21 Jul Libros digitales y de papel: convivencia pacífica (por ahora)
Por Ángela Levy
De las tablas de Gilgamesh a las tabletas de Amazon, la historia de la Humanidad abraza otra mutación del libro que presupone todavía destinos algo inciertos. Si bien el libro electrónico ya llegó a la Argentina, el mercado editorial y los especialistas ponen freno al entusiasmo: el e-book aún es tierra fértil para explorar, al mismo tiempo que el reinado del soporte en papel empieza a tambalear para dar lugar a una pacífica y extraña convivencia con la revolución digital.
Que son livianos. Que son fáciles de llevar. Que con tan sólo un click se pueden bajar y guardar cientos de libros y tenerlos al alcance de la mano. Entre otras razones, los aman¬tes del e-book ya no deben preguntarse angustiosamente a quién le prestaron ese amado ejemplar que nunca más volvieron a ver. Tampoco necesitan peregrinar por librerías en busca de títulos agotados o editados en otros países.
Sin embargo, este tsunami electrónico obliga a los edito¬res de pequeña y gran escala a asumir desaños para no caer en un vacío tecnológicamente voraz y competitivo. Es que el mercado local parece no tener estrategias sólidas para operar en forma digital, aún cuando los comportamientos cultura¬les estén dando claras señales de que el futuro ya llegó, desafía al derecho de autor y pesa menos de 200 gramos.
En este escenario, ya aparecieron las cifras oficiales de esta mutación cultural: de acuerdo al SInCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina) en 2009 se edita¬ron 1.035 títulos en soporte electrónico, mientras que en el 2011 hubo 5.077, el 16 por ciento del total de los libros (electrónicos y en papel) edita¬dos en Argentina.
“Es una tendencia que viene creciendo de la nada. En los últimos tres años hay un salto enorme vinculado al desarrollo normal de una nueva tecnología y a la aparición del Kindle de Amazon, un soporte de convergencia de múltiples lenguajes, fácil de usar, liviano y se lee sin reflejos”, explica a Cielos Argentinos la socióloga Natalia Calcagno, responsable del SInCa.
Lejos de una visión romántica que se abraza al seductor olor a celulosa y a la textura inconfundible del papel, los lectores de e-books apuestan a desterrar los mitos que demo-nizan este novedoso formato: los readers son compactos y sus pantallas emulan las páginas del libro tradicional pero con múltiples funciones: tienen diccionarios en línea, permiten guardar, marcar los textos e intercambiar libros con la misma facilidad con la que se adjunta un archivo.
En Estados Unidos y, de acuerdo al informe anual BookStats que monitorea el mercado norteamericano, los libros electrónicos se posicionaron en los primeros puestos en ventas como formato en ficción para adultos, mientras que en España las ventas en este soporte aumentaron un 41,6 por ciento desde el 2009, según los datos de la Federación del Gremios de Editores de ese país.
En Argentina este consumo comienza a despuntar según lo que indica el informe L+5 Vista, que registra la opinión de más de cien editores latinoamericanos y que vaticina un ascenso de las ventas digitales en librerías que llegaría entre un 10 y un 30 por ciento recién para el 2015.
“El crecimiento se asocia a un desarrollo de bajísimos costos que permite que editoriales y ediciones de autor se puedan hacer por esa vía. Hay más títulos, pero eso no se traduce en una mayor circulación. Al e-book aún le faltan bastantes años”, agrega Calcagno.
Esteban Castromán, editor, escritor y responsable del espacio Zona Futuro en la última Feria del Libro de Buenos Aires, explica que si bien lo digital es un componente insoslayable de la experiencia cotidiana, “el proceso de producción-circulación-consumo de libros electrónicos aún es una tendencia incipiente en Argentina”.
“Más que certezas -agrega- hay preguntas, fantasías pesimistas respecto al libro tradicional o delirios tecnofílicos y, en ese escenario, el mercado aún se acomoda a tientas, por¬que no está claro para nadie cuáles son sus posibilidades y limitaciones”.
Esta incertidumbre, donde no hay sensación ni de crisis ni de transformaciones, profesa su lado negativo: “Si los cambios los lideran grandes empresas que compran todos los derechos se genera una mayor concentración en los contenidos y se define un curso del negocio en pocas manos”, advierte la socióloga.
La lentitud ante la vorágine digital también se da por el fuerte lazo cultural con el libro en papel. De hecho, el reemplazo por un archivo plano generará una nueva experiencia de la lectura, más difícil de desandar que el cambio del CD al mp3.
Según Calcagno, dado que la lectura en pantalla de cual¬quier material se duplicó en diez años “es muy factible que el e-book tenga un lugar aunque la lectura en pantalla no compite con el papel: el que ya lee, lee de todo en diferentes formatos”.
Los más románticos concluyen que el libro en papel con sus cubiertas, sus anotaciones a mano y ese olor característico, sea por nuevo o por viejo, no será liquidado por las nuevas tecnologías, sino que en Argentina durante algunos años más convivirá e incluso se complementará con los cómodos y múltiples readers, porque en definitiva las buenas historias desconocen de soportes.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS