17 Aug El wrap dress cumple 40 años
En marzo de 1976, la consagradísima diseñadora Diane Von Fürstenberg, aparecía por primera vez en la tapa de la revista Newsweek luciendo lo que pronto se convertiría en su prenda icónica: el wrap dress, un vestido cruzado de manga larga, cuerpo entallado y falda cruzada atada a la cintura mediante un cinto en la misma tela que, en general, es de seda estampada de vivos colores. Nacido por accidente en 1974 al superponer un cárdigan de punto con una falda en el mismo tono, enseguida la calidad de este vestido unida a un diseño funcional y revolucionario para la época (en agosto de 1970 llega al congreso estadounidense la enmienda que garantiza la igualdad de derechos para las mujeres. Diane supo reinterpretar y actualizar ese papel liberador a partir de su creación), hicieron de éste todo un must-have entre la jet más moderna y refinada del momento. Gracias a eso, también se erigió en un superventas: en aquella década se llegaron a comercializar más de cinco millones de piezas, que von Fürstenberg mandaba a confeccionar a Italia a razón de 20.000 unidades por semana. Un récord formidable que la encumbró a la categoría de la mujer más comercial desde Coco Chanel y con la que ganó fama internacional. Con estas palabras la diseñadora belga resumió su logro: “Su éxito me ayudó a pagar las facturas y la educación de mis hijos, permitió que me hiciera un nombre en el mundo de la moda; no lo digo en sentido figurado, es que literalmente me dio poder e independencia”. Lo cierto es que han pasado 40 años de esta genial creación y por eso, von Fürstenberg fue la megaestrella de una retrospectiva bautizada “Journey of a Dress” que tiene lugar en el Wilshire May Company Building de Los Ángeles. La exhibición incluye un total de 200 wrap dress que resumen su evolución a lo largo de cuatro décadas, varias campañas icónicas y hasta fotografías de famosas, como la de Jerry Hall que desfiló con uno en 1975, Cybill Shepherd en Taxi Driver, Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York y Amy Adams en la nominadísima Escándalo americano. Todo ello, en una espectacular instalación creada por Stefan Beckman y en la que no faltan letreros de luces de neón rosa que replican una de las míticas frases de Von Fürstenberg: “Feel like a woman, wear a dress…”.
UN SUEÑO A SU MEDIDA
Nacida en Bruselas en 1946 con el nombre de Diane Michelle Halfin, adoptó su aristocrático apellido del príncipe suizo de origen germano Egon de Fürstenberg, con quien se casó y se mudó a Nueva York en 1969. Así fue cómo la joven chica, hija de padre ruso y madre griega, y Licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de Ginebra, abandonó los números para iniciarse en el diseño colaborando con el industrial textil italiano Angelo Ferretti en la confección de prendas. Fue ahí donde desarrolló su carrera como diseñadora de moda y creó su firma DVF, inspirándose primero en los kimonos japoneses. De esta innovadora idea, que después copiaron muchos otros, nació un nuevo tipo de vestido que fue bautizado inmediatamente como wrap dress o vestido envolvente. Muy parecida a una bata íntima, pero con un diseño refinado, seda de alta calidad y brillantes estampados, el wrap drees pronto se convirtió en la prenda favorita de las mujeres de la alta sociedad y de las estrellas del momento, lanzando a su creadora al estrellato y convirtiéndola también en un icono social. Aunque a sus 27 años ya poseía una casa en Connecticut y a los 30, una vez divorciada de Egon, vivía en un apartamento de dieciséis habitaciones en la Quinta Avenida (el negocio inmobiliario es otro de sus “fuertes” con el que ha hecho fortuna comprando y vendiendo propiedades), Diane le pidió un préstamo de 30.000 dólares a su padre para ubicar su taller en la Séptima Avenida. Otra de las anécdotas cuenta que la primera puerta que Von Furstenberg golpeó para darse a conocer fue la de la revista Vogue, entonces dirigida por la brillante Diana Vreeland. Corría el año 1970 y el wrap dress tardaría todavía cuatro años en llegar el mercado. “Me presenté en la redacción con una maleta repleta de vestidos y Vreeland me dedicó exactamente cinco minutos. Me dijo: sí, muy bien, vas a tener mucho éxito, y me echó de su despacho”, contó a la prensa la ex princesa y actual directora del Consejo de diseñadores de moda de América (el CFDA) el día de la inauguración de la muestra. Más tarde, en abril de 1974, uno de esos diseños ilustraba la publicación en la primera sesión de fotos de una joven modelo llamada Rene Russo. La industria de la moda se rindió entonces a la fórmula sexy, cómoda, versátil, colorista, y más o menos accesible de Diane (en rebajas se puede conseguir algún modelo por 150 euros, aunque en temporada alta normalmente superan los 600). Al presente, DVF ha conseguido reinventar y modernizar su estilo y es una de las firmas favoritas de celebrities como Sienna Miller o Brooke Shields. De hecho, la exposición conmemorativa de Los Ángeles reúne retratos de Madonna, las hermanas Hilton, Michelle Obama, las Olsen y hasta de la mismísima Íngrid Betancourt. Sobre ella, Diane se refirió así: ‘tras seis años secuestrada, el primer vestido que se compró fue un wrap dress. Ahí fue cuando la sensación de libertad que le proporciona al cuerpo femenino y que siempre defendí, tomó un nuevo significado‘. Asimismo, sus logros han sido notables en otros aspectos del negocio. Uno de ellos, y no el menor, fue que logró levantar un mini imperio que se desmoronó al poco tiempo, cuando intentó diversificar y se le fue de las manos el negocio de las licencias. Su segundo y definitivo intento llegaría a mediados de los noventa: “Antes diseñaba para la mujer que quería ser y ahora diseño para la mujer fuí”, supo reconocer esta mujer de sonrisa eterna, pómulos marcados y voluptuosa cabellera ondulada. Al día de hoy DVF es una marca per se, una máquina de generar proyectos. Más allá de su rol de diseñadora de moda que todos conocen, es una excelente empresaria que ha recuperado casi todas sus licencias y relanzado su división de belleza. Su universo incluye desde relojes y pañuelos hasta gafas. Y, por si fuera poco, escribe libros, decora hoteles, diseña joyas, fue jurado en varios episodios del programa estadounidense Project Runway, fue editora de la revista Vanity Fair, vistió a la muñeca más famosa: Barbie, y acaba de poner a la venta una línea inspirada en la cultura pop a través de la obra de Andy Warhol. Todo, insiste, se lo debe a un clásico que reversiona una y otra vez en sus colecciones. “Me puso en el mapa cuando empecé y me abrió las puertas del negocio una segunda vez”, ha dicho a propósito esta amante de la pintura española y de la literatura rusa; tanto es así que a sus dos hijos les puso nombres de este origen (Alexandre y Tatiana). Se podría decir que por estos días Diane sentó cabeza. Está casada con Barry Diller, un magnate de la comunicación que pasó de amigo a amante para acabar como marido. Pero antes de eso, mucho se habló de sus noches locas en la mítica disco Studio 54 donde, se dice, tuvo un affaire con Richard Gere; de un brasileño llamado Paulo cuya aventura inspiró su fragancia Volcán de amor; de Alain Elkann, primo de su ex marido, con el que llegó a mudarse a París mientras trataba de triunfar como novelista; de su amistad con Warholl; y de su consagración como reina de la jet-set moderna en los ‘70. Apasionada y amante de la vida, así es Diane, una mujer que siempre va a dar que hablar.
FUENTE: EL LITORAL