Anatomía del flechazo: cómo nace el amor

Anatomía del flechazo: cómo nace el amor

Por Laura Reina
El corazón se acelera, la presión arterial aumenta, la piel enrojece y hasta se produce una inhibición de movimientos del sistema digestivo. Parece lo menos apropiado para una cita amorosa, pero es lo que sucede cuando alguien se enamora.
Basta una mirada, una sonrisa, un roce para desencadenar en el cuerpo un proceso incontrolable como el flechazo, la razón por la que hoy millones de parejas en el mundo rinden tributo al amor evocando a San Valentín. Este proceso se desarrolla en el cerebro, bien lejos del corazón, y se produce en menos de un segundo.
Según Juan Carlos Calvo, doctor en Ciencias Químicas de la UBA , investigador principal del Conicet y autor del libro ¡Qué porquería las hormonas! , es acertado hablar de “la química del amor”.
“Si estamos excitados o deprimidos, contentos o amargados, expresamos internamente esas situaciones con cambios en las concentraciones de determinadas sustancias, muchas de las cuales se sintetizan o actúan sobre el sistema nervioso. Hoy sabemos que existe una interconexión impresionante entre todos estos sistemas y nuestra psiquis”, explica.
“En el flechazo -detalla Agustín Ibáñez, director del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias (Ineco)- se activan mecanismos como la serotonina y la dopamina, que están asociados con el placer. Y, al mismo tiempo, se desactivan los mecanismos de defensa que dejan a la persona «con la guardia baja».”
“Además -agrega Ibáñez-, se producen altos niveles de oxitocina y vasopresina, dos hormonas que cumplen un papel crucial en la consolidación del vínculo amoroso. Existen, también, ciertos inductores del flechazo asociados con vectores universales, como el atractivo físico, la fijación de la mirada, la simetría facial y la relación cintura-cadera, que son captados por nuestros sentidos, especialmente por la vista.”
“Son características asociadas con la reproducción”, describe Calvo, para quien definitivamente existe “el amor a primera vista”.
“Parecería que una relación cintura/cadera de 0,7 es la medida ideal para que el hombre se sienta atraído por una mujer. Proporciones en la cara, relacionando distribución y tamaño entre los ojos, la nariz y la boca, también expresarían números «mágicos» que enamoran”, agrega Calvo.
No son pocos los que asocian el enamoramiento con “un estado de demencia temporal”: la euforia despertada por la química corporal hace que muchas veces se confunda amor con locura. Es lo que opina la psicóloga Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad, que afirma que durante el flechazo “hay altos niveles de impulsividad y pensamiento obsesivo en el ser amado que hace que el enamoramiento se asocie con un estado de aparente locura”.
Esa obsesión provoca altos niveles de ansiedad, “por eso el enamoramiento es compatible con ciertas características del trastorno por ansiedad generalizada y ciertas otras características del trastorno obsesivo-compulsivo”, explica Martínez Castro.
“Hasta la gente más brillante pierde la compostura cuando está enamorada, porque se activan las zonas del cerebro que controlan emociones, como el tálamo, el hipotálamo y el hipocampo”, asegura.
Enamorarse trae asociados síntomas físicos como taquicardia, insomnio y falta de apetito, entre otros. Por eso es imposible sostener esta situación en el tiempo. Según todo parece indicar, el estado de embriaguez no dura para siempre, sino que tiene fecha de vencimiento, lo que no necesariamente supone el fin de la pareja.
“El enamoramiento se termina a los seis u ocho meses de haberse conocido, ya que el organismo no puede sostener fisiológicamente ese estado por más tiempo. Pero las parejas continúan juntas porque surge el amor profundo, que no se basa solamente en la atracción física, sino en rasgos y características personales que van más allá. Esto ya no se denomina enamoramiento, sino verdadero amor basado en la elección adulta”, concluye Martínez Castro.
LA NACION