Las plazas inclusivas permiten que todos los chicos jueguen por igual

Las plazas inclusivas permiten que todos los chicos jueguen por igual

Por Florencia Halfon-Laksman
No lo intenten en sus casas! A la one, a las two, a las threeeeee”, gritan casi a la par Julieta y Lautaro Roccatagliata, mellizos de 9 años, antes de lanzarse al pasamanos de un juego de la Plaza de los Inmigrantes, en el partido bonaerense de Castelar. Hasta hace unos meses, ambos sólo iban a ese parque para que se divirtiera Dante, su hermano menor, pero ellos no tenían dónde jugar. Es que ninguna plaza de la zona tenía espacios de entretenimiento preparados para niños con alguna discapacidad, como ellos, que padecen Síndrome de Regresión Caudal, una patología poco frecuente que los obliga a movilizarse con bastones o en silla de ruedas y que hizo que Julieta debiera operarse 19 veces, y Lautaro, 27. De a poco, con su lucha y la de su mamá, Sonia López, consiguieron la instalación de plazas inclusivas, aquellas donde todos los chicos pueden divertirse.
Ahora, en tres plazas del municipio de Morón, se instaló el mismo juego inclusivo, que contiene rampas, un ta-te-tí con paneles en Braille, tambores pensados para chicos con discapacidad auditiva, un volante para los más bajitos y el entretenimiento preferido de Lautaro: el pasamanos.
“Los chicos con discapacidad motora desarrollan mucho los brazos. Ahora la plaza es nuestra segunda casa”, dice Sonia, quien se describe como “la mamá del corazón de Juli y Lauti”, ya que es la esposa del papá de los chicos y los cría hace casi siete años. López explica que “es importante que todas las plazas tengan juegos ‘inclusivos’, que se diferencian de los ‘integrados’ en que estos últimos son sólo para chicos con discapacidad, mientras que los inclusivos son para todos”. Con su voz de niño y reflexión madura, Lauti advierte: “¿Para qué tenemos una plaza a cuatro cuadras de casa si no podemos ir? Es como un derecho que tenemos… Bah, no… ES un derecho”.
Según el cálculo de Sonia, creadora de la ONG Por los Derechos de los Niños y las Niñas con Discapacidad, no hay más de 30 plazas inclusivas en todo el país, y por eso se propuso difundir la importancia de que aumente esa cifra. Empezó el año pasado, cuando tomó conciencia de lo ridículo e injusto que era naturalizar que Julieta y Lautaro fueran a la plaza pero no pudieran disfrutarla. “Algo no está bien”, pensó, y resolvió que sólo volverían el día que pudieran jugar sus tres hijos. “Hice una capacitación en la CONADIS (Comisión Nacional Asesora para la Integración de las Personas con Discapacidad) y ahí me enteré de la opción de estas plazas integradoras y también de que hay muy pocas en el mundo”, cuenta.
Esa concientización derivó en la creación de un proyecto, que le llevó al intendente de Morón, Lucas Ghi, para colocar juegos inclusivos en las plazas y también para que los vecinos respetaran los accesos a las rampas. “Conté mi iniciativa en una radio local y me escuchó Jorge Manoni, ciudadano ilustre de Morón, que en 2010 había pedido un juego al que pudieran acceder los chicos con sillas de ruedas. Eso había quedado ahí y yo me propuse juntar los dos proyectos”, repasa López, y explica que fue gracias a Manoni que accedió al intendente.
Desde entonces no paró, y el 12 de abril pasado, el municipio instaló el tercer juego integrador, sumando así tres plazas con esas características. Para los próximos meses, prometen otros dos: uno en Haedo y otro en Castelar Sur. Además, está pautado que cada plaza nueva debe incorporar uno o dos de estos juegos.
Pero Sonia no se concentró sólo en su municipio: “CONADIS tiene programas para invertir dinero en planes para personas con discapacidad y, si no se usa, esa plata tiene otro destino. Y hay un plan de plazas accesibles que cubre hasta dos plazas inclusivas por municipio. Todos los municipios pueden presentar el proyecto pero pocos lo saben. Se cubren hasta 200 mil pesos por plaza. Estos juegos cuestan cerca de 45 mil. Es una pena que no se instalen por falta de difusión”, detalla.
Julieta y Lautaro se mueven hoy por toda la plaza con la sensación del espacio ganado. Conocen cada rincón, se cuelgan de todas partes, y están fascinados con el juego que los devolvió a ese espacio verde, porque les permite desenvolverse, disfrutar y, sobre todo, conocer a otros chicos.
A ella le gusta treparse del pasamanos hasta que los brazos ya no le aguantan y pedir auxilio, risueña, para que alguien la ayude a bajar. “Me gusta la sensación de que me rescaten”, confiesa contenta. “La luchamos porque es para nosotros, para divertirnos, y también para otros”, dice Lautaro, que cree que de grande va a ser cardiólogo, aunque algo lo hace dudar: “Muchos me dicen que voy a ser presidente de la Nación.”
TIEMPO ARGENTINO