31 Jul Sexting, cuando la seducción llega a través de un mensaje de texto
Por Andrés Kilstein
“Conocí a una chica en una fiesta. Me pidió el teléfono y tiempo después me empezó a mandar fotos muy subidas de tono, me sorprendió.” Así resume Darío, de 24 años, la nueva tendencia sexual en la era digital: el sexting. Esta palabra inglesa, contracción de sex y texting, describe una práctica en auge, sobre todo entre los más jóvenes: la moda de pasarse videos o fotos eróticas (con desnudos o semidesnudos) por medio de tabletas o teléfonos móviles, como una herramienta más en el juego de la seducción.
En la actualidad, en que todo el mundo lleva una cámara de fotos y acceso a Internet en el bolsillo, mandarse este tipo de cosas es, para muchos, la antesala obligada de un encuentro cara a cara. Incluso, como ocurre con tantas otras cosas en que lo virtual reemplaza a lo físico, hay quienes creen que el sexting puede llegar a sustituir al sexo carnal… “Es un momento en que los pares se conectan y fluyen, y luego la vida sigue”, afirma Federico, un productor de eventos de 28 años que tuvo esta experiencia por primera vez hace muy poco, a la salida de un boliche. Para él, como para tantos otros, el sexting es una vivencia intensa, pero pasajera, algo que no compromete.
La tendencia es reciente: la primera vez que se usó el término fue en una nota del diario británico Sunday Telegraph de 2005 para luego tomar vuelo propio. En 2008, una encuesta de CosmoGirl.com junto con National Campaign to Prevent Teen Pregnancy indicaba que el 21% de las mujeres y el 18% de los varones adolescentes habían mandado o publicado fotos eróticas de sí mismos.
“Los primeros pasos son tímidos, dejándose persuadir por palabras lindas que, obviamente, te levantan la autoestima. Se arranca por un escote y se avanza de a poquito”, explica Carina, estudiante de 21 años, que cree que lo importante al tomarse fotos es, fundamentalmente, evitar lo burdo. Para Alejandra, una actriz de 21, la clave es apostar a la sutileza. “No hay que poner toda la carne en el asador. Lo que se insinúa resulta siempre más erótico.” Alejandra recién se animó a hacerlo con su pareja estable; anteriormente había tenido propuestas, pero chocaron con su propia inhibición. “Por un lado, me erotizaba, pero, por otro, me apareció la moral cortándome todo el entusiasmo”, explica la actriz.
Mientras que para algunos el intercambio de imágenes es un condimento para darle sabor a una relación que está naciendo, para otros es una opción obligada por la distancia. “No estábamos cerca, cada uno vivía en una punta distinta de la ciudad. Nos mandábamos fotos y, ocasionalmente, cuando nos veíamos, era como si no hubiera pasado nada”, reconoce Federico. Parecido es el caso de Alejandra, cuyo novio viajaba seguido por temas de trabajo. “Estaba acostumbrada a dormir casi todas las noches con él y, cuando no estaba, sentía la necesidad de al menos tener una charla? intensa”, acompañada de obsequios visuales para alimentar la fantasía, claro está.
Pero ¿tiene para todos el mismo significado recibir una foto erótica de una persona de interés? Las mujeres consultadas parecen acordar en que el sexting es más buscado por los hombres que por ellas. “Yo lo hacía para darle el gusto a la otra persona -admite Tamara, de 27 años, que por ese motivo dejó de hacerlo-. Las chicas prefieren que les hablen. Pero está impuesto que la mujer debe complacer al hombre”, finaliza su observación. Y no está sola en el sentimiento. También Carina confiesa que abandonó la práctica cuando se volvió más feminista. “Me parece algo que sólo disfruta el hombre. Puede haber excepciones, pero, en general, es de esta manera.” Es que el género masculino no sólo es más visual, sino que, adicionalmente, pareciera elegir esta práctica por entenderla como una forma de precaución. Hay quienes hacen del sexting una estrategia de evitación, la posibilidad de posponer un encuentro que por diversas razones no consideran viable ni fructífero. Éste es el caso de Darío, que no se encontró presencialmente con la chica con la que intercambiaba fotos “porque era insoportable. Me whatsappeaba en cualquier horario y sólo nos habíamos visto diez minutos”, explica entre risas.
RIESGOS Y PROBLEMAS
El sexting nace como una práctica hedonista, ligada al placer sexual, a mitad de camino entre el voyeurismo y la autosatisfacción. Sin embargo, a veces puede no cumplir con estos objetivos. “Es una forma de seducir. Pero por momentos se da una situación incómoda: cuando uno manda y el otro no quiere recibir. Lo que genera es desagrado antes que seducción. Sucede que en esta práctica, a veces, no se tiene en cuenta el deseo del otro”, explica León Gildin, sexólogo y titular de Sexualidad y salud en la Universidad Abierta Interamericana. “También está presente el riesgo de que se envíen fotos de gente que no quiere participar, o que fotos que tenían un fin privado se difundan por Internet”, explica el profesional, a partir de los casos que llegaron a su conocimiento de un tiempo a esta parte.
Lo cierto es que una vez que una foto ingresa en el torrente de la Web es casi imposible detener su circulación. Por eso el mal uso de las fotos eróticas es una preocupación de todos los que intercambian imágenes. Rebecca, agente de prensa de 25 años, se aterró cuando extravió su celular en un bar, no tanto por el listado de contactos que tardaría en reconstruir, sino por las imágenes que tenía guardadas. “Había fotos de mi ex en las que se veía todo, sumado a su rostro. Desgraciadamente, el celular no tenía clave… cualquier cosa puede pasar con esas fotos”, reconoce la joven.
La pérdida accidental no sería el único problema. Los mismos ex novios despechados pueden utilizarlas luego para humillar o extorsionar, lo cual se conoce como sextorsión. Las consecuencias fueron preocupantes en el caso de Tamara, cuyas imágenes aparecieron en distintos lugares, incluso en una página web de Escorts en Chile. Sin embargo, para Carina, la mayor amenaza es otra: “Antes que un ex despechado me dan más miedo las novias despechadas de los chicos con los que intercambiás [porque el mandarse fotos puede, también, ser parte de una infidelidad]. Las novias resentidas pueden ser mucho más crueles”, plantea la estudiante.
Aun así, la tecnología suministra la solución para el problema que la propia tecnología creó. “Aunque me preocupa que mis fotos puedan difundirse, ahora hay una aplicación en los celulares que se llama Snapchat que permite enviar una foto que se elimina a los pocos segundos”, describe Alejandra. Es uno más entre otros recaudos que le permiten continuar con esta práctica, heredera del presente hiperconectado en que lo virtual moldea, incluso, lo más íntimo de nuestra existencia.
LA NACION