Negocio de fábula: el Chacal ronda el gallinero de la Mamá Grande

Negocio de fábula: el Chacal ronda el gallinero de la Mamá Grande

Por Matías Néspolo
Hace mucho tiempo que El Chacal rondaba el gallinero de la Mamá Grande. Intentó entrar sin éxito por lo menos en dos ocasiones y regresó a sus dominios desengañado. Ya se había cobrado un par de gallinas gordas, pero seguía al acecho. Ahora ella, a sus 84 años, le abre la puerta, sin más. Y el Chacal se relame.
Así contada la historia parece una fábula de Macondo, pero es rigurosamente cierta. Y la imagen se ajusta mucho más a la noticia que se hizo pública el pasado 27 de mayo que a los titulares sobre un matrimonio entre gigantes o la fusión de las dos agencias literarias más importantes del mundo -una en el circuito anglosajón y la otra en el hispánico- en una superagencia de alcance global. Porque se trata del inicio de una venta encubierta y el cambio de manos de un pequeño imperio literario. El armisticio entre dos viejos contrincantes que se salda con el triunfo de uno y la rendición, con condiciones, de la otra, que ya prepara su retiro. Pero mejor ir por partes.
El Chacal es Andrew Wylie, el poderoso y agresivo agente americano fundador en 1984 de la Wylie Agency con sedes en Nueva York y Londres, que hace honor a su célebre apodo. “Es un negocio muy bonito, siempre que sepas cómo proteger tus intereses. Es igual que el negocio de la banca, pero con mucho menos dinero de por medio”, le decía a este cronista no hace mucho, sin despeinarse. Ahora lleva gomina, no como en sus años de bohemia a finales de los años 70, cuando era amigo de Andy Warhol, Patti Smith y Lou Reed, y hacía de las suyas en la Factory de NY. Y sus gélidos ojos azules, implacables a la hora de negociar, no ayudan a interpretar ironías. Wylie representa a algo más de 900 escritores entre los que se cuentan seis premios Nobel (Saul Bellow, Joseph Brodsky, OrhanPamuk, V.S. Naipaul, KenzaburoOé y Mo Yan), además de nombres como Philip Roth, Vladimir Nabokov, Italo Calvino, William Burroughs, Claudio Magris, Salman Rushdie y un larguísimo etcétera. Entre sus hazañas se cuentan la renegociación de la obra de Borges por un millón de dólares en 1995 -ahora la cifra sería otra- o haber conseguido en 2008 volver a generar derechos de la de Shakespeare, otro de sus representados.
Mamá Grande, como la bautizara Mario Vargas Llosa en referencia al famoso cuento de su entonces gran amigo Gabriel García Márquez, no necesita demasiada presentación. Carmen Balcells es la dama de hierro de la literatura en castellano, la inventora del boom latinoamericano. Comenzó gestionando los derechos en el extranjero de los autores del legendario Carlos Barral hasta que en 1960 se montó su propia agencia, que una década después cambiaría para siempre las reglas del juego, reduciendo el tiempo de los contratos, fraccionándolos geográficamente o incluso multiplicándolos al eliminar la cláusula de exclusividad del editor. Revolución que permitió la profesionalización de sus polluelos, a los que cuidaba con celo -se preocupaba tanto de buscarles casa como les hacía de cajero automático cuando no los había-. Pero en las últimas décadas la agencia ya acumulaba deuda y vivía de glorias del pasado. Como Wylie, también cuenta con seis Nobel: los citados García Márquez y Vargas Llosa, Camilo José Cela, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias. Y su cartera de clientes ronda los 240 nombres: Isabel Allende, Julio Cortázar, Juan Marsé, Antonio Skármeta y Javier Cercas, entre otros.
El codiciado gallinero es el potencial mercado hispánico y sus autores más rentables, pero la expansión en castellano de El Chacal no acababa de arrancar. A mediados de los 90, Wylie hizo los primeros tanteos para comprarle la agencia a su competidora y a fines de la década lo intentó por su cuenta, con la colaboración del grupo Prisa, abriendo una oficina en Madrid. Pero las cosas le salieron tan mal que todavía le dura el enojo. “Cuando en España me dicen que es un día espléndido, salgo corriendo a comprarme un paraguas”, comentaba hace poco.
Entonces Wylie optó por la caza individual (el español Antonio Muñoz Molina, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa) incluyendo en su radar al gallinero de Mamá Grande, con Guillermo Cabrera Infante y Roberto Bolaño en 2008. Cosa que propició el sarcasmo de la catalana: “Le sale más barato seducir viudas que comprar mi agencia”.
Sin embargo ahora se la vende porque fue ella, Balcells, la que retomó el contacto en enero de este año, tal vez pensando ya en su jubilación. El primer paso de su retiro lo dio a fines de 2013 nombrando a Guillem d’Efak (1975), un barcelonés especializado en el mundo digital y formado en la gestión cultural en EE. UU., como su “sucesor” y director de la agencia. Y ahora, con el acuerdo de intenciones firmado en mayo, para crear una agencia internacional que se llamará Balcells&Wylie -su nombre primero es una de las condiciones indeclinables-, le abre finalmente el gallinero a El Chacal. Metáfora que hace gracia a D’Efak, pero no la desmiente. Más bien, matiza que “no se trata de una fusión, sino de la creación de una nueva sociedad, participada por ambos al 50% a la manera de una joint venture”.
Aún queda por definir qué parte de los activos se traspasarán a la nueva sociedad, cuántos autores y qué pasara con una parte del negocio de Balcells, de la que Wylie no se ocupa: la representación de editoriales extranjeras. “La prioridad es concretar la formulación jurídica y organizativa de la nueva sociedad”, dice D’Efak. Algo que podría afinarse tras el receso estival de agosto, para que la nueva agencia comenzara a rodar en 2015 bajo la hipotética dirección compartida entre D’Efek y la mano derecha de Wylie en Londres, Sarah Chapman. Pero mientras nadie duda de que El Chacal continuará operando internacionalmente en solitario, el futuro de la casa Balcells es incierto, sobre todo cuando Mamá Grande ya no esté. Porque es público y notorio que su hijo heredero, Luis Miguel Palomares, no quiere saber nada de la agencia. Y ahí está claro entonces que Wylie comprará el 50% restante y la absorción será completa. Esto revela sin eufemismos la naturaleza encubierta de la operación, una venta. Sobre la cifra millonaria que ahora paga el Chacal por los activos de Balcells corre el más absoluto secretismo.

