Los Emmy de los consagrados

Los Emmy de los consagrados

Por Natalia Trzenko
Ateanoche, en la 66a. entrega de los premios Emmy en Los Ángeles, Breaking Bad tuvo una despedida a la altura de su éxito. Los que apostaban a que los votantes podían inclinarse por destacar la gran temporada de Game of Thrones o romper los moldes premiando a la debutante True Detective tuvieron que guardarse sus esperanzas para el año próximo, porque esta ceremonia fue toda para la serie que cosechó millones de fanáticos en todo el mundo, rendidos a los pies del intenso universo creado por Vince Gilligan e interpretado por Bryan Cranston, Aaron Paul y Anna Gunn, todos ganadores anteanoche.
Fue una fiesta sin demasiadas sorpresas, que comenzó con Seth Meyers, el poco gracioso conductor, desarrollando un monólogo apoyado en las internas de la industria televisiva, en la pelea entre los canales de aire, los de cable y las plataformas de contenido, como Netflix. Burlándose de las emisoras tradicionales y las de cable, asustadas por los nuevos modos de ver TV, lo que Meyers y su equipo de guionistas no pudieron prever fue que esta vez la innovación tuvo que dar un paso al costado para dejarles el centro del escenario a sus hermanos mayores. A pesar de sus muchas nominaciones y de la repercusión de programas como House of Cards y especialmente la comedia Orange is the New Black, lo cierto es que Netflix fue la gran perdedora de la noche. En lugar de premiar a los nuevos, los miles de integrantes de la Academia de Ciencias y Artes Televisivas de Hollywood prefirieron destacar el trabajo de quienes ya habían ganado.
Así, Bryan Cranston rió último y rió mejor. Es que más allá de la pleitesía que todos le rendían a Matthew McConaughey, fue el primero el que se quedó con su cuarta estatuilla a mejor actor dramático por Breaking Bad. Ni todo el poder de una estrella ganadora del Oscar en el pico de su popularidad -como McConaughey-pudo con el irrompible Cranston, que además protagonizó uno de los momentos más divertidos de una ceremonia con pocas cosas positivas para destacar.
Entusiasmado por el triunfo de la genial Julia Louis-Dreyfus en la categoría de mejor actriz de comedia -su tercer Emmy consecutivo por Veep, y el quinto de su carrera, sumando los que ganó por Seinfeld -, Cranston se levantó de su asiento para besar apasionadamente a la comediante, con la que ya había compartido un abrazo similar hace años en la ficción de Seinfeld cuando ella era la protagonista y él, apenas un actor invitado.
A la hora de los premios, por más conocedores que sean los pronosticadores de ocasión, nunca se puede estar seguro de lo que sucederá cuando se abra el sobre. Tantos estaban convencidos de que la comedia del año había sido Orange is the New Black que no se detuvieron a pensar que Modern Family siempre da batalla. Y anteanoche no fue la excepción. De hecho, se llevó el premio a la mejor comedia por quinto año consecutivo, una marca con la que igualó al clásico Frasier, una sitcom de aquellos tiempos en los que HBO y el resto de los canales premium apenas empezaban a ocupar espacios. Fue años antes del dominio total que, para algunos, se terminó anteanoche, cuando HBO vivió una de las grandes decepciones de la noche al quedarse fuera de las categorías principales (más allá del premio para Louis-Dreyfus), aunque fue la emisora que más premios consiguió, con 19. Si hasta perdió en aquellas donde siempre arrasa. No hubo suerte para Julia Roberts, Mark Ruffalo y Ryan Murphy, todos nominados por el muy flojo telefilm The Normal Heart, que sí ganó en su rubro.

TIEMPO DE REVANCHA
Julianna Margulies, la protagonista de la excepcional The Good Wife, subió al escenario para llevarse el merecido premio a la mejor actriz en serie dramática y aprovechó para poner en claro dos puntos fundamentales en la industria televisiva actual.
“Es un gran momento para las mujeres en la TV. Y para confirmarlo está la lista de nominadas esta noche. En realidad este premio les pertenece a Robert and Michelle King; a todos nuestros guionistas que nunca me dejan de sorprender, aun haciendo 22 episodios por año”, comentó la actriz refiriéndose a la diferencia entre las señales de aire y el cable, que suele producir series con un máximo de 13 capítulos por temporada.
Más allá de los conflictos y el incierto futuro de la TV, en la ceremonia de anteanoche lo mejor fue la mirada al pasado. Especialmente cuando Billy Crystal realizó un emotivo e inteligente homenaje a su gran amigo Robin Williams.
“Es muy difícil hablar sobre él en tiempo pasado porque siempre estuvo tan presente en las vidas de todos nosotros”, resumió el comediante mientras corrían las lágrimas de un lado y otro de la pantalla.
LA NACION

Tags: