Las lecciones de San Pablo, el maestro del retweet

Las lecciones de San Pablo, el maestro del retweet

Por Juan Ramiro Fernández

Las redes sociales y la posibilidad de las comunicaciones móviles: son un invento antiguo. Cuentan con unos 2.000 años de antigüedad, (saquen o pongan un siglo más o menos). Pocas organizaciones fueron tan eficientes como el Imperio Romano. Enorme, con una extensión que ocupaba todo el mundo conocido de ese entonces, la única forma de enterarse qué ocurría era a través de cartas y mensajes. Los ciudadanos que podían pagarlo tenían esclavos llamados ‘tabellarii’. Su función era llevar de un lugar a otro las ‘tabula cerata’: unas tablillas rectangulares en las que se escribía un mensaje en la cara encerada. Al recibirlo, el destinatario borraba con una mano el mensaje original, escribía la respuesta y el pobre tabellarii debía emprender la vuelta. De alguna manera, cuantos más tabellarrii se tuvieran, mejor “ancho de banda”, porque más mensajes podían ser enviados y recibidos. ¿Suena conocido? Mensajes cortos, instantáneos (o el concepto de instantáneo del Imperio Romano) y escritos en un plataforma rectangular, no más grande que un cuaderno. ¡Habemus iPad et Whatsapp! Y si vamos un poco más atrás, tenemos las ‘ostracas’, pedacitos de arcillas rotas, en las que se enviaban pequeños mensajes que -por el tamaño de arcilla rota- no podían ser muy largos. De hecho, como de 140 caracteres. Era con estas ‘ostracas’ que se hacían las votaciones en Atenas cuando se debatía si alguien debía ser condenado al exilio. Todo el mundo escribía el nombre de la persona juzgada y si se alcanzaba la mayoría simple, era expulsado de la polis. De ahí que, quien era condenado por lo que decían las ‘ostracas’, era condenado al ostracismo. Y si nos acercamos un poco más en el tiempo, San Pablo era el maestro del retweet. Cuando escribía sus ‘Epístolas’, lo que buscaba era que sus cartas fueran no sólo recibidas por los destinatarios, sino que fueran a su vez copiadas y enviadas a otros grupos. Y no hablemos de escribir en nuestro muro. Antes del muro de Facebook, existía, por ejemplo, el muro de Pompeya. Ahí, las personas escribían lo que sentían y pensaban. Y eran cosas tan importantes como las de la actualidad. Algunos ejemplos reales: “Gané, a los dados, 8.522 denari, en Nuceria- buen juego; “El 19 de abril, hice pan, “El hombre con el que estoy cenando es un bárbaro” o “Atimetus me dejó embarazada. No sabemos si Atimetus se hizo cargo de su hijo (admito que me dio curiosidad retroactiva de unos 2.000 años) pero lo que sí queda claro es que la necesidad de comunicarse es inherente al ser humano. Casi podríamos hablar de un “cerebro social”. Hay una relación entre el tamaño del neo-córtex y los tamaños de los grupos de diferentes simios (por cierto, según esta relación el número máximo de personas con las que efectivamente podemos manejar una relación es de 148 o 150, para redondear).

ADAPTAR A LA EMPRESA

Está claro que somos seres sociales y siempre hemos hecho uso de herramientas para comunicarnos más eficientemente, rápidamente y claramente. De hecho, existen dos clases de medios sociales: los que circulan horizontalmente (Twitter, Facebook) y los que circulan vérticalmente. Y si bien estamos muy acostumbrados a la segunda manera de transmisión de la información (la línea de tiempo imprenta-diario-radio-televisión) no podemos dejar de pensar que -en la escala de la historia- las estructuras verticales son una anomalía, una curiosidad que -sociólogos del siglo XXXXVII- podrán llamar “el corto período en el cual muy pocos hablaban y una gran mayoría escuchaba silenciosamente”. Esto nos lleva a tratar de entender este cambio dentro de la empresa. ¿Debo permitir que todo el mundo use Twitter? ¿Qué hago con mi marca? ¿Cómo es la estrategia que debo llevar adelante en Facebook? ¿Y Pinterest? ¿Permito el uso de redes sociales a mis empleados en horario de trabajo? ¿Lo promuevo? ¿Y si el social networking se termina transformando en social NOTworking? Movilidad y redes sociales, mensajeros y mensajes: tenemos que entender que todo ha cambiado para que nada cambie. Y que este viejo nuevo escenario nos plantea desafíos impensables hace pocos años. ¿Qué valor aporta el acceso a la información, en el proceso de innovación de mi marca? ¿Qué oportunidad de mejora conlleva el ida y vuelta con el consumidor? En resumen: tenemos que adaptar nuestras empresas, nuestros servicios y medios de comunicación a -no ya algo nuevo- sino a ser lo que siempre fue: un sistema de horizontal de comunicación. Y si quieren seguir conversando, me pueden mandar un ‘tabula cerata’ con una ‘ostraca’ a @ramirofv. Yo les prometo que les mando un ‘tabellarii’ en cuanto pueda. En el día, seguro.

FUENTE: EL CRONISTA