Piden normas para garantizar la asistencia sexual a discapacitados

Piden normas para garantizar la asistencia sexual a discapacitados

Por Roly Villani
Esta sociedad en la que vivimos oculta las discapacidades, prefiere vivir haciendo como que no existen. Tanto es así que la corrección política inventó tiempo atrás el neologismo “persona con capacidades diferentes” o “especiales” para ocultar piadosamente el hecho de que hay cosas que esas personas no pueden hacer. Una de esas cosas es tener sexo.
Ayer, en la Legislatura porteña, se organizó el primer encuentro sobre “Trabajo sexual y discapacidad” para tratar de manera multidisciplinaria este tema con vistas a conseguir una legislación que derribe estas barreras. La fuerza movilizadora del encuentro fue la red Sex Asistent, que trabaja en varios países asistiendo a personas con discapacidades (o diversidad funcional). Quien primero tomó la palabra fue Norberto Butler, quien vino en su camilla, acompañado por un asistente de salud. Norberto es profesor de Letras (le faltan dos materias, reconoció) de la UBA. Se encuentra afectado de poliomielitis y vive desde hace muchos años en el Hospital María Ferrer, al que llama, cariñosamente, “mi casa”.
“En mi casa no hay lugar para poner en juego mi sexualidad –dijo Butler–. Cada cosa que logramos tuvimos que luchar para conseguirla, tomar los lugares, con los costos y riesgos que eso implica.” Visiblemente movilizado por esta temática, Norberto demostró años de reflexión y explicó, por ejemplo, que combaten el término “pacientes” para referirse a las personas internadas en esa institución. “No somos pacientes, tenemos urgencias”, dijo.
“Las instituciones creen que cumplen cuando te brindan las necesidades básicas y entienden por necesidades básicas la comida, el techo, la higiene y, sobre todo, la tele. Pero la sexualidad no entra en las necesidades básicas, dicen las instituciones, y yo les aseguro que sí entra.”
De acuerdo a los tratados internacionales a los que nuestro país adhiere, las personas con diversidad funcional tienen derecho a una sexualidad plena. Sin embargo, las instituciones y la sociedad no están preparadas para que se cumpla este derecho. El reclamo es que se haga visible esta necesidad.

UNA EXPERIENCIA
La manera descarnada de contar las cosas que tiene Butler ayudó para plantear el panorama de la sexualidad en la discapacidad. Contó que, si un interno logra sortear todos sus prejuicios, lo más probable es que se acerque a una trabajadora sexual, pero ahí recién empieza el problema. “Si traés una chica tenés que negociar con el cuidador o enfermero. Dependés de su buena o mala voluntad, y muchas veces te dice ‘bueno, dale, traela, pero primero voy yo’.” Butler se refirió luego a lo que llamó “polémica velada” respecto de la necesidad de que las personas con discapacidades tengan encuentros con trabajadoras sexuales: “Está dando vueltas por ahí la idea de que ‘el disca de alguna manera se arregla’. Pero si no es por las trabajadores sexuales, ¿cómo logramos tener un acercamiento a la sexualidad?”

BARRERAS MENTALES
A su turno, Remigia Cáceres, secretaria nacional de Discapacidad de la CTA de los Trabajadores, afirmó: “Lo primero y principal es derribar las barreras mentales: la gente cree que los discapacitados no necesitan tener sexo, no les parece una cuestión importante o peor aún, creen que no tienen deseo. Y partimos de una base, que la gente cree que discapacidad es una sola cosa cuando hay muchos tipos de discapacidades que necesitan distintas herramientas, por ejemplo, los discapacitados psicomotrices o con autismo son situaciones en las que no se maneja el cuerpo.”
El encuentro, que contó con la adhesión de Gabriela Alegre y María Rachid, estuvo coordinado por Veronika Arauzo, presidenta de la Asociación de Profesionales del Sexo de Catalunya, quien evaluó que el nombre que tiene su agrupación permite entrever que en Europa ya no sólo se pudo lograr que se reconozca el trabajo sexual, sino que este debe ser ejecutado por profesionales.
Georgina Orellano, secretaria general de AMMAR (Asociación Mujeres Meretrices de la Argentina), contó que la organización abrirá un centro para discapacidad en articulación con otras organizaciones y que ya hay una persona del directorio capacitándose en estas cuestiones. “Es una compañera que tiene mucha paciencia y recibe a las madres que vienen a pedir ayuda con sus hijos, casi siempre adolescentes”, explicó Orellano. Las madres en cuestión, dijo, se pasan horas explicándole a las integrantes de AMMAR las dificultades que tienen para trabajar con la sexualidad de los chicos, muchas veces en absoluto silencio, sin comentarlo siquiera con sus parejas. “Una compañera nos contaba la vez pasada que la madre de un chico le pagó una hora en la cual el chico sólo le acarició la piel. Le preguntamos al Equipo de Salud de la organización y ahí nos enteramos de que la sexualidad también es eso.”
Pero no es sólo una cuestión de madres preocupadas: “El año pasado tuvimos muchas consultas de clientes que preguntaban si teníamos un directorio de departamentos con rampas”, contó Orellano. “Son personas a las que se les dificulta ir a un departamento privado a tomar un servicio sexual por imposibilidades motoras, eso se nos escapa de las manos, nuestra reivindicación es el reconocimiento del trabajo sexual y desde allí transparentar los servicios de asistencia sexual a las personas con distintas discapacidades”, concluyó.
TIEMPO ARGENTINO