César Pelli, en lo más alto

César Pelli, en lo más alto

Por Martín Sikeira
“La ciudad es la obra maestra de arte más importante que pue­da construir una cultura, y los arquitectos tenemos un papel clave. Pero siempre hay que recordar que nuestras obras sólo son importantes porque forman parte de esta inmensa obra increíble que es una ciudad”, afirma César Pelli, tajante, desde su estudio en New Haven, Connecticut.
El arquitecto argentino más renombrado, que cor.tribuyó a de­linear el paisaje urbano de Nueva York con el icónico World Financial Center y la ampliación del MoMA, por ejemplo, tiene un acento extraño, teñido por más de 60 años de residencia en los Estados Unidos. Pelli nació en 1926 en Tucumán, donde se recibió. En 1952 llegó a los Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Illinois. Luego trabajó en el estudio de Eero Saarinen -uno de sus maestros- como diseñador de proyecto para la Terminal TWA del aeropuerto JFK de Nueva York. Más tarde fue director de proyecto en la firma DMJM y socio en el estudio Gruen Associates. En 1977 se mudó a New Haven como decano de la Universidad de Yale, cargo que ejerció hasta 1985. Allí fundó su propio estudio que, desde 2005, se llama Pelli Clarke Pelli Architects. La extensa lista de imponentes rascacielos que lleva construidos por todo el mundo es liderada por las Torres Petronas, en Kuala Lumpur, Malasia; la Torre de Cristal, en Madrid, y la Torre Iberdrola, en Bilbao, España; el In­ternational Finance Centre, en Hong Kong; la Torre YPF, en Buenos Aires; y la Embajada de los Estados Unidos en Tokio, entre otros.

Ciudades en primer plano
El hombre tiene una estrecha relación con Nueva York, tanto que el primer rascacielos que diseñó fue allí. “Abrí mi estudio para diseñar la ampliación del MoMA, que incluía una torre de departamentos. Ése fue el pri­mer rascacielos que diseñé, una obra que comenzó en 1977 y terminó de construirse en 1984. En 1981 en­tré a concurso para diseñar el World Financial Center (WFC) en Manhattan y lo gané. Eso me puso en el mapa para que me tuvieran en cuenta”. Desde 2000, su estudio Pelli Clarke Pelli tiene una sucursal en Nueva York, que dirige su hijo Rafael, y es­tuvo a cargo de proyectos como la Bloomberg Tower y la reconstrucción del World Financial Center.

¿Cómo nace su interés por la arquitectura?
Aparece cuando comencé a estudiar arquitectura (ri­sas). No tenía idea de lo que era, no había arquitectos en Tucumán, era algo muy nuevo. Tenia 16 años cuando tuve que elegir una carrera y me fijé lo que ofrecía la Universidad de Tucumán. En arquitectura había dibujo, diseño, planos, historia, arte. Todo eso me pareció muy interesante y decidí probar. Como era dos años más jo­ven, pensé: “Si pierdo un año, no va a ser serio”.

¿Puede mencionar un punto de inflexión en su carrera?
Las Torres Petronas, en Kuala Lumpur, fueron muy im­portantes. Había que diseñar torres que tenían que tener un carácter único e incorporar ideas que remitieran al arte islámico. Fue un trabajo lento: proponíamos cosas e íbamos viendo cómo las recibían. Hoy, los malayos las ven como torres malayas, y eso es lo importante. No tanto porque haya sido el edificio más alto del mundo por unos años, eso por supuesto ayudó, pero lo más importante es que fueron los primeros rascacielos fuera de los Estados Unidos y las primeras torres del Tercer Mundo. A partir de ahí, muchos países se dieron cuenta de que podían hacerlo. Nadie pensaba en construir una torre fuera de los Estados Unidos. Ahora, la gran mayoría de los rasca­cielos se está construyendo fuera de aquí.
Fue una suerte de pionero…
Asi es. Totalmente. Cambié la concepción de lo que signi­fica un rascacielos. Porque antes era simplemente una expresión de la tecnología y la economía de los Estados Uni­dos, y ahora tienen un contenido simbólico muy fuerte.

¿Hay un estilo Pelli?
Podría haberlo habido, pero lo he evitado porque lo que im­porta es cómo queda la ciudad. Muchos hacen edificios que son muy notables de por si, pero que son un desastre para su entorno. Yo no tengo una serie de formas definidas, porque creo que eso es muy positivo para el bien de las ciudades. Cuando siento que estoy empezando a repetir formas, me cui­do. “No puede ser -digo-, me estoy dejando llevar por mi ego”.
En 2012 le otorgaron el Premio Konex a las artes visuales. ¿Se puede considerar a la arquitectura como tal?
La arquitectura es un arte visual, pero no sólo visual. Para apreciarla hace falta tiempo, es diferente a la pintura. Un pintor va a su estudio, comienza a trabajar con un lien­zo en blanco y decide qué es lo que quiere hacer. Eso no existe para nosotros, que empezamos con una base muy sólida, con un terreno, un presupuesto, un cliente con mu­chas ideas, una ciudad de verdad: un lienzo muy pintado. La arquitectura es una de las grandes artes, solía llamarse la madre de las artes. Dentro de la arquitectura se pinta, se toca música, se hace teatro. La arquitectura cobija a las otra artes.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS

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