04 Jul Esos raros peinados nuevos
Por Malva Marani
Hasta el mejor analista de fútbol, obsesivo de las tácticas, enamorado de la buena técnica, sabedor de virtudes y defectos de cada uno de los futbolistas que protagonizan esta Copa del Mundo, aunque lo intentase, no podría no detenerse –al menos un segundo– en ese detalle. El jopo rockabilly que sobresale en plena gambeta del Kun Agüero, la cresta ultramarcada que se gana la atención en cada llegada del chileno Arturo Vidal, las mechas desmechadas que samban al compás de cada finta de Neymar o la Z invertida que despunta durante la primera ofensiva de Cristiano Ronaldo. Imposible no notarlo: la cabeza de gran parte de los protagonistas de Brasil 2014, además de ser la responsable de estrategias y jugadas que los mantienen vivos o los eliminan del sueño de la dorada Copa, es el foco de todo tipo de looks que, al menos por un segundo, atraen más que su trato a la redonda.
Si desde hace ya unos años los jugadores de fútbol han empezado a descubrir sobre el verde césped su interés estético, destruyendo aquel sentido común que lo asociaba simbióticamente con la mujer, definitivamente en este Mundial parecen haber decidido a dejar esto bien claro, con peinados impecables tanto en la entonación del himno como en el pitazo final y con la crema para peinar como aliada inseparable dentro del bolsito que viaja rumbo al estadio. Esta realidad que hoy se democratiza y tiene al menos un representante por cada Selección, comenzó a plasmarse quizás hace 20 años, con la llegada al fútbol de quien hoy en día es reconocido como un ícono de la moda mundial: David Beckham, el gentleman inglés que rompió los esquemas estilísticos masculinos y, con oídos sordos a críticas y murmullos, hizo historia al convertirse en el primer hombre en ser tapa de Elle, la famosa revista de moda y belleza mundial.
Desde aquel flequillo blondo de un joven Martín Palermo hasta la trencita de Rodrigo Palacio, desde la cresta del italiano Mario Balotelli hasta el look afro del volante belga Marouane Fellaini: todos ellos, y más, decidieron que era hora de definirse también desde su apariencia física, en un mundo globalizado y mediatizado, en el que las cámaras inundan hasta el más escondido rincón y en el que las redes sociales son ojos inmediatos y masivos que todo lo ven. Superada la crítica más conservadora, el interrogante pasa por otro lado: ¿qué tanto afecta esta realidad el plano meramente deportivo? Como toda intriga contemporánea, se dirimirá con el paso del tiempo. Así y todo, el fútbol de Neymar y sus amigos de jopo y cabello platinado parece dejar una pequeña certeza: más allá del peinado intacto, la sonrisa perfecta o la estampa impecable, lo más importante sigue siendo jugar a la pelota.
EL GRAFICO