16 Aug Pharrell Williams: “Cuando ellas lideren el mundo, quiero haber estado del lado correcto de la historia”
Por Quino Petit
Pharrell Williams convierte en oro todo lo que toca. Es el hombre del momento en el negocio global de la música Valedor de los éxitos ‘Get Lucky’, de Daft Punk, y ‘Blurred lines’, de Robin Thicke, con los que ha conquistado el Grammy al mejor productor de 2013, vuelve a la carga con disco en solitario Esta es la crónica de un tenso encuentro con él en Londres, donde habla de sus canciones, de las mujeres, de su famoso sombrero y de por qué, al contrario de lo que él hizo, le gustaría que su hijo fuese a la Universidad ¿Quién diablos es Pharrell Williams? ¿El guaperas cool y megaenrolladoque derrocha belleza y juventud eternas mientras menea el esqueleto al son de la primera audición pública de los temas de su nuevo álbum de estudio y narra con extrema simpatía las anécdotas que rodean a cada una de sus canciones, o el desafiante cuarentón que al día siguiente apenas tiene fuerzas para mantenerse sentado en un sofá y pone cara de quién me mandaría a mí hablar con periodistas? ¿El hedonista bailongo rodeado de bellas chicas ligeras de ropa que canta con sorna junto a su colega Robin Thicke el estribillo de Blurred lines, tachada de sexista por frases como “eres la zorra más caliente de este sitio”, o el hombre con cara de circunstancia que meses después de aquel polémico éxito musical del verano entona un discurso a favor de los derechos de las mujeres ante un centenar de cronistas internacionales convocados para conocer su última creación en solitario? ¿Ángel o demonio? ¿Seductor nato o pasota incorregible? Seguirle la pista durante veinticuatro horas permite ver algunas de las más extremas mil y una caras del rey Midas del pop contemporáneo. Porque si hay algo fuera de toda duda es que Pharrell Williams es el hombre del momento en el negocio global de la música. El pasado verano puso a medio mundo a danzar al son del ya citado pelotazo Blurred linesque orquestó para Robin Thicke, y al otro medio, al ritmo del megahit Get lucky, coproducido con la leyenda guitarrera del funk Nile Rodgers para el sonado regreso discográfico de los robóticos Daft Punk y en el que brilla su cotizada y sedosa voz al servicio de la causa. El valedor de estos dos grandes himnos mainstream, que le han reportado el reciente Grammy al mejor productor de 2013, reconoce hoy que aquellos éxitos tuvieron mucho que ver con la posterior llamada que recibió a finales del año pasado desde el mismo sello con el que Daft Punk había firmado su último disco. Y así fue como Columbia, filial de Sony, le propuso volver a encerrarse en un estudio. Pero en esta ocasión para concebir un long playexclusivamente suyo, suceso que no tenía lugar desde hace casi ocho años. La cifra del fichaje-estrella, como contará Williams a este periodista, “es algo que sí podría saberse, aunque probablemente se trate de un asunto insignificante; hace años habría dicho ‘¡oh, sí!’, pero eso no es lo importante para mí ahora mismo. Dejémoslo en que han sido muy generosos…”. Teniendo en cuenta lo que el señor Williams ha supuesto desde el cambio de milenio hasta nuestros días como prolífico productor y compositor de una dilatada nómina de artistas, que van desde monstruos como Michael Jackson hasta Madonna, pasando, entre otros muchos, por Justin Timberlake y Shakira, o los raperos Jay-Z y el inefable Snoop Lion –antes conocido como Snoop Dogg, quien durante una descacharrante conversación con él perpetrada recientemente en su canal de YouTube (GGN) le agradecía haberle descubierto que, más allá del gansta-rap de sus orígenes, su música “también podía llenarse de vida”–, solo puede catalogarse de privilegio formar parte del centenar de cronistas congregados en la sede londinense de Sony para escuchar los sincopados compases de su nuevo álbum. Una performance con los comentarios en directo del propio artista celebrada una semana antes de su lanzamiento, el pasado lunes, 3 de marzo. Girl, la nueva criatura de Pharrell Williams, estaba prevista para mayo. Pero la compañía discográfica aceleró estrepitosamente el proceso de su salida al mercado para que coincidiera con el día siguiente a su actuación en la reciente gala de los Oscar de Hollywood. Una ceremonia donde también tuvo lugar el desenlace de su candidatura a la estatuilla dorada por la mejor canción original en la que competía por Happy, banda sonora