Conservadores de ayer y de hoy

Conservadores de ayer y de hoy

Esta semana, mientras la sociedad argentina asistía a la definitiva evidencia de que la mediación estuvo lejos de ser imparcial y de que el conflicto con los fondos buitre es mucho más que una disputa por el pago de unos bonos de deuda, un grupo de referentes opositores reclamó la interpelación del Ministro de Economía Axel Kicillof, invirtiendo la carga de las responsabilidades en este enfrentamiento. Los argumentos de los interpelantes carecen de información que los sustente y eluden el pago hecho por el gobierno argentino que el Juez Griesa decidió impedir.
Nos referirnos a hechos de actualidad plena en una columna de efemérides porque manifiestan similitud con situaciones del pasado y la insistencia de las fuerzas conservadoras en repetir argumentos con los que pretende imponer sus verdaderas intenciones. Entonces nos trasladamos a 1930, cuando el gobierno de Hipólito Yrigoyen enfrentaba las severas consecuencias de la crisis generada en 1929 que impactado sobre la economía mundial y sobre nuestro país. En ese contexto, el 9 de agosto de 1930 los diputados representantes de las fuerzas conservadoras de Salta, Tucumán, Córdoba, San Luis, Corrientes y Buenos Aires, junto con algunos socialistas independientes, publican una declaración –que sería denominada Manifiesto de los 44 por el número de los adherentes– a través de la que anunciaron que “resuelven coordinar en las Cámaras la acción parlamentaria para exigir al Poder Ejecutivo el cumplimiento de la Constitución Nacional y la correcta inversión de los dineros públicos”. Junto con este anuncio, agregaban la determinación conjunta de “difundir en el pueblo y ante el electorado de los respectivos partidos el conocimiento de los actos ilegales del Poder Ejecutivo y del oficialismo y crear un espíritu cívico de resistencia a esos abusos y desmanes”.
En ese momento, dentro de las fuerzas conservadoras, se producía un debate entre la línea de José Félix Uriburu, quien sostenía la necesidad de “hacer una revolución verdadera, que cambie muchos aspectos de nuestro régimen institucional, modifique la Constitución y evite que se repita el imperio de la demagogia que hoy nos desquicia”, y la del Agustín P. Justo, que creía que la acción conservadora debía limitarse a derrocar al yrigoyenismo para luego reponer ciertos resortes democráticos. Era, de algún modo, la primera expresión de un conflicto de la oligarquía dentro de sus propias filas que en años posteriores se manifestaría en la elección de su confrontación con el peronismo.
Los 44 referentes conservadores del Congreso no tomaron posición sobre la disputa interna sino que se concentraron en hacer pública su voluntad de “proyectar un plan de acción encaminado al logro de los propósitos enunciados”, invitando a la “adhesión de todos los ciudadanos que quieran para la República un gobierno constitucional y democrático”. El Manifiesto fue apoyado en los días posteriores por sucesivos editoriales del diario La Nación y en numerosos actos públicos. Llamativamente, a pesar de que las dos posiciones conservadoras eran lideradas por militares, fueron sectores de la sociedad civil y de la actividad política los que se mostraron más activos en esos días en los que se fue incubando el golpe militar que, pocos días más tarde, el 6 de septiembre de 1930, terminaría con el gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen. Desde entonces, vendrían más de cincuenta años de una sucesión de golpes e intervenciones militares que marcarían para siempre a la historia argentina.
TIEMPO ARGENTINO