Cuando el trabajo quita tiempo para estar con los hijos

Cuando el trabajo quita tiempo para estar con los hijos

Por Teodelina Basavillbaso

Cada vez más las mujeres tienen que dividir su día entre la maternidad y la jornada laboral. El 50% de ellas se desempeña en el mercado informal o como empleada doméstica. Cuáles son sus dificultades y desafíos. A las 8, Manuel, de un año, y su hermanito Nicolás, de 3, entran al jardín de infantes La Luna y El Sol , en Villa Urquiza, ciudad de Buenos Aires, acompañados por su mamá Carolina Di Salvo, de 34, que está vestida con un traje de color crudo, lista para irse directo a trabajar a una empresa de ventas minoristas. En Avellaneda, provincia de Buenos Aires, a la misma hora, se repite un ritual similar: tres hermanitos, de 1, 4 y 8 años se despiden de Cecilia Iturralde -su mamá treintañera- para ingresar a la Casa del Niño de la Fundación Pelota de Trapo. Tanto Cecilia como Carolina trabajan ocho horas y pasarán a buscar a sus hijos recién pasadas las 17. Ellas integran el colectivo de mujeres que cargan con el doble rol de trabajadoras y madres, que viene creciendo desde 1980. En rigor, el 59,9% de las madres argentinas participa en el mercado laboral, según datos del Observatorio de la Maternidad (OM), lo que las obliga a enfrentarse, todos los días, con esta dicotomía. Consultamos a diferentes madres para indagar cómo se las ingenian para llevar adelante este doble comando, cómo es el vínculo con sus hijos, con quién deciden dejarlos y por qué esta situación se agrava cuando tienen un trabajo precario o son familias monoparentales. Además reflexionan sobre los avances de las empresas en materia de beneficios para las madres y para la retención del talento femenino. Una encuesta de Trabajando.com muestra que el 58% de las mujeres no se sienten apoyadas por su familia ni por su empresa para ser madres y profesionales, dejando entrever la gran exigencia que sienten al tener que desenvolverse en múltiples escenarios. Entre las dificultades que enfrentan figura la poca flexibilidad horaria y la carga laboral. Además, el 19% dice que sus hijos o su marido les reclaman constantemente sus ausencias en momentos importantes. “Claramente, el poco tiempo en familia y la carga laboral no le está brindando satisfacción a las madres, sino una culpa bastante alta. Creo que hay una tendencia donde las madres de las nuevas generaciones son más conscientes de la maternidad y de las necesidades de sus hijos”, dice Ángeles Destefano, coordinadora del Centro de Conciliación Familia y Empresa de la Escuela de Negocios (IAE) de la Universidad Austral. Di Salvo trabaja desde las 8.30 hasta las 17.30 y dice que se siente constantemente tironeada por sus obligaciones como madre. Asimismo, le cuesta muchísimo despegarse de sus hijos cuando los lleva al jardín, pero es consciente de que con un solo salario en el hogar no alcanza para vivir. Todo es pequeño en ese lugar, como por ejemplo las diminutas mochilas colgadas en las perchas de las paredes del hall. Di Salvo, junto a otras dos madres profesionales y una abuela, se acomodan en las pequeñas sillas en el hall central del jardín de infantes La Luna y El Sol. Todas pagan el jardín de su bolsillo, ya que la empresa donde se desenvuelven no lo hace. Por dejarlos todo el día, los establecimiento les cobran un rango de entre $ 900 y $2500 pesos por mes (según la ley 20744 de contrato de trabajo, los empleadores deben habilitar salas maternales y guarderías cuando hay 50 trabajadoras mujeres, pero la norma nunca fue reglamentada). Sus preocupaciones son: la falta de flexibilidad laboral, la carga horaria, y la licencia por maternidad (actualmente son sólo 90 días pagos, por lo que la madre tiene que volver a trabajar cuando el niño tiene menos de tres meses y aún no finalizó el período de lactancia). Destefano dice que la mirada materna y paterna es clave para el desarrollo del hijo en el primer año de vida, para la adquisición del lenguaje, aprender a caminar y todo el proceso evolutivo del bebe. “Ya no motiva tanto a los empleados llegar a ser director y dejar toda su vida en pos del trabajo. Ellos saben que pueden perderse de cosas importantes y tienen en claro que los hijos crecen una sola vez”, piensa Destefano. Y cree que las empresas van a tener que flexibilizarse para que el desarrollo de la vida familiar vaya de la mano con el desarrollo profesional. Los jardines maternales son una de las opciones más elegidas por las madres que trabajan. De hecho, según la Dirección de Información y Estadística de la Provincia de Buenos Aires, la cantidad de chicos desde los 45 días hasta los 2 años en esta modalidad -tanto pública como privada- se triplicó en el período 2001-2007. Sin embargo, los jardines maternales estatales no siempre responden a las necesidades laborales actuales de las madres. Mónica Ledesma, de 40, trabaja en una farmacéutica nueve horas por día, y tiene un hijo de dos años y cuatro meses. Cuando averiguó en jardines maternales públicos por la zona donde ella vive, en Villa Urquiza, descubrió que éstos están abiertos desde las 9 hasta las 16.15, y son incompatibles con sus horarios. “Creo que el sistema estatal no se adaptó todavía a la realidad actual de las mujeres que trabajan”, se queja.