de Mi villano favorito 2 y uno de los 10 temas del álbum que ya ha vendido como single más de un millón de copias digitales.La tentación era demasiado fuerte para no aprovechar el tirón de los Oscar en el despegue de Girl, más si cabe después del revuelo que Williams montó en el Staples Center de Los Ángeles (California) el pasado 26 de enero al presentarse en la gala de los Premios Grammy tocado con un formidable sombrero marrón de grandes proporciones que se convirtió en la sensación de la noche e incendió Twitter con comentarios como el del reputado gurú de la moda André Leon Talley, quien no dudó en catalogar el sombrero de marras como “brillante” y a Williams como el mejor vestido del evento. Poco tardó en nacer una nueva cuenta de Twitter dedicada al complemento que a la mañana siguiente atesoraba más de 16.000 seguidores. Y de esa misma guisa, con otro modelo similar sobre su cabeza, pero de color gris, este creador de tendencias planetarias que convierte en oro todo lo que toca hace entrada a media tarde de un jueves en una cálida sala de la sede londinense de Sony donde escucharemos los cortes de Girl junto a él y otro centenar de periodistas, un par de máximos ejecutivos de la compañía, la guapísima esposa de Williams y una encantadora fan de nombre Queen que toma asiento en primera fila. La audición transcurre como si estuviéramos en el cómodo salón de una casa, aderezada con los estupendos bailes en directo del artista y sus comentarios entre tema y tema. Con ustedes, la cara más carismática y amable de Pharrell Williams. Calzado con unas Adidas blancas pintarrajeadas por él mismo y vestido con unos vaqueros con el talle bajo el trasero (convenientemente tapado con calzones) y una camiseta blanca con el logo de su marca de ropa Billionaire Boys Club (club de los muchachos billonarios), da rienda suelta con cada sexy movimiento de cabeza a su sombrerazo y va anunciando a los artistas que han concebido con él estos temas. Los nombres van, entre otros, desde las voces de la princesa del ¬twercking Miley Cirus –“mi hermana pequeña”, según Williams–, Justin Timberlake y Alicia Keyshasta las potentes cuerdas de Hans Zimmer con las que arranca el disco y que van apareciendo esporádicamente a lo largo del mismo entre bajos y percusiones al más puro estilo clásico R&B. Diez canciones en total que destilan una producción exquisita y que incluyen la ya famosísima Happy,que Williams ha convertido en un espectacular videoclip de 24 horas donde cientos de habitantes anónimos de Los Ángeles danzan por la calle alternando con famosos como el exjugador de los Lakers Magic Johnson, y que representa una de las mejores inyecciones de buen rollo de los últimos tiempos en su versión condensada de cuatro minutos. “Desde el primer momento supe que este disco se llamaría Girl”, explica Williams. “Son ellas, las mujeres, lo más importante de mi carrera. Actualmente no ga¬¬nan lo mismo que los hombres y todavía sufren discriminación en muchas partes del mundo. Pero cuando todo esto cambie, cuando las que lideren el mundo sean ellas, y ellas presidan las naciones, quiero poder haber estado en el lado correcto de la historia”. Ese fue el mensaje de la velada. Williams se esmeró en dejarlo claro a la audiencia mostrando la mejor versión de sí mismo. Veinticuatro horas más tarde, su encantadora sonrisa había desaparecido. Incluso la delicada piel negra de su rostro, que le hace parecer 10 o 20 años más joven a sus casi 41, parecía exhausta y descolorida. Los enviados especiales iban saliendo desolados paulatinamente de la suite 730 del muy lujoso Corinthia Hotel London por no haberle podido sacar más que monosílabos. Bien entrada la tarde-noche, este periodista fue el penúltimo del día en acceder a la habitación donde Williams afrontaba el fin de una larga jornada que comenzó, según explicaron después fuentes de la compañía discográfica, a las cuatro de la mañana para ultimar algunas mezclas del álbum y continuó con intervenciones televisivas, mesas redondas con corresponsales y una larga ronda de entrevistas promocionales cara a cara. Nos recibe levantándose a duras penas de un gran sofá que preside el salón, convertido en improvisado estudio de televisión, y tras un fuerte apretón de manos suelta un bostezo tipo león de la Metro Goldwyn Mayer. Con ustedes, la versión fuera de combate de Pharrell Williams. Tras sentarnos a su lado en el sofá y decirle que venimos de España, donde