13 Aug La mujer que aseguraba que la política era parte de su cuerpo
A un mes del fallecimiento de Nadine Gordimer.
Por Ivana Romero
De los centenares de entrevistas que le hicieron a Nadine Gordimer lo largo de su vida, una de las más recordadas es el diálogo que mantuvo con Jannika Hurwitt para The Paris Review a fines de los setenta. En esa oportunidad, la escritora dijo que las novelas (las historias en general) tendrían que seguir una máxima de Franz Kafka. Es decir, ser como un hacha capaz de quebrar el frío mar que existe en cada uno de nosotros. Y así, con esa potencia, Gordimer construyó una obra perdurable que le valió el Premio Nobel de Literatura en 1991. Además, se convirtió en una de las intelectuales africanas más brillantes no sólo por su narrativa sino también por su defensa de la libertad de la población negra, en abierta oposición al racismo y al apartheid. Gordimer falleció el domingo a los 90 años en su casa de Johannesburgo, mientras dormía. Así lo confirmó su familia –concretamente, sus dos hijos– en un comunicado enviado a la prensa sudafricana que se dio a conocer ayer.
Nacida en Springs, una población minera cercana a Johannesburgo, Gordimer permaneció siempre en Sudáfrica, donde se convirtió en firme defensora de la abolición del apartheid. Como figura pública y sudafricana de raza blanca, la autora consideraba que tenía el compromiso de contribuir al cambio social en su tierra. Fue miembro del Congreso Nacional Africano (ANC), la organización liderada por Nelson Mandela, aún cuando era ilegal en los sesenta. De hecho, fue una de las primeras personas con las que él quiso reunirse tras convertirse en 1994 en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica, después de pasar 27 años en prisión. Sin embargo, la autora intentó siempre que su obra fuese valorada por sí misma y no sólo por su compromiso con los problemas, deseos y retos de su país. En una de las últimas entrevistas que dio (en este caso, al diario español El País en setiembre del año pasado) dijo: “No he sido nunca una escritora política, pero la política está en mis huesos, mi sangre, mi cuerpo”.
Hija de un joyero judío lituano y de madre inglesa, durante su infancia quiso ser bailarina además de escritora, pero tuvo que abandonar la danza cuando se le diagnosticó una enfermedad cardíaca. Publicó su primer relato a los 15 años. En 1949, año en que se estableció el apartheid en Sudáfrica, dio a conocer su primer libro de relatos, Face to Face. Y luego, en 1953, la primera de sus quince novelas, The lying days. Otros libros suyos que se destacan son Un mundo de extraños, que la dio a conocer en el mundo entero; Un invitado de honor, que ganó el Premio James Tait Black Memorial en 1971, La hija de Burguer y El conservador, que obtuvo el Booker Prize en Inglaterra en 1974 y, al año siguiente, el Premio Grand Aigle d´Or en Francia. En nuestro país no resulta tan fácil encontrar su obra. En su momento, la editorial Norma editó El salto y La historia de mi hijo. Además, en 2009 Tusquets publicó uno de sus últimos trabajos, El conservador.
En 1991 obtuvo en Nobel y así se transformó en la primera mujer que recibió este galardón en 25 años. “A través de la palabra (los escritores) buscan realizar su propia lectura de la sociedad que les rodea, del mundo del cual son una parte. Es en esta indisoluble e indescriptible complicidad que la escritura siempre, y al mismo tiempo, es una búsqueda del yo y del mundo, de la existencia individual y colectiva”, dijo en esa oportunidad.
Su última novela es Mejor hoy que mañana, que en España editó Acantilado. Allí narra la historia de Steve y Jabu, un matrimonio formado por un químico blanco y una abogada negra, desde los años noventa hasta finales del 2009. Gordimer negó que esos luchadores, con Mandela a la cabeza, pecaran de “ingenuidad” en los noventa. En la entrevista otorgada a El País el año pasado explicó: “Estábamos totalmente concentrados en devolver la dignidad a los negros, en los derechos humanos, en acabar con las leyes del apartheid y en evitar una guerra civil. Sabíamos lo que hacíamos, pero no vimos qué iba a ocurrir”. Según su análisis, lo que ocurrió en estos 20 años es que a pesar de la democratización y del “triunfo de la pequeña clase media negra”, Sudáfrica presenta “una impresentable brecha social”. Consideró que el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, es “un antiguo héroe ahora misteriosamente hambriento de poder y un absoluto corrupto”, que en su opinión ilustra los “desastres de la gestión de los líderes negros”.
En el ámbito de la escritura Gordimer admiraba, entre otros, a Eudora Welty (“es la mejor narradora de historias cortas que ha existido jamás”). Y de hecho, las dos escritoras compartían un estilo escueto y pulcro. Además, en varias oportunidades consideró que el lector tenía que reconocer a sus personajes por el modo en que estaban construidos, sin que la narración estableciera jerarquías éticas o morales. “Escribió antológicos monólogos, combinó la narrativa con la crónica y el ensayo político disfrazado de ficción, y alcanzó el virtuosismo en el arte de la verosimilitud: nada jamás parece falso en sus páginas, demasiada sangre caliente mezclada con la tinta negra del manuscrito. Joyce, Camus, Proust o Tolstoi arroparon su escritura”, afirmó Javier Aparicio, crítico del suplemento Babelia, tras conocer la noticia del fallecimiento de la escritora.
TIEMPO ARGENTINO