Historietas, fuente de inspiración

Historietas, fuente de inspiración

Por Alejandro Schang Viton
Algunos estudiosos del tema afirman que los antiguos egipcios ya disfrutaban de lo que podría ser el origen de las historietas aunque, por otra parte, se sospecha que los chinos le dieron vida a través de prolijas linternas mágicas en noches de hastío y en fiestas familiares.
Siglos después, estos dibujos animados fueron cobrando mayor participación entre chicos y grandes hasta llegar en la actualidad a verlos representados en 3 D. Sin embargo, los también llamados cartoons, toones, cómics o monitos ingresaron en nuestras vidas para quedarse, aggiornarse y ser compartidos visual y oralmente hasta transformarse en auténticos íconos.
De esta forma, zas, paf, pum, huija, canejo, crash, intríngulis-chíngulis y miles de exclamaciones sonoras, alegres y alocadas fueron quedándose en nuestra cotidianidad y sus imágenes pronto se incorporaron a nuestro lenguaje creando nuevos adjetivos, apodos, sinónimos y sustantivos poco comunes, pero sí muy populares que siguen compartiendo diversas generaciones. Quizás el éxito de los cartoons se debe a lo que afirma Gerard Blanchard: “La filosofía del cómic los libera de los senderos del realismo y de cierto tipo de narración”.
Ejemplos abundan. Javier Guillermo Ordoñez, comerciante de 46 años, refiere, a propósito: “Hay algo que no cierra para mí, que he sido y soy gran lector y consumidor de dibujos animados entre algunos personajes de Walt Disney. Todos sabemos que Donald es pato; Pluto, perro; ¿pero y Goofy (Tribilin, Dippy) qué es? ¿Es un perro intelectual o un híbrido?
Para Andrea Monge de Quesada, madre de dos chicas de 5 y 7 años, los dibujos tienen que ver mucho en su vida doméstica. “Mi hija mayor tiene algunas actitudes que me recuerdan a Mafalda, el personaje maravilloso creado por Quino, y a veces hace cada pregunta y toma decisiones que debería yo transformarme en la Mujer Maravilla para poderla dejar más o menos conforme”.
Buenos y malos ciudadanos llegan a un punto en que deben soportar el peso del mote cartoonero. Así vemos cada tanto en las secciones policiales de los medios que aquellos que delinquen gozan de alias como Chucky o Juanita, la pistolera dando quizás un tinte menos trágico a sus andanzas.
Tampoco permanecen indiferentes a la tendencia los dueños de mascotas. Irene Veronese recuerda que su primer cachorro se llamaba Quintín García, por el personaje bastante haragán que aparecía en la tira de LA NACION con el título Y ríase la gente, hace años.
En la década del sesenta algunos nombres de esta cofradía animada sirvieron para designar actitudes humanas, como por ejemplo, Pochita Morfoni, hoy casi un anacronismo. O también para criticar suavemente un vicio como la avaricia asociándola con el Tío Patilludo o Tío Rico. Para designar una mente creativa, Pardal o Giro Sintornillos o al simpático Calculín.
“En el colegio -comenta Andrés Hugo Rossi, 37 años, técnico- muchas veces se acudía a alguno de los personajes más populares para rebautizar a los profesores. A uno, de idioma, que era gordito, bajito y simpaticón, lo llamábamos cariñosamente Petete, como el del Libro Gordo.”

CHICOS DIFÍCILES
“Confieso que de chico era un diablo -admite Daniel Bermúdez, de 58 años, vecino de Liniers-. Mi madre decía que era igual a Daniel, el Travieso, y es hasta el día de hoy que me siguen llamando así. A mi hermana, en cambio, que era bastante estrella, la llamaba Betty Boop; ahora todos la llamamos Barbie.”
Diego Valverde, de 52, cuenta que a la hora de sentarse a la mesa, su abuela era muy estricta y no dejaba que comiera nadie antes de estar sentados todos. “A mí me llamaba Olaf, el Vikingo, porque decía que tenía los mismos modales.”
Un día, la cordobesa Clara Mendizabal entró a una peluquería del barrio munida de la revista El Tony , en la que aparecía la tira El Píncipe Valiente . Señalando el dibujo del protagonista, le dijo a la peluquera: “Quiero que me cortes así y me tiñas de blanco. Esto sucedió en los setenta y a partir de entonces todos mis amigos y parientes, debido a mi loca decisión, aún me llaman en broma Princesa Val. Otra vez me volví a cortar el pelo y este corte fue más arriesgado, hasta tal punto que mi marido me decía que le hacía acordar a Dino, la mascota de los Picapiedras”.

PERSONAJES VENGATIVOS
Alberto María Galanti, de 45 años, nacido en Rosario y profesor de educación física, recurrió también a un personaje para destacar un proceder muy poco caballeroso. “Mi primo Juan tenía la maldita costumbre de tratar de gavilanearte la chica con la que estabas conversando en una fiesta o en una reunión. Fue así como le quedó el apodo de Quique Gavilán.”
Lo físico siempre se presta para ser comparado, parece confirmar Oscar Hugo Barrero, de Villa Ballester. “Trabajaba en una fábrica de confección de ropa de cuero, allá por los ochenta. Uno de nuestros compañeros, que era muy feo y se movía todo el tiempo para hablar, fue muy pronto llamado entre nosotros el Boxitracio y había otro que tenía un jopo impresionante y una mirada inquieta. A él le decíamos el Pájaro Loco o simplemente Loquillo.”
De los apodos no se salvan ni los que están en el poder. Son una tentación para los amantes de las historietas. En un número de la revista Tía Vicenta , dirigida por Landrú, apareció un dibujo del general Juan Carlos Onganía con poncho, vincha, revoleando unas boleadoras a lomo de un chúcaro corcel cuyo epígrafe anunciaba que no era otro que Onganizú, el cacique de las pampas. Años después, en otra etapa de la misma publicación se lo vinculó al general Jorge Rafael Videla con la Pantera Rosa. Pasaron décadas y esta vez le tocó al presidente De la Rúa, lo llamaron Droopy Dee; al presidente Néstor Kirchner, Lupín, y a Duhalde, Pedro Picapiedra.
Maliciosamente, cualquier miembro de la policía es apodado Matute, el simpático personaje que comparte callejón con Don Gato y su pandilla. El mismo sustantivo propio fue utilizado por los chicos para designar a los celadores.

SINÓNIMOS Y ANTÓNIMOS
La creatividad de los últimos veinte años llenó el mercado de productos europeos, americanos, asiáticos y nacionales.
Algunos crecieron también como metafóricas figuras. Speedy González se usaba tanto para un espíritu lento como para uno demasiado rápido. Un chico inteligente, Calculín (García Ferre). Una persona atropellada, Bólido. Alguien forzudo, un Popeye. Una chica poco agraciada, Patora (Dante Quinterno). Susanita, de Quino, una celestina, una casamentera. Manolito, también de Quino, una bestia peluda. Una persona poco honesta, Avivato. Un amarrete, Amarroto (creación de Oski) . Un gordito, Porky. Una gordita, la Vaca Aurora. Un duro, Boogie, el Aceitoso (Fontanarrosa). Una mujer mala, Cruella de Vil. Un tipo genial, Mandrake. Una gordita simpática, Piggy. Una mujer sexy, pero no con muchas luces, Barbie. Eso es todo amigos.
LA NACION

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