Separados por el running: el lado B de un deporte masivo

Separados por el running: el lado B de un deporte masivo

Por Laura Reina
Al principio dejaron de salir los viernes y los sábados para que él estuviera “bien descansado”. Después fue la comida: proteínas de alta calidad casi con exclusividad durante la semana e hidratos de carbono sólo en las horas previas a la gran carrera. Y luego llegaron los entrenamientos cada vez más exigentes y demandantes en la semana, los viajes, los gastos asociados a esos viajes y la obsesión por tener las últimas zapatillas del mercado, además de otros dispositivos para asegurar el máximo rendimiento. El running terminó convirtiéndose, para Julieta Z., en una actividad (ajena) de tiempo completo e incompatible con la vida en pareja.
Algunos aceptan ese fanatismo por las carreras que les resta vida junto al ser amado. Otros terminan contagiando ese fanatismo y suman a su media naranja. Y otras tantas parejas acaban disolviéndose, como la de Julieta, que se separó de ese hombre con el que vivía hacía más de un año, pero que ya sentía un extraño desde que se volvió un verdadero adicto al running.
Hoy, las únicas maratones que Julieta tolera son las de lectura, las que comparte cada domingo desayunando en la cama con su nueva pareja, publicista como ella, que “no corre ni el colectivo”.
“El detonante fue que me echara en cara que no había en casa dulce de membrillo, que se usa para desayunar antes de la maratón y durante la carrera para tener energía. A mí ni siquiera me gusta. Lo odio. Se puso loco y ahí me saltó la ficha. Estaba obsesionado con el tema”, dice Julieta, que asegura que los primeros tiempos lo apoyaba y lo alentaba desde la línea de largada, con frío y hasta con lluvia, pero después se cansó: no estaba dispuesta a resignar las mañanas del domingo ni las salidas fin de semana ni los asados con amigos.
Detrás de este deporte de moda con más de 100 carreras al año (a razón de una cada tres días y medio) y cerca de medio millón de participantes sólo en Buenos Aires, estallan y hacen eclosión varias parejas. Son muchos los corredores que reconocen que las maratones terminaron con su vida amorosa, sobre todo, cuando el otro no comparte ni comprende la pasión por correr.
De hecho, los problemas de pareja son temas que se comentan y debaten en los grupos de running, que han proliferado a lo largo y ancho del país. Allí, entre calentamientos previos y estiramientos posteriores al entrenamiento, hay lugar para la catarsis grupal. Y también hay espacio para que se generen vínculos de compatibilidad que, quizá, no se encuentran en la pareja actual (otro costado del running que muchos destacan como “rupturista”).
Pablo Hernán Aimetta tiene 34 años. Es profesor de educación física y hace 11 años entrena grupos de corredores. Hoy está al frente de Neo Trainner, donde tiene a cargo 180 runners de entre 12 y 80 años. “En todo este tiempo he casado y divorciado gente -dice Pablo-. El tema es que correr se vuelve una adicción. Ves resultados muy rápidamente, se activa la hormona del placer y el cuerpo te pide entrenar. Te vas metiendo más y más, y buscando metas más difíciles para superarte. Eso hace que aumentes tu entrenamiento y las horas de dedicación. El que no comparte esto no se da cuenta de cuán adictivo es.”
Aimetta reconoce que el running le ha costado su última pareja, aunque aclara que, en este caso, el problema fueron los celos que provocaba su profesión. “Ser entrenador te pone en un lugar de vidriera, de exposición. Yo a ella la conocí siendo alumna, la incluí en el grupo, pero no se lo bancó”, asegura.

