tienen los otros para nosotros. Quería poner ese conocimiento en manos de las personas, porque creo que no se puede transformar nada que no se entiende. No somos seres caóticos, ni en lo individual ni en lo social: tenemos unas reglas de juego innatas, programadas y muy claras. Mi doble idea era dar a conocer estos mecanismos, para después intentar gestionarlos. No me digas: “Soy como soy, no puedo cambiar.” Tenemos que aprender a dejar de ser ciudadanos pasivos y convertirnos en ciudadanos mucho más empoderados y activos.
La introspección que propone Punset para tomar las riendas de nuestras mentes tiene como fin primero el cambio: para el bienestar personal, claro, pero también para mejorar nuestras relaciones con los demás. Y es justamente en relación con nuestra existencia social que cobra mayor relevancia el actual modelo de vínculos, que hoy se rigen bajo el paradigma de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
–¿Qué piensa acerca del contexto en el que se enmarca el libro?
–Creo que es un poco paradójico que en un mundo tan hiperconectado como este, en el que tenemos acceso como nunca antes a las personas, estamos hablando de un problema de salud mental muy grave en el siglo XXI, donde abundan las depresiones y la soledad. Los medios tecnológicos son un enorme y espectacular avance, pero debemos equilibrarlo con la forma real de las personas de comunicarse: mirándonos, tocándonos, sintiéndonos.
–¿Qué creé que sucede?
–Creo que es pedirle a la tecnología algo que no nos puede dar. Es extraordinaria para circular ideas, acceder a personas, descentralizar el conocimiento, pero sin dudas no remplaza esta necesidad que tenemos de sentirnos y tocarnos. Mi planteo es muy positivo. No creo que esto que nos pasa sea culpa de las redes sociales, más bien creo que estamos viviendo el siglo de la salud mental y de las emociones y estamos empezando a entender la importancia del afecto en la vida de la gente. Hay que aprender a equilibrar y no pensar en que es posible vivir vidas virtuales dándonos las espaldas los unos a los otros.
–¿Es optimista?
–Sí, y mucho. Sé que, a veces, parece difícil creerlo porque vivimos en un mundo muy violento y ahora, además, lo vemos todo en primera línea de fuego. Asistimos a decapitaciones, a muertes por ébola y cuesta mucho no romper la empatía, no alejarse… Pero es una cuestión histórica: cada década somos más inteligentes, más creativos y hasta menos violentos, porque nunca, tampoco, se había hablado tanto de Derechos Humanos o de igualdad de oportunidades como ahora.
TIEMPO ARGENTINO