Sin riesgo ni sorpresas, ganaron las series Breaking Bad y Modern Family

Sin riesgo ni sorpresas, ganaron las series Breaking Bad y Modern Family

Por Francisco Balázs
Al final de la noche, más allá de los chistes, la ropa de las estrellas en su paso por la alfombra roja, y la performance del conductor Seth Meyers, no se cumplió el pronóstico sobre los rubros más disputados.
Excepto, claro, la muy buena calidad de la ceremonia: dinámica, entretenida, emotiva en sus homenajes, graciosa y, como se dijo, sorpresiva, aunque no de la manera esperada.
Porque si bien Breaking Bad y Modern Famliy se ubicaban entre las favoritas para los premios por la cantidad de nominaciones que habían recibido, no es menos cierto que la sensación que transmitían blogs especializados y tuiteros conocedores del paño era que la industria televisiva estadounidense daría paso a una nueva generación de series, más por renovación que porque la calidad de las dos premiadas (especialmente Breaking Bad) estuviera agotada.
Tal vez el hecho de que no haya una comedia que tenga la hoy la unanimidad que supo conseguir Modern Family en sus primeras temporadas sea una de las razones para que la parte televisiva de la industria de Hollywood no se volcara decididamente a Louie (con el comediante de stand-up Louis C.K.) o Veep (con la ex Seinfeld Julia Louis-Dreyfus), más que nada la segunda, que en su elenco y en su construcción dislocada aparece como de lo más novedoso entre las comedias.
En el caso del premio a la mejor serie dramática, las razones por las que no hubo “olas” habría que buscarlas más en cuestiones de disputas y peleas entre las cadenas: Breaking Bad, originaria de Sony y distribuida por AMC en Estados Unidos y Canadá, tenía entre sus principales rivales a True Detective y Game of Thrones, ambas de HBO; incluso de la primera, originariamente una miniserie (así se denomina a las producciones en las que toda la historia comienza y termina en una temporada, y ese no es un rubro principal de los Emmy), la cadena anunció que tendría una segunda temporada poco más de un mes antes de las nominaciones, y así posibilitó su cambio de categoría para el premio mayor en el rubro drama: mejor serie.
El impecable comienzo de transmisión, que en Argentina se pudo ver a través de Warner Channel con doblaje simultáneo (en la versión de cable, no en la de HD), tuvo como presentador a Seth Meyers, quien debutaba en ese rol. El que fuera actor y guionista de Saturday Night Live no abusó de los chistes ni de las agresiones o los elogios; lo suyo fue un humor con cierta sofisticación y otro tanto de toques populares. Pero tuvo una clara dirección. Como los análisis se hacen una vez conocidos los resultados (lo demás es juego de azar), se puede decir que ahí están los primeros síntomas que apoyan la hipótesis de que no sería la noche de HBO. Meyers bromeó con The Big Bang Theory, las 99 nominaciones de HBO (recordó cuando varios años atrás la cadena de cabel aparecía tímidamente con una sola nominación), del fenómeno on-demand haciendo chistes con Netflix y su caballito de batalla para esta edición, Orange Is The New Black, y con lo “terrorífico” que debía ser actor de Game of Thrones, cuyos protagonistas cada vez que recibían el guión temblaban si había una escena en la que eran invitados a una boda (ya es antológico el episodio 9 de la tercera temporada, en el que degollan casi a toda una familia durante un casamiento).
El humorista Jimmy Kimmel daría más pistas. Al presentar el primero de los premios, dedicó todos sus chistes a los recientemente ganadores de Oscars de la Academia de Hollywood, Matthew McConaughey y Julia Roberts. Y, luego de ver todos los premios, parece que no se ensañó con McConaughey por una cuestión de galantería con Roberts, que de todas maneras no fue mimada por su actuación en The Normal Heart: el premio a mejor actriz secundaria de una miniserie se lo llevó Kathy Bates por American Horror Story: Coven. En cambio McConaughey, y especialmente True Detective, se anotaron entre los principales derrotados de la noche. Los otros fueron Game of Thrones y Oranges Is The New Black.
Alguien puede pensar que había otras alternativas, pero los principales rubros dramáticos estaban prácticamente dominados por producciones de HBO y Netflix. Entre los análisis y comentarios que circularon por Internet, la mayoría explicó el castigo a HBO por su “avivada” de convertir el formato original de miniserie de True Detective en serie. Pero eso se habría arreglado con buenos premios a Game of Thrones, por ejemplo, o pergeñar una salida más elegante con más premios para para la gran Masters of Sex (del canal Showtime), que sólo se llevó el de Mejor Actriz de Drama por la labor de Lizzy Caplan.
Sin dudas el momento conmocionante de la noche fue el homenaje a Robin Williams. Además de imágenes de rigor, hubo palabras de Billy Crystal, con quien fuera muy amigo. Para definir su gracia y humor, Crystal dijo que no se podían pasar más de ocho segundos a su lado sin reírse por algo que decía.
En perspectiva y viendo lo que está por venir, también se puede decir que los premios sin riesgo del lunes a la noche marcan el fin del tiempo en que la televisión se presentaba como la hermana menor (cuando no boba) del cine. También para él, para el cine, hubo cargaditas: “La televisión siempre está disponible –dijo Meyers– no como las películas que uno tiene que vestirse e ir a buscarlas para verlas.”
En los próximos dos años, cuando el presupuesto dedicada a las producciones televisivas se espera que supere al del cine, se verá cuánto recrudece la acción.
TIEMPO ARGENTINO