Argentina-Suiza: la selección se clasificó a cuartos de manera agónica

Argentina-Suiza: la selección se clasificó a cuartos de manera agónica

Por Pablo Hacker
¿Por dónde empezar?, ¿por el gol de Angel Di María, a dos minutos del final del alargue?, ¿por esa pelota que sobre la hora pega en el palo en el arco defendido por Chiquito Romero? Son tantas las sensaciones que alteran el orden de los hechos. El estadio es una caldera, que desborda de la pasión de los hinchas argentinos, extasiados por un triunfo agónico que le dio a la selección el pasaje a cuartos de final. La Argentina se encomendó al sufrimiento y terminó al borde del infarto, del ataque de nervios. Pero sigue de pie y esa sensación es un combustible vital para lo que viene. Se ve en las caras de cada uno de los jugadores cuando celebran todavía en el campo de juego.

El gol de Di María a Suiza (TV Pública)

Iban 118 minutos de otro partido flojo de la selección cuando Lionel Messi encabezó la contra. Trasladó, hasta que la abrió para Di María, quien en 15 minutos hizo todo lo que no había hecho en 105. Angelito definió de primera, de zurda, abajo al palo izquierdo del arquero Benaglio, que nada pudo hacer. Fideo empieza una carrera alocada para celebrar con los hinchas, todos lo abrazan lo buscan, hasta Sergio Agüero, que está lesionado, corre para celebrar con sus compañeros. Alejandro Sabella grita el gol como nunca en todo su ciclo en la selección. Parece el final de una tarde llena de angustia.
Pero todavía queda más. Tiro libre para Suiza, Dzemaili cabecea y la pelota pega en el palo, el rebote se va a afuera. Hay otro tiro libre, ahora al borde del área, que pega en la barrera, y por fin el árbitro sueco Eriksson marca el final. Otra vez la Argentina cumple el objetivo, de nuevo con deudas en el juego. El verdadero Mundial, el que no admite errores, perdonó a la Argentina, que jugó un flojo primero tiempo, levantó en el segundo, pero nunca parecía suficiente. Hasta ese desahogo del epílogo.
La selección está en cuartos de final de Brasil 2014, con mucho más corazón que juego, con el coraje de algunos como Marcos Rojo, el más criticado antes del Mundial, pero de lo mejor aquí. Rojo sale lesionado, con dos amarillas que lo harán perderse el próximo partido, y merece el aplauso, principalmente por sus ganas, por su actitud, pese a ser de los más jóvenes del plantel. Se sigue sosteniendo en las salvadas de Romero, como aquella del primer tiempo ante Xhaka. Y, por supuesto, en el talento de Messi, siempre peligroso, aún en una tarde terrenal para él. Está de pie por esa aparición de Di María, que en el segundo tiempo suplementario salió decidido a buscar el gol y lo consiguió. Hizo mucho más en esos minutos que en el resto del encuentro.
El funcionamiento del equipo sigue siendo una cuenta pendiente para Sabella. Ni 532, ni 433, ni 442. Federico Fernández da ventajas que pueden costar mucho a medida que siga avanzando el equipo. Fernando Gago termina exasperando cuando falla pases, cuando no reacciona. Lavezzi no fue solución y Gonzalo Higuaín sigue fuera de sintonía. Hoy, Mascherano fue el corazón y una de las figuras. Ezequiel Garay levantó su nivel.
La Argentina está entre los ocho mejores del Mundial con el corazón en la mano, pese a haber jugado contra rivales menores para este equipo como lo son Bosnia, Irán, Nigeria y Suiza. Es cierto que sufrió tanto como Brasil, Alemania, Francia u Holanda. La próxima parada es el sábado, a las 13, ante Estados Unidos o Bélgica (juega a las 17), en Brasilia. La selección deberá prolongar la emoción, pero necesitará mucho más si quiere ser un serio aspirante a levantar la Copa.
LA NACION