La imparable revolución de los números

La imparable revolución de los números

Por Bruce Feiler
El mapa de los Estados Unidos que apareció este año en Nerve.com es, en varios sentidos, similar a los mapas que suelen abundar en Internet durante las campañas electorales. Los estados estaban divididos en rojos o azules, que a su vez iban de más claro a más oscuro. Salvo que en el caso del mapa de Nerve.com, el color no indica preferencias políticas, sino la duración que tienen los encuentros sexuales en cada lugar?
Con datos provenientes de Spreadsheets, una aplicación que utiliza sensores corporales, acelerómetros y el micrófono del celular para monitorear “cuánto dura y qué tan fuerte grita cada uno”, el sitio web calculó el promedio de duración de los intercambios sexuales en los 50 estados norteamericanos. Nueva México resultó ser donde más duran, con siete minutos un segundo, seguido por Virginia Occidental e Idaho. Al final de la lista, Alaska, con un minuto con 21 segundos, precedida por Dakota del Sur y Vermont.
La aplicación, que también releva la cantidad de días seguidos en los que uno tiene sexo, la frecuencia de encuentros durante un período de 24 horas y el pico de decibeles, no graba ni reproduce el audio, explica el sitio web, y señala: “Eso sería atemorizante”.
En los últimos años, se produjo una revolución tan profunda que a veces es difícil soslayar su trascendencia. Estamos ahogados en cifras y números. Los datos están por doquier. Las palabras, así como otras cosas pasadas de moda, están en retirada, y los números están en auge. Los campos menos cuantificables, como la historia, la literatura, la religión y las artes están retrocediendo de la vida pública, para ser reemplazados por la tecnología, las estadísticas, la ciencia y la matemática. Hasta la forma más elemental de comunicación, el relato, está siendo desplazado por las listas.
Debido a nuestra obsesión con los números, tal vez, haya que apoyar esta afirmación con algunas estadísticas (a estas alturas, tal vez usted ya haya dejado de leer. Un estudio de la empresa de datos Chartbeat sobre “comportamientos profundos de los usuarios” reveló que el 55 por ciento de los lectores pasa menos de 15 segundos en cada página de la Red). En todo caso, acá van las cifras:

SALUD
El 69 por ciento de los estadounidenses hace un seguimiento de su peso, dieta o ejercicio físico, mientras que un 33 por ciento releva su presión sanguínea, patrones de sueño y de cefaleas. El mercado de los dispositivos digitales de estado físico alcanzó los 330 millones de dólares en ventas el año pasado y esperan que este año se duplique. Samsung acaba de agregar un monitor de frecuencia cardíaca a su popular línea de celulares Galaxy. La aplicación paga número 1 de iTunes de estos últimos meses es Sleep Cycle Alarm Clock, que monitorea la cantidad y calidad del parpadeo, y nos despierta durante la fase de sueño ligero.

REDES SOCIALES
Facebook es el rey de las mediciones. El sitio cuenta la cantidad de amigos, el número de “me gusta” que recibe cada actualización de estado, y el número de comentarios y de aprobaciones que recibe cada cosa que publicamos. Twitter, Instagram, Linkedln, Foursquare y Tumblr hacen relevamiento de todos nuestros seguidores y contactos, junto con el número de compartidos, favoritos y respuestas. Si usted quiere saber qué tan influyente es en las redes sociales, tanto Klout como Kred usan la estadística para hacer un ranking de nuestro impacto en la Web. 500 millones de usuarios ya han calculado su puntaje en la escala de 1 a 100 que mide Klout.

DEPORTE
Si bien los fans del deporte siempre amaron las estadísticas, la explosión de los deportes de fantasía en los últimos años demuestra que las estadísticas ahora compiten entre sí. Los fans hacen su propia formación de jugadores, tomados de varios equipos y luego “compiten” con otras formaciones sobre la base de estadísticas. Treinta y dos millones de personas juegan deportes de fantasía cada año. La oferta incluye béisbol, fútbol, rugby, lucha profesional, surf, carreras de auto, hockey y golf. Esa industria mueve 4000 millones de dólares anuales.