alguna de sus canciones sería una buena receta para levantar los alicaídos ánimos contemporáneos, y después de que él comente que “España es un país hermoso, con gran historia, que, tú sabes, ha dejado su huella en todo el planeta”, entramos en materia acerca de su discurso de la noche anterior. –Ayer, tras aclarar que esta nueva obra está dedicada a las mujeres, hizo un alegato en defensa de sus derechos y manifestó la intención de estar en el lado correcto de la historia cuando estos se materialicen. ¿Está tratando de limpiar la imagen sexista con la que le han asociado por haber concebido con su colega Robin Thicke la polémica canción Blurred lines? –En absoluto. No hay apología en mi nuevo disco. Pero, por otra parte, lo que siento es lo que comenté con vosotros ayer, ¿sabes? Ese papel actual de las mujeres y cómo la sociedad está tan descompensada en el trato hacia ellas. Se ve en esa gente que intenta, por ejemplo, decir a las mujeres cuándo pueden abortar y cuándo no. –Eso es justo lo que los políticos que gobiernan en España están intentando ahora. –¿Pues de dónde vienen esos políticos? Del puente dorado de una mujer. Así que, ¿cómo pueden decirle a una mujer lo que tiene que hacer con su cuerpo? Un hombre puede contribuir a la humanidad, pero nosotros no tenemos esos puentes dorados. Ellas son la piedra angular de la humanidad. Pone cara de chico malo para apuntalar su parlamento. Pero no hay drama en su biografía. No es un chico del gueto salvado por la música. Hijo de una profesora hoy retirada y de un operario que hoy restaura coches antiguos, nació en la primavera de 1973 en Virginia Beach (Estados Unidos). “Mis padres son afroamericanos”, apunta con la misma cara de tipo duro al mencionarle los rumores que circulan por la web sobre el supuesto origen filipino de su madre que podría explicar la finura de su rostro y los ojos rasgados. Fueron sus padres quienes le enviaron a un campamento musical de verano tras observar las dotes del pequeño Pharrell, alias Skateboard-P, para la percusión. Así fue como conoció a su compadre Chad Hugo (este sí, de confirmado origen asiático-estadounidense), con el que fundó de adolescente The Neptunes y comenzó a funcionar en el negocio sin haber acabado todavía el instituto. No llegó a pisar la Universidad. “Mi universidad iba a ser la vida. Mis profesores fueron otros músicos, situaciones y momentos. Y mi examen de acceso a esa universidad fue la concienciación, aquella mañana en la que me levanté y tuve la intención de aprender en cada momento. Fue cuando entré en esta industria con mi amigo Chad, algo que ocurrió muy pronto en nuestras vidas”. Muchos años después de haber redefinido con su colega Chad las bases delhip-hop y el R&B entre finales de los noventa y el cambio de milenio, saboreando hoy las mieles del éxito, le preocupa que su hijo, Rocket Man Williams, que tiene cuatro años y es fruto de su relación con Helen Lasichanh, con quien se ha casado recientemente, sí continúe por una senda más académica que la suya. “Por supuesto, quiero que él vaya a la Universidad. Cada uno recorre su propio camino, pero quiero que él tenga la mayor información posible para recorrerlo y tomar sus propias decisiones”. Mientras habla resulta imposible no dirigir la mirada hacia el sombrerazo que cubre su cabeza. Es el mismo modelo que el de la gala de los Grammy, pero en color rosa fucsia. Aquella misma mañana había sacado a subasta benéfica el de color marrón que lució por primera vez a finales de enero. La puja arrancó en 200 dólares y a mediodía superaba los 10.000. Convencido de que impondrá el llamativo accesorio como tendencia global, explica: “Este sombrero representa la individualidad. Te diré que no solo a mí, sino que muy pronto vas a ver a muchos más llevándolo. Vas a ver la individualidad por todas partes, a mucha gente expresando que lo que te hace diferente es lo que te convierte en especial”. De momento, la página web de la diseñadora británica Vivienne Westwood anuncia disponibilidad para finales de marzo de modelos de este sombrero de montaña que la tienda Worlds End Store fabrica a mano para ella desde 1980 y que se presentó por primera vez en el desfile de otoño-invierno de 1982 titulado por Westwood Nostalgia of Mud Collection (Nostalgia del barro), inspirada en las mujeres peruanas andinas que llevaban grandes sombreros y bailaban con sus bebés a la espalda y que contó con la inestimable colaboración del músico