TRABAJOS PRECARIOS

Según el OM, la mitad de las madres argentinas trabaja en el mercado informal o en el servicio doméstico. Para estas mujeres, la carga del combo maternidad-trabajo es más pesada. “Difícilmente te den en el mercado negro beneficio de guardería o licencia si no están cumpliendo con la básico”, dice Destefano. En estas circunstancias, la ayuda de las ONG y guarderías del tercer sector es indispensable. A la Casa del Niño de la Fundación Pelota de Trapo asisten 200 chicos de entre cinco meses y 13 años de las zonas de Avellaneda y Lanús. Las madres pueden dejar a sus hijos desde la primera hora y luego irse a trabajar y volver a buscarlos hasta las 18. Allí reciben desayuno, almuerzo y merienda, además de llevarlos y buscarlos por los jardines de infantes y la escuela. “Cuando una madre no tiene un trabajo estable se va complicando toda su situación personal”, dice Alberto Morlachetti, creador de la Fundación Pelota de Trapo, y agrega: “Cuando la madre va a trabajar, los niños quedan muchas veces solos o en manos de una vecina (en el mejor de los casos), o si no a cargo de sus hermanitos. Uno encuentra chicos de 9 o 10 años que están a cargo del grupo familiar. Acá, eso es bastante común”. De hecho cuenta que emociona ver a los chicos de 9 que asisten a su centro preocupados porque un hermanito está enfermo o tiene fiebre. “Tienen tan incorporado el deber familiar que no quieren despegarse de la cunita. Pero nosotros los incentivamos para que vayan a jugar, se olviden y puedan disfrutar.” Morlachetti sentencia: “Un chico que no juega, difícilmente sea un adulto sano”. Darío Cid, director de Casa del Niño de la fundación, cuenta que la propuesta surgió hace más de 30 años, cuando Avellaneda era el cinturón industrial de Buenos Aires y las madres trabajaban en las fábricas. Sin embargo, el panorama actual es diferente: “La mayoría de las mamás de la zona tienen trabajos precarios, están en negro o son empleadas domésticas”. Pero no es sólo un problema económico, sino que además cuentan con una pobre red de contención familiar. Cid explica que casi el 90% de los chicos proviene de familias monoparentales, casi todas con una madre como jefa de hogar. Según el OM, el 14,7% de las argentinas deciden criar a sus hijos solas. El edificio de Casa del Niño asombra por su arquitectura moderna que permite luminosidad y amplitud en sus salas donde los niños están divididos por rangos de edad. En la cancha techada hay un grupo de chicos jugando al fútbol. Como hay paro de docentes en las escuelas de la provincia de Buenos Aires, la cantidad de chicos en la casa se multiplica. Hay algunos leyendo un libro y otros jugando con la computadora junto a un educador. Los techos y las paredes están decorados con títeres de papel maché. Según Morlachetti: “No hay pedagogía sin belleza”, y por eso hacen un gran esfuerzo para que el lugar luzca de la mejor forma posible, a pesar de que hace seis meses no reciben el subsidio de la provincia de Buenos Aires. Los tres hijos de Cecilia Iturralde asisten a la Casa del Niño. Ella trabaja en negro desde su hogar haciendo trabajos manuales en cartón los siete días y casi no recibe ayuda por parte de los padres de los chicos. “Cuando uno tiene chicos se las tiene que arreglar solo, no hay mucha gente que quiera darte una mano”, dice. Gracias a la asistencia que le dan los pediatras y doctores del lugar, se ahorra las largas colas de los hospitales y puede trabajar tranquila aun cuando sus hijos están enfermos. Cecilia está convencida de que no hubiese podido salir adelante sin la ayuda de la ONG. “Mi hijo mayor de 8 años se crió prácticamente en la fundación. Asiste desde que tiene un año”, dice Cecilia, que trata de tomarse cada tanto un día de los fines de semana para estar con sus hijos. “Trato de estar con ellos lo más que puedo”, dice, aunque su trabajo muchas veces no se lo permita.

FUENTE: LA NACIÓN