Padres en conflicto: los chicos, víctimas de las peleas entre grandes

Padres en conflicto: los chicos, víctimas de las peleas entre grandes

Por Evangelina Himitian
“Cuando pelean por mí o me ponen en medio de sus discusiones, me están dando el mensaje de que ganar una pelea es más importante que mi vida.” La frase es demoledora. Corresponde a un chico de siete años, protagonista de El hijo del divorcio, un video de apenas dos minutos que ayer se volvió viral en Internet. En el corto, el niño les escribe una carta a sus padres, que se están separando. De alguna manera, el video sintetiza algunas de las reacciones y los sentimientos que provocaron los audios que se conocieron en los últimos días de las peleas telefónicas entre Wanda Nara y el futbolista Maxi López por el cuidado de sus hijos.
¿Cómo afectan a los hijos las peleas de los padres separados? Si los especialistas en familia no se ponen de acuerdo acerca de las consecuencias directas del divorcio en el desarrollo de los hijos, en cambio sí coinciden en que las peleas posteriores al divorcio tienen un efecto devastador.
“Mientras los padres atraviesan esta lucha, los hijos se quedan emocionalmente desamparados . A mayor desborde y angustia de los padres, más desamparo y desolación del niño”, apunta la psicóloga Mónica Cruppi.
Cruppi es miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, especialista en niños y adolescentes e investigadora de temas de pareja y familia.
Nunca en la historia argentina se produjeron tantas separaciones legales como durante la última década, incluso más que cuando se sancionó la ley de divorcio vincular, en 1987. El último censo registró 564.396 separaciones legales más que el anterior. En una década, los divorcios pasaron de ser unos 87 casos diarios a 172.
Según estadísticas judiciales, en la ciudad de Buenos Aires el 54% de las parejas que se divorcian lo hace con menos de diez años juntos, y el 34%, con menos de seis. El mayor número de divorcios se produce de común acuerdo. Menos del 6% fueron procesos contradictorios.
“La práctica judicial es elocuente y permite afirmar que los matrimonios se divorcian cada vez mejor, es decir, sin «tirar la ropa sucia» a los jueces. ¿Cuál es la razón? El daño o alto grado de destrucción que los juicios causados o contenciosos causan a los hijos y a los propios cónyuges. La ley tiene un importante valor pedagógico; derogar el sistema de divorcio fundado en la noción de culpa significa decir a la gente que la ley no da armas a los cónyuges para pelearse y destruirse en los tribunales”, apunta Marisa Herrera, especialista en derecho de familia.
Que las parejas no se casan para toda la vida es algo que puede desprenderse de las estadísticas judiciales. “Sin embargo, cuando uno tiene hijos, genera un vínculo de por vida con la otra parte”, apunta Cruppi.
“A diferencia de lo que sucede con la mayor parte de los conflictos judiciales, en los casos de divorcio, especialmente si hay hijos, la pareja se separa, pero ambos seguirán siendo padres y, por lo tanto, deben mantener, al menos, un mínimo de comunicación”, dice Herrera.

LA SEPARACIÓN Y EL DESPUÉS
Un estudio realizado en Francia en 2010 y publicado por la revista británica Journal of Epidemiology and Community Health apuntó que aquellas chicos que fueron criados por padres que mantenían frecuentes peleas resultaron más propensos a padecer, ya de adultos, problemas mentales, sufrir depresión o estar involucrados en casos de violencia conyugal o familiar.
Otro estudio de la Universidad Pontificia de Comillas, de Madrid, analizó los efectos de las discusiones de los padres en chicos de 8 a 12 años. Les presentaron dos situaciones en imágenes a 344 niños: una pareja (suponiendo que eran sus padres) conversando y otra pareja discutiendo. En la primera, el 83,4% dijo sentirse alegre si sus padres estaban conversando. Con la otra imagen, las reacciones fueron variadas: un 37% manifestó sentirse triste; un 17%, preocupado; un 14%, enojado, y un 7,5%, asustado, entre otras respuestas.
“La muerte de la familia, o de un proyecto de familia, es uno de los duelos más difíciles de elaborar. Más que la muerte misma, que es tremenda e inexplicable, pero ocurre y configura una nueva realidad. La ruptura familiar es algo que ocurre y se sigue agravando. Y no involucra sólo a la pareja, sino también a los hijos, que son la parte afectada que no tomó ninguna decisión”, dice la directora de la Escuela para Padres, Eva Rottemberg, que acaba de publicar el libro Parentalidades: interdependencias transformadoras entre padres e hijos . En esa obra, dedica un capítulo a los efectos del divorcio.
“No quiero decir que no haya que divorciarse. Pero también hay muchos divorcios que se podrían haber evitado pidiendo ayuda a tiempo. Los adultos deberían tomar conciencia de los efectos que tienen sus decisiones en la estructuración psíquica de sus hijos. Padres, sépanlo: el divorcio tiene consecuencias. Y aquellos que lo hacen pacíficamente generan una mayor posibilidad de que los hijos puedan elaborar esa situación. Si el divorcio no se puede evitar, que traten de no cargar a los hijos”, agrega Rottemberg.
Verse tironeados entre las contiendas de sus padres, coinciden los especialistas, les va a causar a los hijos un daño psíquico muy importante.
El aspecto menos diagnosticado del divorcio es la depresión en los niños, según apunta Dora Davison, presidenta de la Fundación Familias Siglo XXI, que coordina el curso para padres en proceso de divorcio. “A menudo están tristes, distantes y esquivos aunque les vaya bien en la escuela. Los síntomas incluyen mal humor, enojo y peleas. Habitualmente estos síntomas no son considerados una evidencia de depresión, pero generalmente los son. Los chicos cuando se deprimen se vuelven irritables, contestan mal, no escuchan y hasta sobresaltan con exabruptos”, dice.
No sólo las peleas tienen consecuencias. También la falta de colaboración en la relación con el otro padre. ¿Las más frecuentes? Que los hombres no les pasen la cuota alimentaria o que las mujeres impidan que ellos vean a sus hijos.
“Con frecuencia escuchamos decir a un padre indignado al que su ex le obstruye las visitas a sus hijos: «¡Tengo derecho a verlos!». No es frecuente escuchar y pensar en los términos inversos: el derecho que tienen los niños a mantener el contacto con su padre”, agrega Davison.
LA NACION