y empresario Malcolm McLaren. Pero más allá del impacto que esta prenda ha vuelto a tener gracias a Pharrell Williams, lo interesante en términos comerciales es que él es una marca global en sí mismo. Ocupa el decimocuarto lugar en la lista Forbes de los 20 raperos mejor pagados del mundo, con unos ingresos en 2013 estimados en nueve millones de dólares. Lo mismo estampa su nombre en una línea de joyas para Louis Vuitton que en otra de muebles para Domeau & Pérès. También es cofundador de las líneas de ropa Billionaire Boys Club y Ice Cream Clothing, así como creador de la firma I Am Other, con un canal en YouTube sobre música, moda, arte y entretenimiento. Mencionarle el episodio por el que el rapero Will I Am le acusa de supuesto plagio por usar en su marca el término ‘I Am’provoca en Pharrell una cara de mucho, pero que mucho, cabreo. Y pronuncia con rostro amenazante a su interlocutor una respuesta que recuerda a las de los míticos enfrentamientos en el negocio del hip-hop en los noventa. “No le conozco. Que Dios le bendiga”. La tensión termina de dispararse al preguntarle por su mansión de Miami, donde aún mantiene un halfpipe que hace honor a su alias, Skateboard-P,y sobre la que han salido recientes anuncios públicos de venta. Confirma que no tiene intención de mudarse del paraíso de Florida, y acto seguido decide parar la entrevista. –Aún no he vendido mi casa, pero… ¿Qué tienen Will I Am y esto que ver con mi disco? –Tiene que ver con todo lo que usted hace, con su vida y con su carrera. –Vale. Eres un tío superintuitivo, y tus preguntas me están resultando interesantes y diferentes, pero no sigamos con más asuntos de este tipo. Volvamos a elevar la conversación. –Intentémoslo. –Sí, señor, intentémoslo. –Llegados a este punto, ¿se siente como el tipo que maneja el cotarro del negocio global de la música? –Es la gente la que maneja el cotarro. No te equivoques. Yo hago una canción, pero ellos han de responder. La gente tiene el poder. ¿Quién elige a un presidente? –Sería muy interesante analizar eso a fondo. Hay lobbies, intereses oscuros… –Pero en la mayoría de los países es la gente la que lo hace. La razón por la que una compañía es boyante es porque la gente responde a sus productos. Y lo mismo pasa en este negocio. La gente es el mayor poder aquí. –Y eso es una presión añadida. ¿Se ve en este negocio dentro de 10 o 20 años? ¿No está cansado de toda la parafernalia que le rodea? –Por supuesto que esto es algo para toda la vida. Nunca me siento cansado de algo como descubrir una nueva melodía. La música es algo que puede hacer que personas distintas entren en una habitación y todas puedan sentirse tocados por ella. Se trata de algo poderoso, pero si hay algo todavía más grande que eso es la respuesta humana que provoca. Dicho esto, la mujer que supuestamente fiscalizaba la conversación –más bien atenta a su teléfono móvil– avisa de que han pasado 22 minutos y hay que abandonar la suite 730 para dejar paso a otro periodista. El artista se despereza sobre el sofá, a modo de despedida, para terminar a duras penas algo que consiste en hablar de sí mismo y que tiene pinta, al menos hoy, de gustarle muy poco. Tomar después alguna cerveza e intercambiar impresiones con otros colegas en el hall del hotel Corinthia permite certificarlo. Por allí veremos pasar media hora después a Pharrell Williams tocado con su sombrerazo rosa fucsia. Muestra la misma cara de entre agotamiento y enfado de unos minutos atrás, pero en cuanto le para una seguidora con su hija pequeña para pedirle una foto con él, su sonrisa volverá a lucir radiante y su piel volverá a brillar con ese tono de ébano que le hace parecer más joven. Será solo un destello, porque acto seguido pasará por la mesa donde los plumillas apuran sus copas y saludará con un fúnebre “gracias por lo de hoy, tíos”, antes de meterse con su esposa y su séquito de asistentes, chóferes y guardaespaldas en una caravana de furgonetas Mercedes de color gris metalizado y cristales tintados de camino a la gélida y ventosa noche londinense. Además del incuestionable gran músico que es, dicen de él que hoy por hoy es el hombre más cool del planeta. A tenor de lo visto puede que, en realidad, su carácter sea el de un gran actor. O quizá sea todo lo contrario: simplemente, un tipo con muchas caras que no puede evitar mostrarlas con total naturalidad según se encuentre en cada momento. Y eso también es muy cool.
FUENTE: LA NACIÓN