27 Aug Cada vez más personas apelan a la risa y el humor para mejorar su salud
Por Laura Litvin
¿Cuánto hace que no ríe a carcajadas? Recuerde cuándo fue la última vez y verá que sólo traer al presente ese momento ya lo pone de buen humor. Basta una sonrisa para que el sistema inmunológico se haga más fuerte, se liberen endorfinas y serotoninas (las llamadas hormonas de la felicidad) que fortalecen el cuerpo, y aumenten la motivación y la creatividad, entre muchos otros beneficios. “La risa es como el limpiaparabrisas, que aunque no detenga la lluvia, nos permite avanzar. Es la escalera que te saca del pozo”, dice Liliana Pécora, actriz y directora del Taller de la Risa.
Desde hace tiempo, distintas disciplinas acuden a los beneficios de la risa como una herramienta clave para el bienestar. “La tenemos como algo innato. Está comprobado que un bebé ríe 300 veces al día y un adulto, apenas diez. Por lo tanto, los talleres no son para aprender a reírnos, sino para recuperar esa risa auténtica. Cuando reímos se mueve el diafragma, los pulmones se movilizan mejorando la respiración, se fortalece el corazón e incluso las carcajadas generan una sana fatiga que elimina el insomnio. El cerebro hace que nuestro cuerpo genere endorfinas y se segregan sustancias como la serotonina, que tiene poderes calmantes. Se genera más adrenalina, lo que potencia la creatividad y la imaginación. Por eso, además de producir bienestar a nivel espiritual, psicológico y social, la risa tiene una profunda relación con los estados fisiológicos del organismo. Al reír experimentamos una especie de electroshock que nos ayuda a combatir todo tipo de enfermedades y a favorecer y hacer placentera nuestra vida. Cuando reímos, no sólo nos desconectamos de todo, también nos desinhibimos. Y si somos capaces de reírnos de nosotros mismos, damos paso al fortalecimiento de nuestra autoestima, pues podemos manejar el sentido del ridículo. La sonrisa es el camino más corto entre las personas y tiene el plus de ser altamente contagiosa”, dice Pécora.
Pero no se trata de cualquier risa. Hay otras risas: la histérica, la nerviosa, la irónica, la humillante, la fingida. “En risoterapia se trabaja con la risa genuina. Lo que nosotros buscamos es que las personas encuentren la risa que sale espontáneamente de las vísceras”, explica Marcelo Pacheco, terapeuta especializado en esta disciplina y el único miembro argentino (con sede en Bahía Blanca) de la Red Mundial de Risoterapeutas.
Liliana Pécora dirige el Taller de la Risa desde 2001. “Comencé en plena crisis económica, con el Corralito. Me embargaba una depresión profunda, había perdido la alegría. Quería rescatar mi optimismo y sabía que existían estos talleres en España y otras partes del mundo, así que empecé a buscar material por Internet. También recurrí a mi experiencia como maestra jardinera y como actriz, y rescaté los ejercicios que eran más divertidos, sumándoles juegos tradicionales. Hice un cóctel y así surgieron mis clases con sello propio. Lo que veo es que la risa se pierde cuando perdemos la autoestima, cuando los mensajes parentales y sociales son más poderosos y destructivos que el propio aprecio a uno mismo. Es ahí donde hay que empezar a trabajar en recuperarla. En la terapia de la risa, la gente se reencuentra con su niño interior. Cuando uno recupera la risa, siente una bocanada de aire fresco”.
Una de las patas técnicas de la risoterapia tiene que ver con recuperar la inocencia y alegría de la infancia. Las presiones de la vida diaria nos quitan la capacidad de disfrute. Los testimonios de tres alumnas de Liliana Pécora ayudan a comprender de qué manera interviene la risa en un proceso de sanación. “La risa te da vida, te energiza y te eleva”, dice Teresa Freddi, quien empezó su primer taller en 2008. “Allí volví a encontrarme con esa niña interior que tenía guardada. Volví a jugar, a fortalecer mi vida. Entre otras cosas, descubrí que podía crear con mis propias manos máscaras, personajes, hasta mis propios vestuarios. Hoy siento que tengo un tesoro en mis manos. También encontré compañeros y amigos espectaculares, siempre estamos atentos a ver quién necesita ayuda.”
Las historias de Alicia Nakano y Ana Rosa Selaro comparten los resultados: “Estaba en un momento de crisis e hice distintas terapias alternativas pero sentía que necesitaba algo diferente, un cambio. Cuando llegué al primer taller, tenía cuervos en el alma y cuando salí se habían transformado en palomas blancas. Realmente encontré un lugar maravilloso”, dice Alicia. Ana Rosa agrega: “Yo soy muy introvertida y este taller me dio la posibilidad de expresarme, jugar, no tener vergüenza. Me ayudó a expresarme, a ver las cosas de otra manera. Cuando estoy bajoneada, trato de recordar cosas lindas o de mi niñez y comienzo a sonreír. Me relajo, respiro hondo y siento que todo fluye. Siempre que das una sonrisa, te devuelven otra.”
TIEMPO ARGENTINO