03 Sep Estéticas clase B: por la crisis usan sustancias e implantes más baratos
Por Fabiola Czubaj
Era inevitable: la medicina estética, con sus insumos importados en dólares, también cedió a la tentación de abaratar los costos con “un mercado paralelo” de productos, como ya lo denominan los especialistas que resisten esa tendencia peligrosa para la salud.
Esto permite ofrecer intervenciones hasta diez veces más económicas que los procedimientos seguros en manos experimentadas.
“Lamentablemente, apareció una serie de productos que parece tender a adaptar el costo de estas intervenciones a los bolsillos argentinos, pero que pueden ser peligrosos”, aseguró el doctor Guillermo Galgano, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (Sacper).
De esta oferta no escapan los implantes o las sustancias para intervenciones en la cara, las mamas o los glúteos. Botellas, frasquitos o cajas que llegan a los consultorios como un delivery de comida.
En etiquetas poco comprensibles para el potencial paciente tentado por el bajo precio, pueden figurar desde silicona líquida industrial hasta contrastes de uso radiológico, metacrilato en polvo, bactericidas, colágeno u otros productos diluidos en sueros o agua.
“Hay que pensar que cualquiera de estas sustancias son algo que la persona va a incorporar en su organismo, que va a modificar su cuerpo y la percepción que tenemos de él”, insistió Galgano, que también integra la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires. Por eso, recomienda: “Si el presupuesto no alcanza para acceder a una intervención de la mayor calidad posible, siempre debe estar entre las opciones la posibilidad de esperar hasta que sí sea posible”.
Por eso, el doctor Francisco Fama recomendó recurrir a los profesionales certificados de la Sacper, que él preside, o sus filiales. “Eso va a asegurar que el tratamiento que se recibirá está aceptado y que no se correrá el riesgo de que, por bajar los costos, se reciba un implante de origen dudoso o mezclado con cemento o silicona líquida y grasa”, dijo.
Insistió en que hay que desconfiar de los tratamientos estéticos de bajo costo. “No hay que recurrir a profesionales mediáticos, sino a los que puedan certificar su formación y realizarse las intervenciones en un sanatorio debidamente habilitado para evitar todo riesgo -sostuvo Fama-. Ninguno de estos profesionales mencionados mediáticamente pertenece a la Sacper.”
El abogado Julio Albamonte, de la Asociación de Médicos Municipales, explicó: “Las prótesis [o los insumos] que se utilizan en las distintas especialidades médicas tienen la calidad adecuada para ser utilizadas en los actos médicos que así lo requieran. Si por alguna circunstancia algún médico utilizara un elemento que no reúna esas características, estaría incurriendo en una acción intencional o dolosa que podría estar fuera de la cobertura que se ofrece en nuestro medio”.
Un producto que pasó a las noticias hace seis años y hoy está protagonizando acusaciones mediáticas de mala praxis es el metacrilato. En 2009, la modelo Soledad Magnano murió por una embolia pulmonar tras realizarse una intervención en los glúteos en el consultorio de la doctora Mónica Portnoy. A los seis meses, la autopsia reveló que en su cuerpo había silicona líquida.
Desde entonces, nada cambió y, cada tanto, reaparece el nombre del metacrilato, que, en realidad, es una familia de acrílicos con distintas aplicaciones. Sólo uno está autorizado para uso estético: el polimetilmetacrilato o PMMA, y no se puede aplicar para dar volumen a la cola o a las mamas, sino sólo para corregir imperfecciones en superficies pequeñas, como arrugas, poceado de celulitis o el retoque de la punta de la nariz.
“El metacrilato es un material acrílico que se endurece. También está el metilmetacrilato. Ambos son materiales muy utilizados en la industria y la práctica odontológicas para, por ejemplo, pegar prótesis -detalló Galgano-. El PMMA, que es el polímero de metilmetacrilato en micropartículas, es el producto que se puede inyectar en el organismo sin riesgo de que migre ni que se solidifique.”
Sin embargo, hay profesionales que están usando el metacrilato en polvo que se vende en los locales de insumos odontológicos para bajar costos y atraer clientes: un cm3 de PMMA cuesta lo mismo que 500 cm3 del cemento en polvo que se está ofreciendo como un falso PMMA mezclado con silicona líquida y, a veces, grasa que se le extrae a la paciente. Otras víctimas recientes de ese procedimiento tóxico, como ellas mismas lo divulgaron recientemente, son Silvina Luna, Virginia Gallardo y Victoria Xipolitakis.
En el país se comercializan dos marcas autorizadas de PMMA, según confirmó ayer a LA NACION la Administración Nacional de Alimentos y Medicamentos (Anmat). Una es de un laboratorio nacional (Metacrilic Facial Implant) y la otra es importada de Brasil (Metacrill), cuyo nombre reapareció en los medios como sinónimo de metacrilato.
LA NACION se comunicó con el distribuidor, José Luis Fernández, responsable de la empresa Distribuciones Médicas SA, que explicó que cada mes importa unas 100 cajas de diez jeringas cada una en blísteres sellados. Cada jeringa está lista para ser utilizada con una cánula de punta roma en un ambiente estéril y cuesta el equivalente a 40 dólares. Contiene 1,5 cm3 de PMMA al 30, 10 o 2% en un líquido con tres componentes que sirve como vehículo de las microesferas de polimetilmetacrilato.
Según explicó la doctora Adriana Ponti, directora de la Clínica de Medicina Estética Charcas y asesora científica del laboratorio Nutricel de Brasil, que fabrica Metacrill, el cuerpo reabsorbe el líquido en 30 días y es, junto con el tamaño de las micropartículas (de más de 40 micrones), lo que impide que el PMMA se disperse por el organismo. “Para rellenar los surcos nasogenianos es suficiente una jeringa”, dijo.
Fernández aclaró que para aumentar el volumen de los glúteos, que es una aplicación que la Anmat no autoriza, se necesitarían unos 400 cm3 de PMMA o 40 cajas a un costo de 160.000 pesos, sin incluir los honorarios profesionales y de quirófano. “No hay médico en la Argentina que haya comprado esa cantidad de una sola vez. Compran una caja en promedio y lo hacen cada dos o tres meses. Así que lo que están utilizando no es PMMA, como les dicen a sus pacientes”, aseguró Fernández.
Otros productos de este mercado alternativo son las prótesis y las sustancias de relleno para dar volumen y borrar arrugas. Los especialistas consultados explican que hay prótesis mamarias de origen chino que cuestan el equivalente a unos 300 dólares, mientras que las de origen inglés, por ejemplo, cuestan 2000 dólares e incluyen certificados de garantía con seis copias que la paciente tiene que firmar para poder realizar la intervención. Una de esas copias va a la Anmat.
El ácido hialurónico es otra sustancia de la que aparecieron varios sustitutos por un valor diez veces menor que los casi 400 dólares que puede costar el centímetro cúbico de producto de calidad y con el que habitualmente se corrigen arrugas, flacidez facial o volumen glúteo. “En estos casos, los peligros para la salud sólo aparecerían si se utiliza el producto mal esterilizado, por ejemplo. Pero, fuera de eso, el problema con los productos más baratos es su falta de eficacia. No producen efecto”, aclara Galgano.
Hace dos semanas, la Sociedad Internacional de Cirujanos Plásticos Estéticos (Asaps, por su nombre en inglés) difundió su última encuesta. La demanda en la Argentina creció significativamente el año pasado respecto de 2011: las cirugías pasaron de 73.706 a 120.652 y los procedimientos no quirúrgicos, de 59.594 a 167.171 en dos años.
LA NACION