Una década de El desprecio, de Godard

Una década de El desprecio, de Godard

Por Javier Porta Fouz
Ya se cumplen cincuenta años de El desprecio, es decir, una de las películas más extraordinarias que haya filmado Jean-Luc Godard (basada en una novela de Alberto Moravia, pero eso no viene al caso ahora). Es decir, ya van cincuenta años de una de las grandes películas de la historia. Cincuenta años de una película que fue uno de los puntos centrales de uno de los movimientos centrales de la modernidad en el cine: la Nouvelle Vague. Y como dijo Godard una vez, ellos, los de la Nouvelle Vague, fueron los primeros en saber que Griffith había existido. Fueron integrantes de la primera generación que vio de manera retrospectiva y reflexiva la historia del cine, que ya tenía períodos bien diferenciados. A principios de los años sesenta la etapa de esplendor del cine clásico de Hollywood ya pertenecía al pasado. En octubre del 2013 El desprecio cumplió cincuenta años. Y, a la vez, no los cumplió. Porque fueron los cincuenta años del estreno en Italia. La película era una coproducción franco-italiana y el legendario productor Carlo Ponti presentó en su país una versión de la que Godard siempre ha renegado, una versión con un montaje distinto y -horror- una música distinta y -más horror- todos los personajes doblados al italiano. La versión de El desprecio que hay que ver es la estrenada en París en diciembre de ese mismo año. Que una película que trata sobre el mundo del cine, sobre un productor insoportable y metido y sobre la caída de una manera de hacer cine tenga esta historia es especialmente significativo.
El desprecio es la historia del fin de una época. Es, también, “la historia del cine”. Los títulos de apertura de la película (que no son carteles sino que se dicen oralmente) terminan con una frase de André Bazin: “El cine presenta ante nuestra mirada un mundo acorde con nuestros deseos”. Y se escucha inmediatamente después: “El desprecio es la historia de ese mundo”. En El desprecio están Paul (Michel Piccoli), Jerry (JackPalance), Camille (Brigitte Bardot y Fritz Lang (el propio Fritz Lang). Paul es guionista y es convocado en Cinecitta por Jerry para hacer “más comercial” una versión cinematográfica de la Odisea, que dirige Fritz Lang. Paul y Camille son pareja. La película comienza con ellos dos en la cama. Camille, acostada desnuda, le pregunta a Paul: “¿Te gustan mis tobillos, mis muslos…?” Esa secuencia inicial, hoy en día una de las secuencias fundamentales de la historia del cine y fetiche de primer orden para muchos cinéfilos, fue agregada por Godard a pedido de Ponti y como manera de llegar a un acuerdo (Brigitte Bardot era, en 1963, un éxito comercial que hacía ingresar en Francia tantas divisas como la Renault). Disputas, cartas, enfrentamientos se sucedieron durante varios meses. La película (en su primera versión) había sido seleccionada para el Festival de Venecia pero no se dio por los desacuerdos entre director y productor. El productor de la película dentro de la película es desagradable, bruto y maltratador. Godard actúa (es casi un carneo) y hace de asistente de Fritz Lang. Hay una traductora italiana (Giorgia Molí), que a veces traduce y a veces traiciona un poco lo que se dicen los personajes en francés (Paul y Camille) y Jerry (en inglés); Lang es un caballero políglota La traducción, el pase de una lengua a otra, los cambios de sentido en esos pasajes son absolutamente fundamentales. Así que la idea de doblar al italiano a todos los actores es de una violencia enorme (un poco más que todos los doblajes para gente que sabe leer). Y cambiar la música… quitar una música de Georges Delerue (autor de la música de muchas otras películas de la Nouvelle Vague y de muchas de Hollywood) para poner otra cosa, en fin, que así El desprecio deja de ser El desprecio. Es como quitarle la larguísima secuencia de discusión en el departamento entre Camille y Paul (en la que hay planos que también fueron agregados por pedido del productor y que hoy en día hacen más moderna todavía a la película con sus saltos temporales e incluso por fuera de la historia).
La música de Delerue, además, es lo que liga de manera inmediata El desprecio con Casino (1995) de Martín Scorsese. ¿Cómo es esto? No hay una banda sonora compuesta para Casino, pero sí hay una gran selección musical (como es habitual en Scorsese). Sesenta y una canciones utiliza el director para ilustrar su historia de jugadores, prostitutas y gangsters. Treinta y una de ellas llegaron a los CD. El primer disco empieza con “The Contempt-Théme de Camille” (“Desprecio-Tema de Camille”), de Delerue. La música de Delerue para El desprecio define a Casino como ninguna otra. Fue la elegida para los trailers, aparece tres veces en el transcurso de la película y también al final con el fundido a negro sobre el rostro de Ace (Robert De Niro). El ‘Tema de Camille” se convierte así en el leitmotiv del film de Scorsese.
Se lo escucha por primera vez cuando Ace se va a encontrar con Nicky (Joe Pesci) en el desierto: Ace entra en cuadro por derecha, se ve la inmensidad del desierto y del formato cinemascope. “El cinemascope sólo sirve para filmar serpientes o entierros”, decía Fritz Lang en el film de Godard (también en cinemascope). En esa excursión al desierto, en la que Ace se daba a sí mismo un cincuenta por ciento de posibilidades de salir vivo, la música de Delerue se va mezclando progresivamente con la batería que va creciendo en intensidad. El ‘Tema de Camille” volverá a sonar, ya en estado puro, durante la conversación en el auto entre Ace y Ginger (Sharon Stone) cuando ésta regresa luego de su huida con Lester (James Woods). Más tarde aparecerá dos veces en una discusión entre Ace y Ginger después de que ella manifieste por teléfono su deseo de que él sea eliminado. Su desprecio está llegando al punto más alto, ese punto que comenzaba a vislumbrarse en la mencionada y extensa secuencia de discusión entre Paul y Camille en El desprecio.
La música de Delerue nos lleva a más puntos de contacto entre estas dos películas, similitudes más estructurales, fundamentales. Ace se casa con Ginger por un arreglo y sólo obtendrá de ella un poco de tolerancia en un principio y luego, desprecio. Ginger terminará traicionando a Ace con Nicky. Con Paul y Camille ocurría algo parecido: desde ese idilio inicial hasta el desprecio hacia Paul y el engaño con Jerry. Al final, los despreciados de cada película (Ace, Paul) terminan vivos, y los otros dos personajes, muertos (Ginger y Nicky, Camilley Jerry). Los sobrevivientes, al final, habrán abandonado las actividades que habían desarrollado durante el relato: la dirección de un casino y la escritura de guiones para cine. Ace volverá a sus apuestas “chicas” y Paul, a escribir para el teatro. Sus respectivos paraísos -cierto tipo de cine hecho de determinada manera y los casinos donde todos se conocían ya no eran posibles. Para representar esos paraísos está el cuarto personaje, el sobreviviente de esa época, y los dos directores eligen a dos conocedores del tema. Para el personaje de Billy Sherbert (gerente del casino) Scorsese eligió a Don Rickles, conocedor de casinos y de nightclubs, y Godard, como se dijo, nada menos que a Fritz Lang.
LA NACION