Juan Rodó: “cuando canto mis vecinos me hacen callar”

Juan Rodó: “cuando canto mis vecinos me hacen callar”

Por Selva Fiorante
Le gusta el cine pochoclero, nadar y disfrutar del aire libre, como para compensar tanta vida entre palcos y escenarios. Hace años se mudó a Ingeniero Maschwitz para disfrutar de la naturaleza. En su casa, además del verde exterior destaca un piano de cola y una colección de 3500 Cds, que exhiben una gran obsesión por la música clásica.
No proviene de una familia de artistas. Su madre desafinaba y su padre sólo cantaba bajo la ducha, sin embargo se convirtió en uno de los barítonos más destacados del país en el mundo. “Fue a partir del ’91, cuando audicioné entre 1200 postulantes y fui elegido para hacer Drácula. De ahí fui directo a la Ópera de Washington con la zarzuela Doña Francisquita.Y el pianista que hay en mí quedó en un segundo plano”, repasa. Después de convertirse en el señor musical hizo piezas como La bella y la bestia y Dorian Gray-, las clases personalizadas se volvieron en buena parte de su sustento ya que ha formado decenas de profesionales.
Ahora vuelve ante el público. En Pasos de amor… El musical de la paz, una producción al estilo Broadway de Femando Marín y Hope Funds Entertainment, descubre su nueva criatura, un simple guarda que se cruza con las personas más emblemáticas de la humanidad: La Madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Juan Pablo y Mahatma Gandhi-, “pero desde un formato light”, aclara con espíritu marketinero. El hombre que con los años cambió San Bernardo por Cariló; el barrio por las compras en Nueva York y quema neja su carrera con espíritu alejado de la bohemia, mientras sueña con hacer Nine, abre el telón de su vida privada.
-¿Quién es el hombre detrás de las máscaras?
-¡Máscaras! No tengo pruritos para hablar, es que a veces la prensa no me busca (risas). Voy a tener 25 años de carrera y sigo haciendo mis obras como si fuera un principiante y no me importa porque me enseñaron que vale más el talento que el cartel; siempre fui de esa escuela. Sobreviví audicionando en los lugares más pretenciosos del mundo y me acostumbré a tocar puertas. Así soy. Ya que me describo, también soy impaciente al comprar porque me aburre y me desgasta, así que he cometido pecados como salir todo apretado por comprar un talle equivocado con tal de hacerlo a velocidad. La única forma en que disfruto es cuando estoy en Barnes & Noble, de Nueva York, adquiriendo Cds.
-¿Sos un tipo de fácil convivencia?
-(Piensa) Creo que no tengo ninguna obsesión especial. Me gusta levantarme temprano, aprovechar el día, si no me siento mal. Elijo el verde y soy inquieto. Y coleccionista ¡compulsivo!: tengo 3500 Cds, ordenados cronológicamente, en un sector de mi casa. Inconscientemente debo tener un mambo, pero por suerte está sectorizado.
-En esa colección ¿hay lugar para algún cantante popular?
-No, pero debo reconocer que uno de los que más admiro es Ricardo Montaner. De chico escuchaba Kiss, tenía la colección completa en vinilo, porque si tengo una obsesión es por la completud. Hoy me gustan este tipo de bandas que usan repertorios o composición de voces jóvenes y líricas. A veces la ópera es de árido acercarcamiento y creo que Il Voló o Il Divo ayudan a hacerla más amigable.
-¿Cuando cantas qué dicen tus vecinos?
-Me hacen callar (risas).
-¿Contra qué fantasmas luchas debajo del escenario?
-Mis fantasmas son los estados de angustia. Uno acarrea el desgaste de haber soportado muchas cosas, y se vuelve impaciente. La cabeza no para nunca: terminas una obra y ya estás pensando en la que viene. Si pudiese volver a elegir, pediría más tiempo para vivir sin la vorágine. Quisiera estar más con mis hijos: Chiara (16) y Mateo (22).
-¿Se pasó la era del rebelde de pelo largo?
-Nunca fui rebelde a pesar de que tenía esa línea. Fui muy metódico. Hice 15 años de terapia para sobrellevarme.
-A ver… ¿Dónde más haces compras?
-Vengo de un viaje por Nueva York y me compré de todo. El dólar aumenta pero ni eso me detiene. Me gusta manejar un auto lindo, no la nave: ni un BMW ni un Audi; eso sí, si los tuviera me compraría un piano de 200 mil dólares.
-¿Sidra o Champagne?
¡Sidra!, ¿qué ordinario no?… Odio el Champagne. Igual soy medio abstemio.
-¿Salidor o de entrecasa?
-Cada vez salgo menos. Disfruto del cine pochoclero: me gusta Batman, los superhéroes y las películas de Disney. De vez en cuando necesito no pensar.
-Después de los 40, ya no más ¿qué?
-Las fiestas, los amontonamientos de gente, prefiero la intimidad.
-¿Uno se va convirtiendo un poco en “la Bestia”?
-(Risas) ¡Nooooo!, lo mío no es para tanto, no soplo la vela de cumpleaños solo, pero me olvido del de los demás (risas).
-Te mantenés con buen estado físico, algo poco común en la gente de teatro ¿Te gusta el deporte?
-Sí, he nadado muchos años. Me parece recreativo. Además he tenido que entrenar mucho para hacer papeles como La Bella y la Bestia, para soportar los 17 kilos del traje y subir arneses sin perder el estado. Llegué a contratar a un personal trainner porque el deporte te mantiene joven.
-Hablando de coqueterías…¿Cómo piloteas el avistaje a los 50?
-Lo voy llevando (risas).
-Y en el amor ¿un tipo lineal o de pasiones cortas?
-¡Apasionado! Tuve muchas parejas que pintaron duraderas. Hace 4 años que estoy con Luney Salazar (N. de la R.: una bailarían de su compañía)
-¿Siempre te enamoraste en el escenario?
-Sí, siempre se dio dentro del medio.
-¿La edad cuenta?
-Bueno…( parece tener que excusarse) mi novia
tiene 25 años.
-¿No hay posibilidad para una novia de tu edad?
-(Risas) Es que cuando busqué en personas de mi edad no dio resultado; con Luney todo funciona genial.
REVISTA LUZ

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