Cómo lograr que se duerman solos

Cómo lograr que se duerman solos

Por Maritchu Seitún
Muchas consultas relacionadas con el sueño empiezan con la misma queja; nuestro hijo no se duerme solo. Y los padres reaccionan de alguna de estas formas: Se pasa a nuestra cama o Nos quedamos en su cuarto hasta que se queda dormido.
En el primer caso, ellos me explican que no encuentran la forma de que el chico se acueste en su propia cama y se quede allí. Cuando lo intentan, pasan los minutos y el hijo no logra conciliar el sueño, entonces empiezan a desesperarse porque tienen que despertarse temprano, hasta que llega la rendición: Pasate a nuestra cama. Y en cinco minutos está dormido. En el segundo caso, los padres llegan un poco más lejos: el chico se acuesta en su cama, pero ellos quedan esclavizados a su lado porque apenas intentan alejarse los reclama; no puede dormirse salvo que haya un adulto a su lado e incluso puede que necesite tocarlo para relajarse y dormir.
En algún momento de la infancia, los padres, idealmente de común acuerdo, deciden que llegó la hora de que el niño salga del cuarto de los adultos. Nuestra sociedad occidental individualista tiende a promoverlo alrededor de los seis meses, aunque ese límite se fue atrasando en uno de los intentos de evitar el riesgo de muerte súbita (unos años antes se proponía a los 45 días). Algunos autores que investigan otras culturas amplían el rango a los 2, 3 y hasta 4 años. Me inclino a sugerir que cuando uno de los padres (o ambos) quiere recuperar la intimidad de su cuarto, los dos tendrían que unirse en el esfuerzo para lograr que su hijo duerma en su propia cama.
Esto se logra con tiempo, paciencia y pasos pequeños. No hace falta dejarlos llorar, incluso me parece contraproducente. Tampoco exigir, gritar o tratar de convencerlos. Mi estrategia tiene dos pilares: la confianza del niño en la disponibilidad de sus padres cuando los necesite, y que éstos vayan haciendo pequeños cambios consecutivos en la rutina que sean tolerables para él. Muchos intentos fracasan porque los padres se apuran a pedir más de lo que su hijo puede, o lo exigen antes de tiempo… ¡Los miedos nocturnos y las ansiedades de separación no se resuelven por decreto!
Una buena forma de comenzar es el ritual placentero del que hablé en la columna anterior: nos quedamos con él en su cuarto hasta que se duerma. Los primeros días podría empezar el proceso con papá o mamá adentro de su cama, o dándole la mano, lo que haga falta para que el chico esté tranquilo y se entregue al sueño. Cada semana iremos haciendo algún cambio: Me quedo sentado en tu cama y te agarro la mano, Me quedo sin tocarnos, Me siento en una silla cerca, Me siento más lejos. Todo siempre dentro del cuarto, hasta que él se quede dormido. Después viene la segunda etapa: salir con diferentes excusas (Dejé el horno prendido, Voy a anotar algo, Me voy a poner el pijama) y volver muy rápido (al principio en no más de 10 o 20 segundos), antes de que haya tenido tiempo de preocuparse por nuestra ausencia. Así, el chico descubre que puede quedarse en su cama solo confiando en que vamos a volver (muchos padres lo prometen, pero no cumplen, o lo hacen un largo rato después, cuando su hijo ya está dormido y así no termina de confiar).
Luego iremos saliendo más tiempo, y más de una vez, hasta que unas cuantas veces lo encontremos tranquilo o dormido, ya listo para escuchar al otro día: Tengo algo urgente que hacer en la compu, o que leer, me siento en el pasillo cerca tuyo. Y al cabo de unos cuantos días más podremos decirle: Me voy a mi cuarto, cuando me llames vengo, volviendo, eso sí, las veces que sean necesarias hasta que nuestro hijo confirme que en efecto cuenta con nosotros también a la noche y que puede, al fin, dormirse solo.
LA NACION