LA COTIDIANIDAD ALTERADA
Según Pablo, lo que más molesta al otro son los cambios que, sí o sí, vienen asociados con salir a correr. “El que practica el deporte empieza a marcar otras pautas de alimentación, invierte en zapatillas, ropa y demás dispositivos, sin contar los viajes, que, además de plata, insumen tiempo. Hay todo un marketing detrás del running que te lleva a gastar mucho en vos y eso puede molestar”, reconoce.
Carolina Vaccarezza es profesora de educación física y está al frente de Deep Trainnig, donde entrena a tres grupos de corredores en Vicente López y Pilar. Para ella, en estos casos, el acuerdo previo de la pareja es fundamental. “Si habían pactado que todo se hace de a dos y uno de ellos no se engancha con el running, seguro va a haber problemas porque consume tiempo, sobre todo tiempo libre, de fin de semana. Pero si el acuerdo incluye libertad y espacio en la pareja, no sólo no debería haber problemas, sino que hasta puede ser positivo.”
Vaccarezza conoció a su marido -hoy flamante padre de su beba- mientras era su alumno. “Cuando empecé a participar con más frecuencia de las carreras, me hizo reclamos por el tiempo que le dedicaba. Pero esto me apasiona y yo le dije que se sumaba de lleno o me respetaba -cuenta Carolina-. Finalmente, terminó haciendo el curso de entrenador y hoy coordina un grupo de runners en Pilar.”

DIFÍCIL, PERO NO IMPOSIBLE
Cuando Christian Circo, profesor de gimnasia, empezó a salir con Carlos, lo primero que supo es que era maratonista e ironman, la disciplina más exigente del triatlón que obliga a mantener un entrenamiento tiempo completo para poder competir en el máximo nivel.Pero lejos de asustarse por lo que se afirma en el ambiente sobre la imposibilidad de que los ironman tengan pareja, Christian se puso de novio con Carlos y logró romper con ese prejuicio, aunque reconoce que salir con estos hombres de acero es algo complicado.
“No es fácil, hay que amoldarse a una rutina que incluye entrenamientos de lunes a lunes, acostarse antes de las 22, alimentarse sanamente y afrontar los altos costos de las inscripciones y de los alimentos funcionales que tiene que consumir, como geles y demás suplementos, que cuestan entre $ 100 y $ 200 por día. Y están los viajes, que acordamos que se iba sólo a los destinos que resultaran atractivos para los dos y que pudieran servirnos de vacaciones”, aclara Christian, que estuvo hace poco en París y Londres acompañando a su pareja.
Pero a pesar del sacrificio de resignar salidas, tiempo y reuniones con amigos, y de ser sostén antes y después de la carrera, donde suele sobrevenir una especie de depresión por el objetivo cumplido que acaba de terminar, Christian asegura que apoya ciento por ciento a su pareja porque es lo que la hace feliz. “Es su terapia. En lugar de ir al psicólogo, entrena, que es mucho más sano que sentarse a hablar con alguien. Y yo lo conocí así. Creo que lo que más cuesta y descoloca a la pareja es si uno de los dos empieza ese proceso de transformación y el otro lo mira desde afuera.”
Por eso la solución que muchos plantean antes de la separación es incluir al otro. Y muchos terminan volviéndose incluso más fanáticos que el que los inició. “El running es un lindo deporte para practicar de a dos -dice Aimetta-. Conozco varias parejas a las que el running las ha salvado y no sólo las que han logrado sumar al otro. Están las que no se enganchan, pero que notan que su marido o mujer está de mejor humor y experimenta un bienestar personal que se traslada a la casa y mejora la relación.”
Sin embargo, hay quienes prefieren mantener el running como un espacio propio y no incluir a la pareja o familia. Y en esto los hombres son los primeros en cruzar la meta. Según Vaccarezza, “los varones dejan un poco más afuera a sus parejas, las mujeres son más de integrar y de incluirlos. Yo personalmente intento que la persona integre a su familia para que no abandone el entrenamiento, pero es una decisión personal”.
Sin dudas correr tiene su lado B. Y Julieta, haciendo gala de su trabajo de creativa publicitaria, propone que, al igual que los cigarrillos, las zapatillas para running incluyan la leyenda: “Advertencia: Correr es perjudicial para su vida amorosa”.

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