ESTILOS DE VIDA
El movimiento Quantified Self utiliza registros vitales, computadoras corporales y otras técnicas para darnos un “conocimiento de nosotros mismos a través de números”. La Universidad de Nueva York acaba de anunciar su asociación con Huston Yards para crear la primera “comunidad cuantificada” del país. El proyecto hará el monitoreo electrónico de informaciones como tráfico peatonal, calidad del aire, consumo de energía, cumplimiento del reciclado y hasta de la actividad física de los habitantes, en función de construir un modelo de “comunidad inteligente”. Varias veces en el transcurso del día, la aplicación Reporter nos envía una alerta con preguntas, como “¿Dónde está ahora?”, “¿Con quién está?” y “¿Qué noticias nuevas tuvo hoy?” A partir de esos datos, el servicio crea luego un gráfico de nuestra vida.
Nuestro mayor enemigo ya no es el Gran Hermano. Ahora es el Gran Yo. Ese ojo que nos sigue desde el cielo, somos nosotros mismos. ¿Cuáles son las consecuencias de este mundo “numerizado”? Duncan Watts, científico social de Microsoft Research y autor del libro Everything is Obvious (Todo es obvio), aplaude esta tendencia, y dice que toda esta nueva información permite tomar mejores decisiones. “Si tuviéramos que elegir entre un mundo en el que todo lo que uno hace se basa en instintos, tradiciones, o alguna sabiduría vaga, o hacer algo sobre la base de evidencias, yo diría que el segundo camino es el mejor”, opina Watts.
El desafío es proponer una interpretación adecuada de los datos, agrega Watts. ¿No dormimos bien porque nos quedamos haciendo zapping o porque estábamos cuidando a un hijo enfermo o pasando una noche de buen sexo?
Tony Haile, director ejecutivo de Chartbeat, que suministra estadísticas en tiempo real de ESPN, CNN y The New York Times Company, concuerda con Watts: casi todas las organizaciones de noticias han invertido en “periodismo de datos”, el uso de herramientas informáticas para hacer un rastreo de registros digitales, seleccionar grandes datos y visualizar niveles complejos de datos en gráficos tridimensionales e infografías. Haile dice que los beneficios de la métrica superan ampliamente sus riesgos. Para Haile, los datos son como un “sexto sentido” que nos proporciona una devolución instantánea y objetiva. Sin embargo, así como nunca usamos uno solo de nuestros sentidos, el mismo criterio debe aplicarse a los datos.
“Así como la apariencia de alguien puede ser engañosa, los datos también pueden serlo, ya que no muestran el cuadro completo”, explica. Otros, sin embargo, están más preocupados. Nassim Nicholas Taleb, autor del best seller sobre eventos inesperados The Black Swan (El cisne negro), sostiene que la obsesión con los números es una trampa seductora. “Acá el peligro no es contar con mediciones -plantea-. El problema es que uno empieza a querer maximizar cada medición y reducir todo lo demás.” Taleb dice que le gusta saber cuántos kilos de carne compra por mes, pero que si sus comidas sólo son medidas en función de los kilos de carne y calorías, entonces hay decenas de otras variables no contabilizadas, como el placer o la calidad de la conversación. “Como científico, puede asegurar que las cosas mensurables son pocas – dice-. Y con las que son mensurables, uno puede confiar en las mediciones sólo hasta cierto punto.”
Tal vez lo que se necesite es una manera novedosa de poner todos esos números en perspectiva. Sorprendentemente, esa herramienta parece estar disponible: se llama ley de los rendimientos decrecientes. “Puede hacerse una analogía con la dieta -asegura Watts-. Hay miles de estudios y todos se contradicen. No tiene sentido. Más vale comer razonablemente bien, hacer ejercicio y dormir de noche. Al fin y al cabo, mañana nos puede pisar un colectivo.”
Taleb asegura que hay dos escuelas de pensamiento en cuanto a la métrica. Podemos optimizar todo, o hacer lo que hacían nuestros ancestros: “lo suficiente”.
Como advirtió Albert Einstein: “No todo lo que puede ser contado cuenta, y no todo lo que cuenta puede ser contado”.
LA NACION