Julio Le Parc: un juego de luces, frente a los ojos de los demás

Julio Le Parc: un juego de luces, frente a los ojos de los demás

Por María Elena Polack
Disfruta tanto de la relacción directa entre la obra artística y el público, que uno de sus desvelos es que haya un “libro de oro” para que la gente pueda dejar sus impresiones en el vestíbulo del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, donde se desarrollará la muestra Lumière, desde el 11 de julio y hasta el 6 de octubre.
Desde el inicio de su carrera, allá por los 60, Julio Le Parc ha privilegiado el trato directo con el espectador, relegando la opinión de críticos, coleccionistas o directores de museos. Le cabría perfectamente la definición de moda: “democratizador”, en este caso, del arte.
Espigado, con sus infaltables boina y bufanda negra y la picardía intacta, Le Parc recorrrió ayer con LA NACION las dos salas en las que se podrán ver sus trabajos sobre la luz creados en las décadas del 60 y del 70 en París, y que pertenecen a la colección Daros Latinamericana, con sede en Zurich y casa de exposición en Río de Janeiro, donde se vieron durante casi todo el verano.
Es la cuarta retrospectiva de su vasta obra en nuestro país y en el Malba, que ya atesora algunos trabajos suyos. Da respuestas tan sencillas que pareciera un espectador más de su propia creación y se permite fantasear con la posibilidad de jubilarse, aunque sabe bien que no se retirará jamás.
La exposición que llega a Buenos Aires está integrada por 17 proyectos. Es algo más chica que la de Casa Daros, en Botafogo, por la que pasaron unas 55.000 personas a conocer 32 instalaciones cinéticas y lumínicas. Y es bastante más chica que la del Palais de Tokyo, que incluyó otras temáticas y propuestas de su trayectoria y por la que desfilaron 170.000 espectadores en menos de tres meses.
Evita hablar de sí mismo y se enfoca en sus proyectos. Para referirse a Le Parc, hay que hablar con Hans-Michael Herzog, director artístico y curador de la Colección Daros Latinamericana, que sigue la entrevista con esta cronista, acostado sobre un amplio camastro para observar en detenimiento la obra Continuel-lumière au plafond, que pende del techo y mide cuatro metros de ancho por cuatro metros de largo. “Es uno de los mejores artistas del siglo XX en este campo del arte cinético. Todo sale de la nada, hecho a mano y con años de experiencia”, sentencia Herzog. Y califica la propuesta de “existencialista, lúdica e inestable”. “Entre otras muchas consideraciones que podemos hacer de la obra de Le Parc, debemos señalar que es lúdica, y una muestra sobre la memoria. Cada espectador la sentirá de una manera distinta porque todo es magníficamente inestable.”
A pocas horas de la apertura al público, el próximo sábado, faltan pocos detalles de terminación de la puesta en escena de la muestra. Las salas están listas para ser recorridas, se está terminando de instalar las vitrinas con objetos y los vinilos de la línea de vida que ilustrarán al público sobre la trayectoria del artista. Las tres obras en colores que acompañarán el trayecto entre el ingreso al museo y la llegada a las salas también están a punto de deslumbrar.

-Dos veces habló de su interés por que haya un “libro de oro”, ¿surgen de allí ideas para otros trabajos?
-Sí, pueden surgir o pueden crear interrogantes viendo cómo la gente recibe tal obra que uno ha imaginado de una manera y que se la toma de otra, que no era el objetivo. Si alguien dice “es el firmamento”, yo no hubiera imaginado que podía ser el firmamento. Alguien puede decir que son extraterrestres o espíritus o fantasmas. Para mí son luces que se mueven en forma aleatoria.

-¿Y esos comentarios no lo hacen soñar con algo menos concreto que una luz que se mueve en forma aleatoria?
-Sí, me pueden hacer soñar cuando voy a cualquier exposición en la que me pongo en actitud contemplativa o participativa y veo las cosas como cualquier otro expectador.

-¿El vínculo con el espectador es el que más le importa?
-En general, el público tiene una gran capacidad de observación, de comparación, de reflexión, de admiración según los casos y cuando se le da la ocasión de manifestarse lo hace muy bien.

-¿Cómo se siente exponiendo en la Argentina?
-Siempre con mucha esperanza. En Mendoza hice dos exposiciones grandes y hay un centro cultural Le Parc con una esfera roja muy linda, muy grande. Para lo que he propuesto, creo que el público es muy receptivo.

-¿Puede llegar a abstraerse y ver arte como un espectador que no está dedicado al arte?
Sí, y creo que es fundamental. Lo que no me gustaría ser es un artista obtuso que piensa que lo único que es buen arte es lo que hace y lo de los demás no es bueno, que no necesita ser mirado ni considerado. Hay algunos artistas que son muy obtusos y que es su tendencia, fuera de ella no hay nada.

-El manejo del ego propio es bastante difícil.
Cualquier tendencia, cualquier medio expresivo, puede tener cosas que me lleguen a mí sin quedarme limitado.

-¿Cómo es Le Parc como público?
-[Se ríe anticipadamente porque sabe que la respuesta busca complacencia]. Me duelen las rodillas, estoy viejito. Voy a exposiciones, pero no todos los días. A veces, por su promoción personal, la estrategia de ciertos artistas es hacerse ver; hay gente que busca la cámara a cualquier precio. A veces forma parte de su idiosincrasia o de su personalidad. Y a veces puede ser divertido o simpático. Pero en mi caso no voy a hacer verme ver por los directores de museos, los comisarios, los curadores. Si voy es porque son amigos o porque me interesa la muestra.

-Teniendo en cuenta que la exposición en el Malba es de las décadas del 60 y del 70, ¿cuál es la actualidad de Le Parc?
-Siempre estoy trabajando en temas variados y esperando la jubilación.

-¿Qué haría un día como jubilado?
-Un autorretrato [se ríe largamente]. Me arruinaste el día si me decís que un artista no se jubila. La condena a seguir trabajando siempre uno la sabe desde el principio. Mientras uno pueda tener un lápiz a mano…

-¿Qué piensa cuando no piensa en arte?
-En mis objetivos inmediatos, en qué voy a hacer. Ahora [dice mientras el reloj marcan las 16.30] pienso en ver el partido de Brasil y Alemania, y que gane Brasil.
LA NACION