01 Aug Nostalgia geek: las tecnologías en desuso atrapan a los coleccionistas
Por Ariel Torres
¿Cómo nacen las tradiciones? Los estudiosos podrían tener un invaluable caso testigo en las nuevas tecnologías. Más de 30 años después del nacimiento de la computadora personal de IBM y la Commodore 64, casi 40 años después de que apareciera la disruptiva Apple I, la cultura geek acumula todo lo que constituye una tradición. Tiene mitos y tabúes. Tiene clásicos y costosos incunables. Tiene veteranos que exhiben cicatrices de batallas virtuales y vistosas medallas.
Tiene, en suma, eso que no le falta a ninguna tradición: cierta cuota de añoranza por los tiempos idos. De hecho, en estos días estamos ante un auténtico pico de nostalgia. ¡Hasta regresó el ICQ! A quienes tienen menos de 30 años, estas siglas quizá no les digan nada. Pero fue el primer mensajero instantáneo, el abuelo del Messenger y el tatarabuelo del Whatsapp. Nos enseñó a tener amigos a distancia, como Facebook, sólo que mucho antes de Facebook.
El ICQ, cuyas siglas suenan, en inglés, como I seek you (te busco), fue creado en 1996 por la empresa israelí Mirabilis. Y no nació como un mensajero, sino como una suerte de buscapersonas online.
En esa época nos conectábamos a Internet por medio de rudimentarios módems analógicos. El servicio era, además, medido; por lo tanto, no estábamos todo el tiempo online, como ahora. La función del ICQ era avisarnos (con su bufonesco ringtone que los veteranos no podrán olvidar) cuando algún amigo se había conectado. También permitía mandarle mensajitos, una especie de chat en cámara lenta.
Fue una idea genial y el ICQ se volvió inmensamente popular. Por eso, la todopoderosa America OnLine, en el apogeo de su fortuna, adquirió Mirabilis por más de 400 millones de dólares en 1998. Nació así otra tradición, la de gastar fortunas en compañías minúsculas. El resultado no fue bueno. En 1999 Microsoft lanzó el MSN Messenger y en poco tiempo se había quedado con la parte del león de un mercado que se probaría clave.
Los que usaron el ICQ se podrán sentir auténticos pioneros, pero lo cierto es que este mensajero vino a asistir a los novatos, los que no conocían ni Unix ni el IRC. ¿El IRC?
SIN NOVEDAD EN EL FRENTE
En 1988, el finlandés Jarkko Oikarinen diseñó la primera red de chat para la Red. La llamó Internet Relay Chat o IRC. Faltaban un par de años para que el acceso público a la red de redes llegara al público en general, pero cuando esto ocurrió el IRC, que tenía una estructura distribuida y muy bajos requerimientos de hardware, software y ancho de banda, nos dio la primera mirada a los cambios extraordinarios que se venían.
Cualquier veterano lo sabe: no fue ninguna novedad el que nos enteráramos primero por Twitter de la operación encubierta de Estados Unidos que terminaría con la muerte de Ben Laden. Veinticuatro años atrás, los usuarios de IRC lograron atravesar la censura que se aplicó a los medios tradicionales en al menos dos ocasiones. Durante la Guerra del Golfo, en 1990, y durante el intento de derrocar a Mikhail Gorbachov, en 1991. Cierto, el IRC no tenía el alcance de Twitter o Facebook para organizar movilizaciones; sólo había unos cuantos miles de personas online en esa época; hoy hay casi 3000 millones, y sólo Facebook tiene más de 1200 millones de suscriptos activos. Pero en los 90 vencer la censura fue un éxito rotundo para la recién nacida aldea global. Esos usuarios escribieron la historia en tiempo real desde sus ventanas de chat. No es casual que el haber sido partícipe activo del IRC sea ahora algo así como una prestigiosa medalla.
Respecto de los módems analógicos, aquel peculiar ruidito que hacían al conectarse sigue siendo motivo de melancólicas memorias para los veteranos de la Red. Sí, cierto, eran conexiones horriblemente lentas. ¡Pero éramos tan jóvenes por entonces!
Todo tiempo pasado fue mejor, también en tecnología. Hasta los virus eran, hace 20 o 30 años, ingenuos y hasta simpáticos. Mostraban una calavera. Sonaba la marcha fúnebre. Borraban el disco duro. Eran cosa de rebeldes.
