Lauren Bacall: Una magnética presencia en la pantalla

Lauren Bacall: Una magnética presencia en la pantalla

Por Fernando López

Estilo. Es la primera palabra que se asocia con la imagen de Lauren Bacall, la legendaria estrella de la época dorada de Hollywood que falleció anteayer, a los 89 años, en su domicilio de Nueva York. Por encima de la seductora ronquera de su voz curtida a tabaco, de la sugestiva elegancia de su porte y sus movimientos, de la mirada penetrante de sus ojos verdeazules, de su belleza única, libre de cualquier estereotipo y reflejo de su personalidad y de su sensualidad natural; el estilo que seguramente habrá cautivado a Humphrey Bogart desde que Howard Hawks la puso en su camino durante el rodaje de Tener o no tener en 1944 y contribuyó sin saberlo a la formación de una de las parejas más legendarias de la Meca del Cine. Hay quienes dicen que no fue Hawks, sino su propia esposa, Nancy, la que la descubrió en una cubierta de Harper’s Bazaar (por ese entonces la chica se ganaba la vida como modelo, aunque también había cursado estudios de arte dramático) y, conociendo bien los gustos de su marido, se lo comentó. No se equivocó. La adolescente, que había nacido el 16 de septiembre de 1924 en Nueva York y era hija única de una familia judía de inmigrantes polaco-rumanos, todavía se llamaba Betty Bacall (la madre había decidido abandonar el Perske original una vez que su marido las abandonó), fue invitada a cruzar el país para asistir a una prueba en los estudios californianos. Se cuentan distintas versiones sobre los nervios que sufrió cuando se filmó la famosa escena en la que entraba a pedir fuego a un Humphrey Bogart, que la miraba de cerca. Ella contó que al conocerlo: “No hubo un relámpago ni estruendo de truenos, apenas un sencillo «¿Cómo estás?»”. Pero en el primer día de rodaje sus manos temblaban tanto que no podía hacer la escena. “«Al final de la tercera o cuarta toma» -recordó en su autobiografía By Myself- me di cuenta de que la única manera de evitar que mi cabeza temblara era mantener la barbilla baja, casi pegada a mi pecho, y levantar los ojos hacia Bogart. Funcionó y ése fue el comienzo de La Mirada”. Desde entonces Lauren, como la rebautizó Hawks, alteró el sueño de muchos norteamericanos. Como ha dicho Kim Basinger, “Lauren Bacall fue una leyenda desde el principio”. En cuanto a la pareja, dio origen a un vertiginoso romance, que terminó en casamiento al año siguiente y al que no le faltaron unas gotas de escándalo: Bogart estaba casado con su tercera esposa, la actriz Mayo Methot, de la que se divorció, y tenía 45 años; la novia, 20. Bacall siguió siendo la femme fatale del cine negro junto a Bogart. Hawks los volvió a dirigir en The Big Sleep (Al borde del abismo); Delmer Daves, en Dark Passage (La senda tenebrosa); John Huston, en Key Largo (Huracán de pasiones) Y aunque después de la boda trabajó al lado de otras estrellas -con Betty Grable y Marilyn Monroe- en Cómo pescar un millonario, de Jean Negulesco; con Rock Hudson en Palabras al viento, de Douglas Sirk, y con Gregory Peck, en Designios de mujer, de Vincente Minnelli-, prefería dedicar más tiempo a su matrimonio (del que nacieron dos hijos, Stephen y Leslie) que a su carrera. “Le había prometido que así lo haría, ya que tenía mal recuerdo de sus matrimonios con actrices”, recordó. Sólo los separó el cáncer que se llevó a Humphrey en 1957. Lauren, por su parte, sólo volvió a casarse una vez, un matrimonio con Jason Robards que duró ocho años y del que nació un tercer hijo, Sam. Tras la muerte de Bogey, su carrera cinematográfica declinó, pero, en cambio, a partir de 1959 fue Broadway el que le dio la bienvenida y allí obtuvo varios grandes éxitos, entre los cuales algunos como Flor de cactus duraron varias temporadas (1965-1968). El musical Aplausos (1970-1972) le dio su primer Tony. El segundo vendría en 1981, con La mujer del año. Como escribió un cronista de la época: “Con su luminosa aparición en la escena, Lauren Bacall ha dejado de ser una ex estrella del cine para convertirse en una gran estrella del teatro”. Solamente una vez fue candidata al Oscar: a la mejor actriz de reparto, por El espejo tiene dos caras, en la que encarnaba a la madre de la protagonista y directora, Barbra Streisand. Pero Hollywood remedió ese descuido cuando en 2010 le dio un Oscar honorario en reconocimiento a su trayectoria. Hace ya mucho tiempo que quienes en principio pusieron en duda las virtudes de Bacall como actriz y la consideraban apenas como la compañera de Bogart habían comprobado su versatilidad. Ahí están, por ejemplo, sus trabajos en Harper, con Paul Newman; en el elenco multiestelar de Crimen en el Expreso de Oriente; en El tirador, donde acompañaba a John Wayne en el que sería su último papel, o en la relativamente más reciente Dogville, de Lars von Trier. De todos modos, más allá de su nutrida filmografía y de sus aplaudidas actuaciones en el teatro y en la televisión (intervino en Los Soprano), la gente, sobre todo en su país, nunca dejó de identificarla con Humphrey Bogart. “Y yo no reniego ni renegaré nunca de ello -dijo cuantas veces se lo hicieron notar-: él fue el gran amor de mi vida.”

FUENTE: LA NACIÓN