DE INTENCIONES Y LEGADOS
“Es una solución muy lógica debido a la edad de Carmen, porque el destino de la agencia no parecía nada claro -dice el histórico editor de Anagrama Jorge Herralde-, pero tengo entendido que de momento sólo firmaron una declaración de intenciones y tienen que ponerse de acuerdo en la letra menuda, habida cuenta de la poderosa y peculiar personalidad de ambos”, ironiza. Pero Herralde no está seguro de que la solución resulte también beneficiosa para los autores de la casa. “En contra de lo que creen algunos, esto no será una puerta de acceso al mercado americano, porque es un mercado muy refractario a las traducciones y Wylie no tiene la varita mágica.”
También Guillermo Schavelzon, importante agente literario argentino -representa a Ricardo Piglia, Juan José Saer, Manuel Puig y Paul Auster, entre otros, con oficina en Barcelona desde hace años- ve “la venta a un competidor” como “un proceso lógico de renovación generacional”. El Chacal es 17 años menor que Balcells. Lo que Schavelzon no cree es que esa “megaagencia afecte al funcionamiento del mercado, de los autores ni de las otras agencias”, porque “hace años que ya existe: es Andrew Wylie”. “Para mí esto es como que abran un enorme Coto frente a una tienda orgánica atendida por sus dueños: ninguno le quitará clientes al otro”, dice.
De cualquier manera, Schavelzon reconoce que el Chacal se salió con la suya. “Al final logró lo que desde hace tres años viene diciendo: que lo único que le interesaba de Balcells eran cinco autores. Wylie es un empresario capaz y eficiente, no imagino que haga nada diferente a otros que compran otras empresas: quieren sumar la facturación, pero no los gastos”, añade. Y los autores que tiene en la mira el americano está claro que son los más rentables: García Márquez, Vargas Llosa, Isabel Allende, Julio Cortázar, puede que Cercas y no muchos más. La cuestión es qué pasará con el resto y si su prestigio le compensará el bajo volumen de negocio.
En todo caso, cuando la absorción de la cartera se complete, la permanencia o no en los dominios de El Chacal dependerá de la voluntad de cada escritor. Y por otro lado, para D’Efak, todo serán ventajas, por la concentración de poder que supone, en la era de los grandes conglomerados editoriales y el cambio de paradigma digital. “La capacidad de negocio será mayor juntos, como Balcells&Wylie, y también será mayor el poder de lobby global y de negociación frente a gigantes como Amazon”.
El tiempo dirá. Por lo pronto la puerta del gallinero está abierta y a El Chacal se le hace agua la boca.
LA NACION