Ensayo sobre la soledad

Ensayo sobre la soledad

Por Francia Fernández
La abogada Emily White vivió cuatro años en un estado de soledad casi extrema. A pesar de que tenía buenos amigos y una familia cercana, desde 2002 hasta 2006 pasaba la mayoría de sus noches y fines de semana de treintañera desconectada de las personas. En un intento por desentrañar su naturaleza solitaria y aprender a convivir con ella, decidió investigar qué había detrás de un tema del cual casi no se habla y que, según subraya, es un trastorno que debería ser tomado tan en serio como la depresión.
Así nació La habitación vacía (Aguilar), libro escrito en primera persona, en el que esta autora canadiense narra sus experiencias con la soledad y la estudia en detalle, como si se tratara de un caso profesional. En 290 páginas, White describe su “incapacidad de sintonizar” con los demás, provee datos de investigaciones científicas sobre un mal que socava el cuerpo y el alma (ya que afecta el sistema inmunológico, el ánimo y el comportamiento), y brinda testimonios de otros individuos solitarios, con los que se contactó alrededor del mundo.
El libro, elogiado por publicaciones como The New Yorker, se convirtió rápidamente en best-seller en Norteamérica. Algo que no sorprende, si se tiene en cuenta que uno de cada cuatro canadienses y estadounidenses vive en un hogar habitado por una sola persona. White dice en sus páginas que los solitarios experimentan su soledad como “una dolencia sin tener nada a que aferrarse”. Entre los factores que los determinan, figuran desde predisposiciones genéticas hasta la falta de intimidad en sus vidas o el temor de abrirse a los demás, porque aprendieron que las relaciones son amenazadoras. Y no se trata sólo de soledad emocional (que apremia en una cultura que exige que todo el mundo forme pareja), sino también de soledad social, a menudo disfrazada de introversión.
Muchas veces, el hecho de sentirse solos va acompañado de vergüenza y los lleva a no admitir su condición o a ocultarla. “Lo más difícil con que debe lidiar la gente solitaria es la sensación de que la soledad está estigmatizada o es un tabú”, señala White por correo electrónico. “No sé cómo es en la Argentina, pero en países como Estados Unidos o Canadá se supone que no debes sentirte solo, y existe esta idea de que si esto sucede algo ‘malo’ ocurre contigo.”
En todo caso, mientras escribía su libro, lo que más la impresionó no fue eso, sino descubrir que “la soledad conduce al aislamiento. Esto significa que mientras más solitario se vuelve uno, menos probable es que consiga compañía o apoyo, y conlleva un efecto cíclico en el cual la soledad conduce a la retirada, lo cual produce más soledad, y ése es un círculo muy duro de romper”, explica.

Incomprendidos
Del libro de White se desprende que la soledad no es un estado de ánimo, sino una condición más bien crónica, que el resto de la gente no comprende. Eso hace que los solitarios se evalúen constantemente, y se sientan “confundidos, desmoralizados e infelices” pero sobre todo -y esto diferencia la soledad de la depresión- “inseguros e inadaptados”.
Así como todo el mundo considera que la depresión -conocida como la enfermedad del siglo XX- es un problema que puede afrontarse, decir que se está solo es visto como un defecto de la personalidad que no tiene cura. “La depresión es un problema tremendo también, y la soledad puede llevar a él. Pero creo que la soledad es un gran problema de este siglo. Tantas cosas han cambiado: las familias, los matrimonios, el tamaño de las casas, el colapso del trabajo full time. Y eso implica que más y más personas estarán solas”, acota White.
¿Qué importancia tiene la soledad en estos tiempos, cuando se supone que la gente está más conectada que nunca? “Claramente, la soledad es un problema mayor para mucha gente… Realmente, no creo que Facebook y Twitter nos hagan sentir conectados. Nos hacen sentir brevemente como si estuviéramos conectados con los otros, pero no hay un sentido de conexión a largo plazo. Y ver actualizaciones de la vida social de otras personas, o seguir por Twitter a gente a la que uno no conoce (por ejemplo, celebridades), puede, en realidad, hacerte sentir mucho más solo. En general, nos dejan aún más apartados”, afirma White, quien está en pareja desde hace algunos años y prepara un segundo libro sobre “cómo construir una vida no solitaria, incluso si estás viviendo solo”.
Para sobrellevar los sentimientos de aislamiento y de estrés que conlleva la soledad, porque quien la vive siente que no encaja en este mundo, la autora recomienda practicar deportes o realizar un trabajo voluntario. “Pero es importante involucrarse en algo que a uno realmente le interese… A mí el trabajo con animales siempre me ha hecho sentir mejor: paseo perros en un refugio para mascotas.”
Es inevitable preguntarle de qué modo la soledad está presente hoy en su vida: “Me en¬canta la soledad: doy largas caminatas por los parques, y leo y escribo muchísimo. Pero no me gusta sentirme sola. La diferencia es la elección: si he decidido pasar un tiempo a solas, es fantástico. Es cuando ‘no se quiere’ estar solo que el problema se
instala”, responde.
LA NACION