Una payada al filo de la inmensidad de La Pampa

Una payada al filo de la inmensidad de La Pampa

Por Gladys Sago
Cualquier borde cortante u hoja, de mano o de otro tipo, con o sin mango y hasta con vaina, se denomina cuchillo. Usado como herramienta, como utensilio de cocina y como arma, data de la Edad de Piedra; y se han encontrado algunos con una antigüedad de 2 millones y medio de años. El hilo de la historia, convertido en raíz, se enrolla en el misterio que de pronto rompe con el capricho del tiempo y muestra su urdimbre.
En la inmensidad del Sur, por una resolución del 14 de marzo de 1899, se creó una escuela que quedó como el antecedente oficial más antiguo y fijo de la fecha fundante de un pueblo, en el páramo donde se entreveró el vocablo castellano “Cuchillo” con otro de la lengua aborigen, “Có” -agua- para calar en la hondura de la pampa, que devuelve restos de la vida del siglo pasado, allí, en un sitio que fuera rico en pastos y aguadas para el ganado, con represas hechas por los indios, donde levantaron también sus tolderías. Cerca del Cerro de los Viejos, donde se abastecían de agua y luego existieron boliches de campo, Cuchillo-Có se levantó en el mismo departamento que las Sierras de Lihuel Calel, justo donde pasaba una rastrillada, trocada como tantas, en camino. Dos años después tenía juzgado de paz, registro civil y destacamento policial.
En un ámbito complejo, en torno de General Acha, la primera capital territorial, mesetas, valles y cordones medanosos tachonados por pequeñas depresiones donde se forman lagunas temporales y salitrales, acogen a Quehué, La Reforma, Limay Mahuida, Chacharramendi y Puelches, que comparten con Cuchillo-Có la grafía originaria de la tierra y la energía que emana de las alturas y la belleza de Lihuel Calel, las “Sierras de la Vida”.
En sus cuevas, rupestres señales milenarias quedan como vestigios de la razón primigenia convertida en leyenda, que invita a soñar con sus entrañas de oro y cobre, mientras sus piedras vibran en medio de la infinita quietud. Como La Pampa estuvo comprendida en jurisdicción de la Región de Cuyo; a fines de 1604 el gobernador del Río de la Plata, D. Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) realizó una expedición en busca de la ciudad de los Césares y llegó hasta los ríos Colorado y Negro. La pretendida ciudad habría estado situada al pie de Lihuel Calel.
Después, la incorporación efectiva de La Pampa a la Nación devino de una cuestión militar que, en cumplimiento de una ley de 1867, determinó llevar la línea de fronteras con el indio hasta los ríos Negro y Neuquén; pero fue recién con la ley 1532 del 16 de octubre de 1884 cuando se la reconoció como territorio nacional.
Cubierta de esa red de caminos secretos trazados a punta de lanza, la franja que iba desde el Atlántico y el Desaguadero y pasaba al sur de las ciudades de San Luis y de Río Cuarto hasta las primeras sierras bonaerenses, estaba habitada por dos grupos indígenas que recibieron el nombre genérico de “pampas”. Fueron ellos los que con un movimiento frecuente del ganado ovino y equino entre las tribus locales y las de la región de Chile y con el uso extensivo del caballo provocaron un comercio cada vez más creciente que llegaba hasta los hacendados del Sur, con todas sus connotaciones y vicios.
Se presume que ha volado tanta arena al impulso de un viento obstinado que perdura, adueñado del departamento de Lihuel Calel con sus 12.460 kilómetros cuadrados y apenas 592 actuales habitantes. Y hay tanto espacio todavía que obliga a creer que retozan esas brisas rebeldes y no que invaden la dura soledad de la llanura.
Del añejo entramado surge como un eco un acontecimiento que según los relatos de la época duró tres días y tres noches en Cuchillo-Có. En esa cuña silenciosa en el desierto sonaron arpegios de guitarra y rimas de un contrapunto improvisado entre los payadores Gabino Ezeiza y Maximiliano Santillán.
Ezeiza era de ascendencia negra, fue autor de infinidad de canciones e interpretó payadas memorables. Se presentaba en los comités políticos y en los cafés, pero, errante de pulpería en pulpería, solía recorrer los pueblos del interior con su guitarra y también con un circo de su propiedad, llamado “Pabellón Argentino”, que perdió en un incendio.
Quién sabe cuándo fue; no hay fecha cierta; pero Gabino Ezeiza anduvo por Justiniano Posse, en la provincia de Córdoba allá por julio de 1916, meses antes de morir. Tal vez había salido de gira y se llegó a La Pampa.
LA NACION