25 Jul Hermanos adoptados: temores y desafíos de una decisión difícil
Por Aigul Safiullina
Andrea y Fernando siempre supieron que querían adoptar a más de un chico porque no podían tener hijos propios. Se anotaron para dos niños y pasaron un año y medio de espera cuando surgió un caso en un juzgado de la provincia de Buenos Aires, a través de un contacto de ellos. Eran tres hermanitos de dos, tres y cuatro años que vivían desde hacía varios meses en un hogar en situación de abandono y necesitaban una familia. La pareja no dudó ni un minuto y, tras pasar por los procedimientos legales, recibió a sus hijos con los brazos abiertos.
“El primer mes fue una locura, los chicos no podían dormir de noche y no querían salir de casa”, cuenta Andrea la historia que empezó hace siete años y cambió su vida para siempre. Para ella, recibir a tres hijos al mismo tiempo fue como tener trillizos, con toda la alegría y los problemas añadidos a la vez. Y aunque los tres empezaron a llamarlos mamá y papá casi enseguida, Andrea todavía no sentía el significado de estas palabras. “En ese momento no entendés nada y todo te da igual”, relata a LA NACION, y agrega: “Es más: la primera semana me la pasé llorando de angustia”.
Pasaron muchos meses de trabajo diario antes de que los niños se sintieran cómodos y se quitaran los miedos, sobre todo el temor de ser abandonados de nuevo. Cada salida y paseo exigía mucha fuerza psicológica y explicaciones detalladas sobre los destinos y duraciones. “Lo más difícil fue poner los límites que existen en cada familia”, admite Andrea, que siempre ha tratado a sus hijos como propios. “Acá no hay ningún pobrecito y una pareja tiene que ser consciente, porque no es un acto de caridad, sino la idea de construir una familia”, afirma.
Daniel y Laura eligieron la misma estrategia para crear el vínculo con sus hijos adoptados. La edad y el género no eran críticos y cuando aparecieron las tres hermanas de cinco, ocho y 14 años ellos pudieron relacionarse muy rápido. “Nuestro planteo desde el principio era adoptarlas juntas”, cuenta Daniel, que se sintió seguro de que significaba una salida feliz a los problemas psicológicos de sus hijas. Desde su primer día con las chicas, Daniel y Laura pusieron todas las fuerzas para integrarlas y ayudarlas a vivir de otra manera. “Es muy importante hablar y estar atentos todos los días”, dice el padre de las tres chicas.
Hace poco más de una semana se hizo famosa la historia de cinco hermanitos de la ciudad que pidieron vivir en la misma familia. El caso tuvo mucha repercusión y aparecieron 379 familias interesadas de diferentes lugares de la Argentina. La Defensoría General de la Nación abrió una convocatoria pública porque no tenía a ninguna familia dispuesta a adoptar a más de tres chicos, según el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos. Pero, a ocho días de aquella convocatoria, esta semana empiezan las primeras charlas informativas y evaluaciones con las familias postulantes, comentó a LA NACION Guadalupe Tagliaferri, la presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. “La idea es poder cambiar el imaginario de los padres que, en su mayoría (98%), quieren adoptar a los bebes y menores de tres años”, agregó Tagliaferri que tiene la esperanza de poder conectar a los restantes 378 postulantes con otros grupos de hermanos en todo el país.
En el estudio de Abogados Gordillo, que brindaron apoyo hace algunos años a la familia Lencinas para que pudieran adoptar siete hijos en Córdoba, señalaron: “No debe facilitarse el proceso de adopción, al contrario: debe ser muy riguroso. Hay intereses muy delicados en juego. Deben implementarse los medios y sobre todo la dinámica de los equipos interdisciplinarios, administrativos y judiciales para que estudien a cada menor, su situación en particular y de esta manera tomar una decisión favorable para su caso concreto”.
Teresa García Ratti, psicóloga del juzgado de Mercedes, provincia Buenos Aires, dijo en diálogo con LA NACION: “Hay que tener en cuenta qué es lo que mueve a estos padres a adoptar hermanos y cómo pueden sostener su deseo de adoptar”. Para García Ratti, “muchos confunden el amor con los recursos afectivos”, sobre todo con los chicos más grandes, que cargan con experiencias traumáticas. Hace poco más de dos semanas, el juzgado de Mercedes les quitó a dos hermanos de 13 y 14 años a una familia adoptiva por un caso de maltrato y los entregó a otra familia donde vive su hermana mayor desde hace seis años.
Para Fabiana Donati, la madre adoptiva de estos tres hermanos, todo empezó como voluntaria del hogar Familias de Esperanza. Allí conoció a Sol, que vivía en ese lugar con sus hermanos. Las dos fueron generando un vínculo durante cuatro años, hasta que todos los hermanos fueron adoptados. “Los tres hermanos siempre mantenían una buena relación entre ellos y también venían a mi casa”, relata Fabiana mientras responde a las llamadas de sus hijos en el primer día que pasan en el mismo colegio. “Ahora los chicos están empezando a aprender lo que es vivir con otra hermana y de una manera distinta. En realidad, todos nos tenemos que adaptar”, agrega.
Fabiana recibió mucha ayuda de su familia, amigos y del hogar donde conoció a sus hijos. “Se generó una red y todos aportan con sus recursos”, dice Fabiana, que hace unos días creó una página en Facebook para que los hermanos sigan juntos. Daniel y Laura, los primeros protagonistas de estas historias de adopción múltiple, contaron con mucha ayuda de la Fundación Adoptare; Andrea y Fernando, los segundos, afrontaron con recursos propios el apoyo psicológico. “En la etapa posadopción el Estado está ausente”, dice Andrea, y admite que tuvo mucha suerte con el juzgado por no haber tenido que esperar demasiado. Fabiana dice que el tema de adopción está “mal diseñado”, porque “sale más caro que un chico sea institucionalizado en un hogar y que luego encuentre a una familia”. A esta altura del relato, vale aclarar que por decisión de los entrevistados sus nombres reales no son mencionados para preservar su intimidad.
Para Victoria Acosta, la directora de la asociación Familias de Esperanza, que recibe a 75 chicos en situación de abandono, “el hogar es un atajo para la adopción”. Al mismo tiempo, señala que “es muy fácil ahijar a un chico, sobre todo vulnerable”, y que por eso la familia adoptiva “debe estar preparada para acompañar, cuidar a sus hijos y también para pasar los tiempos difíciles”.
Después de haber vivido una experiencia diferente de la mayoría de los padres adoptivos, Fabiana invita a repensar todo el sistema: “Si se cambiara el modo de adopción para que la gente pueda vincularse antes con los chicos que son más grandes el deseo de adoptar podría surgir solo. Yo creo que mi hija era mía desde antes, porque todo fluyó sin problemas”.
LA NACION