El álbum de fotos, esa costumbre que ya es pasado

El álbum de fotos, esa costumbre que ya es pasado

Nunca se tomaron tantas fotos como ahora. Se ha estimado que se sacan unos 380.000 millones de fotos al año, pero es ínfimo el porcentaje que se convierte en papel. Con suerte, hoy una foto puede aspirar a ser compartida en las redes sociales y recibir unos cuantos “likes”. En ese camino, jalonado por la aparición de la fotografía digital y la multiplicación de dispositivos ( tablets , smartphones ) y de miradas -hasta los chicos sacan fotos de los momentos memorables de la vida familiar-, la foto ha comenzado a dejar de ser un recuerdo para convertirse en una instantánea que se comparte en vivo, un recuerdo efímero. Un signo de ese cambio es la desaparición de aquel objeto llamado álbum familiar. Ese cambio se resume en:
A. Se toman miles de fotos.
B. Se imprimen unas pocas.
C. Muchas se pierden.
D. Las que quedan perviven dispersas y olvidadas en tarjetas de memoria, computadoras personales, celulares y redes sociales.
Este escenario implica un cambio de costumbres. La velada familiar en la que, aprovechando un día nublado, se echaba mano a los álbumes de fotos es ahora una costumbre del pasado; también lo es el encuentro posvacaciones para mostrar a amigos y parientes los paisajes visitados. En tiempo real, todos vemos lo que están haciendo nuestros seres queridos aquí, allá y en todas partes.
Para algunos, el saldo es negativo. “Se han perdido millones de imágenes, millones de recuerdos”, opina Gabriel Callejas, uno de los propietarios de la casa de fotografía Buenos Aires Color. “Hoy se imprime un 50% de lo que se imprimía hace 10 años, cuando había comenzado a reducirse el volumen de impresión por la fotografía digital. La gente saca fotos con sus teléfonos y las comparten por mensaje de texto o WhatsApp, y ahí quedan, hasta que un día se muere el teléfono o se borra la tarjeta de memoria y la imagen se pierde.”
“Un gran problema es que los celulares no tienen papelera de reciclaje -se lamenta Marysol Antón, de 35 años-. Mi hija más chiquita siempre quiere ver las fotos que saco con el celular, y muchas veces entra a mirar y las borra sin querer”, agrega esta periodista, mamá de Trinidad, de 2 años, y de Amparo, de 5. Su solución es bajar las fotos a la PC y hacer copias en CD. “Debo tener como 30 CD con fotos, pero sólo imprimo alguna que me gusta demasiado o cuando quiero cambiar las fotos de los portarretratos”, dice y confiesa que baja las fotos del celular cuando se llena la memoria.
“Se necesita mucho tiempo para organizar las fotos -admite Maribel Caamaño Rial, contadora de 42 años-. Saco con el celular, con una cámara pocket y con una semiprofesional, y también con el iPad”, cuenta y precisa: “La semiprofesional la uso para viajes y eventos importantes, como los cumpleaños; la pocket en los actos de colegio, porque la puedo llevar en la cartera; con el celu saco fotos cuando salimos a comer o a pasear, y el iPad lo uso más en vacaciones, porque lo llevan los chicos para jugar”.
Un pendiente, dice Maribel, es organizar todas las fotos almacenadas en computadoras y celulares, e imprimir las de los eventos importantes. “Las últimas que imprimí fueron las de las vacaciones de 2009; me encanta tener los álbumes impresos de las vacaciones o los eventos importantes, pero no siempre se tiene el tiempo para organizar las fotos.”

RECUERDOS DEL PRESENTE
“Con los cambios tecnológicos de hoy creemos estar muy lejos de nuestros abuelos y bisabuelos, pero en realidad parecería que nos sigue interesando el registro de los mismos eventos: nacimientos, niños jugando, bodas, primeros días de clase -opina Paula Salischiker, que junto a Florencia Daniel llevó adelante el proyecto Encontradas, a partir de una convocatoria para reunir y proyectar fotos anónimas y antiguas (www.facebook.com/encontradas)-. Las fotos viejas, al ser tan parecidas a nuestras propias fotos actuales, dicen mucho de nosotros.”
“Uno piensa que su álbum no se parece a ningún otro, pero en realidad son muy estereotipados”, dice Natalia Fortuny, investigadora del Conicet, que abordó el rol del álbum familiar como elemento constructor de la identidad familiar. “El álbum familiar construye un pasado en común, es un resguardo identitario que permite la confirmación de los lazos -afirma-. Lo que es interesante es preguntarse cuáles de los mandatos de la fotografía analógica sobreviven hoy en lo digital”, comenta Natalia, y aporta un ejemplo: “Ni antes ni ahora nadie sacaría una foto de una discusión familiar…”
Pero si aquello sobre lo que se hace foco sigue siendo lo mismo, ¿qué cambió? “Quizá lo que haya desaparecido es el momento fotográfico como tal, al tener la posibilidad digital de fotografiarlo todo y mostrárselo al mundo sin demoras -postula Paula-. Hoy ya no esperamos al familiar que llega tarde ni organizamos a los primos y hermanos de mayor a menor, ubicando a los abuelos en el centro de la foto: de una reunión quedan miles de imágenes a modo de instantáneas y ya no una o dos que resuman, como un ícono, el día vivido.”
Lo abrumador del volumen de imágenes conspira contra su organización en un soporte físico, y señala a las redes sociales como el medio para llevar registro gráfico de la vida familiar. “Creo que hoy Facebook cumple esa función de álbum familiar, aunque un aspecto diferente es su instantaneidad: antes uno volvía al trabajo con fotos para mostrar, ahora las fotos se comparten en forma virtual -concluye Natalia-. Son recuerdos en vivo”.
LA NACION