Seis cuerdas para cantarles a la patria y a la vida

Seis cuerdas para cantarles a la patria y a la vida

Por Gloria Martínez
“Aquí me pongo a cantar/ al compás de la vigüela.”
Así comienza la relación de su infortunio nuestro gaucho Martín Fierro, cuando se decide a consolarse -y consolarnos- con su canto “…como la ave solitaria…” de esa extraordinaria pena de su vida acosada por la injusticia y la incomprensión. Y nombra a su inseparable instrumento del canto con el nombre antiguo, ancestral, de “vigüela” que no es sino su guitarra gaucha, nuestra guitarra gaucha. Sería largo historiar cómo vino hasta nosotros este cálido instrumento, que se apoya suavemente contra el corazón y se hace vibrar con las manos en unión perfecta, sin distinción de superioridad entre izquierda y derecha, como evidenciando la misteriosa e irrepetible identidad de cada persona ejecutante.
Haciendo una brevísima síntesis en el tiempo, para que la guitarra gaucha cante con Martín Fierro, hay que remontarse no sólo a la Edad Media, sino aún a los aedas griegos, con su cítara, de donde, modificada la palabra citaara (kitaara), deriva el nombre de guitarra, y llegar al siglo octavo de nuestra era, cuando comenzó a constituirse al sur de la actual España, lo que el historiador Claudio Sánchez Albornoz denominó ” la España musulmana”.
La melancolía árabe del laúd se difundió por toda la España cristiana, y ya en el siglo XV, ningún juglar cantaba sus romances sin acompa¬ñarse con él. Hasta que más tarde, el genial Vicente Espinel, creador de las famosas “espinelas” en diez versos -hoy décimas- le añadió la quinta cuerda. Más tarde se le agregó la sexta cuerda que repite la nota “mi” en tono más grave. Así quedó definitivamente constituida, nuestra guitarra actual. Los españoles le dieron su propio rasgo, de genio a la vez realista y sentimental, hondamente expresivo de amor, de dolor, de alegría
Desde el siglo XV al XVIII, laguitarra, al difundirse por toda España y por Europa, adquirió una doble dimensión de aristocracia clásica y de autenticidad popular por obra de los grandes artistas que surgieron como: Gaspar Sáenz, Roberto de Vigeo, Tárrega y muchos otros de los genios intuitivos que la adoptaron por suya; también por su propia virtud de instrumento solista, que no necesita acompaña¬miento y que puede interpretar su propia literatura musical e incluso adaptar con éxito las músicas escritas para otros instrumentos.
Es conocido su arraigo en América, traída por los españoles y que el genio del gaucho le dio su carácter propio de guitarra gaucha argentina al punto de constituirse en nuestro instrumento nacional característico.
En 1923, el insigne musicólogo Juan C. Anido emprendió la publicación de una revista de cultura musical, “La guitarra”, en cuyos números se explican en detalle esta doble dimensión. La clásica que podemos simbolizar en una mujer argentina heredera de la escuela de Tárrega y Llobet, María Luisa Anido. Y la popular centrada en el payador Santos Vega y en Martín Fierro: “Aquí me pongo acantar/al compás de la vigüela/… con la guitarra en las manos/ni las moscas se me arriman/naides me pone el pie encima/y cuando el pecho se entona/hago gemir a la prima/y llorar a la bordona/…llega la sombra callada/y al envolverla en su manto/suena el preludio de un canto/sobre las cuerdas dormidas/ cuerdas que vibran heridas/como por gotas de llanto”… Nuestra guitarra gaucha acompañó a esos heroicos defensores de nuestro suelo; los ritmos de nuestras danzas nativas y adquirió dimensión como instrumento de concierto; en momentos culminantes de nuestra historia se oye como un fondo musical ineludible sus cierres y rasguidos. Inseparable amiga y compañera del gaucho, Santos Ve¬ga, encarnación legendaria del pa¬yador en la melancolía pampeana.
El sentimiento nacional se identificó con la guitarra en los modestos ranchos y en los salones aristocráticos de pueblos y ciudades de todo el país. Nuestro héroe máximo, el general San Martín, allá en Francia se consolaba recibiendo las clases de guitarra del célebre Fernando Sors. Lavalle y Paz no desdeñaban acercarse a los fogones donde sus bravos soldados gauchos la hacían resonar con cantos de la tierra. Muchos de los ejércitos patrios llevaban bandas de guitarras que sabían ejecutar el Himno Nacional… “En nuestros campos, valen más las seis cuerdas de una buena guitarra que los seis años de universidad”, según escribiera en uno de sus cuentos don Martín Gil; desde “Guitarra, guitarra mía..” (Gardel) hasta “Milongas para las seis cuerdas”(Borges).
Como modesta autora de nuestro instrumento nacional y del verso, le dedico también mi décima: Las manos de Santos Vega/entre sus cuerdas vibraron/y los cantos nos legaron/donde la pampa se entrega/gaucha guitarra que llega/a todos los corazones/desde ranchos y salones/al más lejano confín/que consoló a San Martín/e hizo patria en los fogones.
CLARIN