11 Jun Obama mostró sus fortalezas y debilidades
Barack Obama asumió el poder prometiendo el fin a las dos guerras extranjeras de Estados Unidos, y parece que lo logrará. Durante su primer mandato, el presidente norteamericano retiró las últimas fuerzas del país que quedaban en Irán. Para fines del segundo, se habrán retirado las que aún permanecen en Afganistán. Reducir de 180.000 tropas en ambos países a cero en ocho años es una promesa cumplida.
Pero continúan las dudas sobre qué es lo que impulsa el calendario de Obama. Su impaciencia por abandonar Irak ayudó a que ese país entre en la esfera de influencia de Irán. Y el deseo de alejarse totalmente de Afganistán podría poner en peligro los avances conseguidos allí que tanto le costaron a la alianza encabezada por EE.UU.
Felicitarán a Obama por haber fijado metas claras y mantenerse leal a ellas. Pero su discurso en la academia militar West Point hizo poco por disipar la sospecha de que las prioridades son trazadas más por la política norteamericana que por hechos concretos. Lo mismo podría decirse de la conducta de política exterior de Obama en términos generales, que es buena en los grandes objetivos pero susceptible a las últimas elecciones.
Dicho eso, Afganistán es un país mucho más estable que hace seis años. Obama con razón hizo campaña contra guerras de elección (principalmente Irán) y a favor de las guerras de necesidad (en especial Afganistán). Cuando asumió la presidencia, EE.UU. tenía sólo 20.000 soldados en Afganistán. En dos años, llegaron a ser 100.000, cifra menor al pico de tropas soviéticas durante su ocupación en los 80.
Sin embargo, a diferencia de la Unión Soviética, Norteamérica trabajó de cerca con el gobierno legítimo de Afganistán aún cuando Hamid Karzai estaba enojado con algunas tácticas militares norteamericanas. Pero se contuvo a los talibanes. Y la base afgana de al-Qaeda fue destruida.
El mes próximo, Afganistán elegirá un nuevo presidente en lo que hasta ahora demostró ser un ejercicio relativamente bien manejado. Está al borde del éxito. Sería una gran lástima que la nueva administración de Kabul se viera obstaculizada por la promesa de Obama de abandonar el país antes de finalizar su mandato. Tal como reza el dicho talibán: Ustedes pueden tener los relojes, nosotros tenemos el tiempo. Obama debería dejar la puerta abierta a una mayor fuerza residual norteamericana, si fuera necesario.
Dudas similares entorpecen la agenda de política exterior del presidente. Estuvo bien en West Point cuando dijo que EE.UU. sigue siendo la nación indispensable del mundo; ninguna otra nación puede o podrá serlo. También estuvo en lo correcto al afirmar que no todos los problemas tienen una solución militar.
Obama heredó a los militares norteamericanos abarcando demasiado. Y lidió con eso. Pero a menudo incurre en una sobrerreacción diplomática. Ningún discurso tranquiliza a los escépticos. Muchos de los aliados de Estados Unidos desconfían con razón de la diferencia entre sus nobles palabras y su indiferencia diaria ante algunos de sus grandes desafíos geopolíticos de nuestros tiempos. Obama aseguró a los incrédulos que Norteamérica no está coqueteando con el aislamiento. Pero dejó sin abordar muchos de los grandes temas.
Apenas mencionó cómo lidiará con la audacia marítima de China, ni con la fijación de fronteras neoimperialista de Rusia. No habló del fracaso de las negociaciones comerciales en el Pacífico y del otro lado del Atlántico. Pero hay verdaderas esperanzas de que los esfuerzos de Obama deriven en un acuerdo nuclear con Irán, un importante componente de su discurso. Eso sería histórico. Pero hubo muy poco para convencer a los aliados norteamericanos de que Obama está listo para acelerar uno o dos cambios su agenda diplomática.
El discurso de Obama en West Point transmitió tanto sus fortalezas como sus debilidades como estadista. En su mayor parte, estableció metas correctas para EE.UU. en un mundo complejo y peligroso. Pero persisten las dudas sobre cuánto le interesa la tarea. Un discurso es sólo un discurso. Obama será juzgado por sus acciones.
EL CRONISTA