Ahora no es así. Ahora los virus son furtivos malandrines digitales cuya única meta es la de robar nuestra contraseña del banco.
JUEGUITOS PARA SIEMPRE
Cuando el departamento de dos de los personajes de la serie de TV The Big Bang Theory es asaltado, la principal preocupación del impagable Sheldon Cooper es recuperar su colección de videojuegos, cuyos títulos enumerará minuciosamente al estupefacto oficial de policía.
Es que los jueguitos constituyen, gracias al vínculo lúdico y emocional que nos une con ellos, la sustancia más entrañable de la morriña geek. Todas las generaciones de videojuegos, desde los primeros, que no tenían imágenes del todo, hasta los del año pasado, inspiran una evocación afectuosa.
Ahora, por ejemplo, está muy de moda la estética de los videogames de 8 bits. Super Mario Bros, por ejemplo, nació como un videojuego de 8 bits, y se convirtió en el título más vendido de la historia.
Los 8 bits se refieren al tipo de cerebro electrónico que usaba aquella tercera generación de consolas de videojuegos, la que marcó el inicio de una práctica que hoy forma parte inseparable de la cultura urbana.
Los gráficos pixelados y sin mucho detalle de las consolas de 8 bits podrían parecer rústicos frente a las hiperrealistas escenas de la Play. Pero no. Por el contrario, esas líneas en serrucho, sus colores básicos y los escenarios en galerías bidimensionales son reverenciados hoy por los veteranos y explotados hasta por los diseñadores de ropa.
Una corbata con estampado de 8 bits se vende a 20 dólares en el icónico sitio ThinkGeek.com, lo mismo que una petaca con la forma de la GameBoy, la taquillera consola portátil de Nintendo. Un trago para ahogar la añoranza, digamos.
Si la mayoría de aquellas consolas de la década del 80 ya no funcionan, no importa. Hay emuladores de los sistemas de Nintendo, Atari y Sega para todas las plataformas: Windows, Mac, Linux y hasta Android.
Pero otros no se conforman con recordar los buenos viejos tiempos en sus pantallas LED de alta definición. Quieren la cosa real. No es barato, pero se puede. Hace algo más de un mes, una gigantesca colección de videojuegos compuesta por 11.000 títulos salió a subasta. Un comprador anónimo se quedó con todo a cambio de 750.250 dólares. El vendedor, Michael Tomasson, había comenzado a acaparar títulos en 1982.
Así es, como toda tradición, la tecnología tiene sus incunables. En mayo de 2013 un ejemplar de la primera Apple, lanzada en 1976 a 666,66 dólares, se subastó en Christie’s y terminó vendiéndose por 663.000 dólares. ¿Los vale? Obvio.
Sin proponérselo, el otro gigante, Microsoft, creó el clásico de clásicos: Windows XP. Vigente durante increíbles 13 años, el mayor tiempo en el mercado de un producto informático, es sinónimo de computadora personal. La eliminación del menú Inicio en Windows 8 despertó la ira de los usuarios y obligó a la compañía fundada por Bill Gates a reponerlo. Es que con las tradiciones no se juega, todo el mundo sabe eso.
Hasta Napster volvió, y está ahora disponible en la Argentina vía el proveedor de Internet Speedy, de Telefónica. Napster fue el primer servicio para compartir música, fundado en 1999, con un pico de 26,4 millones de usuarios en febrero de 2001 y dado de baja en julio de ese año como consecuencia de una demanda judicial de la industria norteamericana del disco. Revivió como un servicio rentado, pero su marca todavía evoca recuerdos de tiempos idos.
Nostalgia geek, en fin. Una melancolía que parece incompatible con la vital juventud de esta industria, pero que se entiende cuando miramos hacia atrás y vemos la cantidad de tecnologías que llegaron, amamos y se fueron. Acá viene la parte en la que el lector dirá “¡Te acordás!” Porque en el altillo de la memoria han quedado -no por orden de aparición- los diskettes, la Commodore 64, los monitores CRT, el Prince of Persia, Wolfenstein 3D y Zork, el azulado Zip drive, el Nokia 1100, el DOS y Windows 3.1, el Netscape, y sigue la lista.
LA NACION