30 Jun Cigarrillo electrónico: falsa alternativa para dejar la adicción
Por Fabiola Czubaj
Un comunicado del Ministerio de Salud sorprendió en las redacciones. “Preocupación oficial por su exhibición en los canales de televisión”, era apenas el comienzo de una gacetilla de prensa para recordar que la comercialización del cigarrillo electrónico está prohibida en el país desde hace tres años y que su uso tiene las mismas limitaciones que el cigarrillo convencional.
“Ante la aparición reiterada de personajes haciendo uso de cigarrillos electrónicos en ficciones televisivas que se emiten en horario central, se recuerda que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) prohibió la comercialización de ese producto en el país en 2011 por considerar que «no existe evidencia suficiente para concluir que sea una ayuda eficaz para dejar de fumar» ni hay «pruebas suficientes que determinen que es seguro para el consumo humano»”, continúa el comunicado.
Y en uno de sus artículos, la ley nacional de control de tabaco limita la promoción, la publicidad y el consumo de “todos los productos elaborados con tabaco y los que, sin serlo, puedan identificarse con marcas o asociarse con ellos, de origen nacional o importados”. La reglamentación, que el Poder Ejecutivo realizó recién el año pasado, precisa en el artículo tercero que el cigarrillo electrónico y sus accesorios están dentro de los “productos que pueden identificarse con productos elaborados con tabaco”.
El responsable del Programa Nacional de Control de Tabaco, doctor Jonatan Konfino, comentó a LA NACION que se percibe que de a poco se está naturalizando el uso de este dispositivo electrónico. Como su venta está prohibida desde 2011, en nuestro país se está vendiendo ilegalmente a través de sitios de compra y venta en Internet, y de blogs que promueven su consumo. Su costo es de 700 pesos en adelante.
Un argumento de promoción es que sirve para dejar de fumar, que reemplaza al cigarrillo común. Sin embargo, no existen estudios que demuestren que el dispositivo electrónico cumple con esa promesa. Todo lo contrario. “No existe controversia alguna: no hay estudios que demuestren que se trata de una estrategia recomendada para dejar de fumar en ninguna parte del mundo, ni forma parte de las que aconseja el Ministerio de Salud -precisó Konfino-. Es un dispositivo que posee sustancias aromatizantes, alcoholes y, también, nicotina, que no es inocua y es muy adictiva, además de que su consumo aumenta la presión y la frecuencia cardíaca, entre otros efectos adversos.”
La aparición de este dispositivo de menos de 10 cm en la pantalla de la TV en una novela en horario central, en la mano de un par de periodistas y hasta del escritor Paul Auster durante su presentación en la Feria del Libro se sumó a las denuncias que se reciben en el 0800-999-3040 del Ministerio de Salud de personas que exigen poder utilizar el cigarrillo electrónico en lugares cerrados, como bares, cines, restaurantes, museos, entre tantos otros.
La ley antitabaco promueve los espacios 100% libres de humo como una estrategia con respaldo de la Organización Mundial de la Salud para desincentivar el tabaquismo y proteger no sólo a los fumadores de los efectos nocivos del humo, sino también a los que los rodean.
“Todo esto nos llevó a difundir este comunicado y a expresar cierta preocupación”, aclaró Konfino.
En tanto, desde la Anmat, explicaron por qué el organismo prohibió su comercialización, luego de que ya estuviera ofreciéndose en el país desde 2003 a través de Internet con la idea de hacerlo también en farmacias y supermercados.
“Como ocurre con cualquier medicamento o producto de uso médico o destinado a la salud, se solicitaron los estudios de eficacia y seguridad del producto. Hasta el momento, no se presentó ninguno de esos estudios, ni se pudo comprobar que el producto tenga los resultados en la salud humana que se le atribuyen con la publicidad, como servir para dejar de fumar -explicaron a LA NACION desde el organismo regulador-. Y, actualmente, en el mundo, la evidencia científica coincide con nuestra decisión. En algunos países, hasta están viendo que el consumo podría ser más riesgoso porque [el cartucho] podría incluir una dosis más alta de nicotina.”
En el país, más del 99% de los fumadores consumen cigarrillos comunes y el 1% restante opta por otros productos de tabaco. Para Konfino, menos del 0,5% estaría utilizando este dispositivo electrónico. “Pero el hecho de que se esté naturalizando su consumo no es bueno”, dijo.
Pero ¿por qué está prohibida la venta del cigarrillo electrónico y no la del cigarrillo común si ambos son tan nocivos para la salud? ¿Influye el lobby de la industria tabacalera en esa diferencia?
“Si hoy alguien se presentara para obtener la aprobación del cigarrillo común, nadie autorizaría la venta letal de un producto con más de 70 sustancias cancerígenas, que mata a la mitad de los que lo consumen y que es más adictivo que la heroína”, aseguró Verónica Schoj, directora ejecutiva de la Fundación Interamericana del Corazón-FIC Argentina.
“El cigarrillo se empezó a fabricar a principios del siglo pasado y el consumo se hizo masivo después de la Primera Guerra Mundial -recordó-. Los primeros datos que muestran que el cigarrillo hace daño aparecen en los años 50, cuando ya se había instalado la adicción. Recién en 1964 apareció el primer informe en Estados Unidos sobre sus efectos.”
Actualmente, un tercio de la población mundial es adicta al tabaco, y la comunidad científica está empezando a debatir su prohibición. “Aún no se hace porque favorecería el mercado negro. Su consumo es 30 veces más masivo que la cocaína. Por eso se promueve el Convenio Marco para el Control del Tabaco, que incluye estrategias para desincentivar el consumo, como los ambientes 100% libres de humo o el aumento de los precios”, agregó Schoj. “No es que esté bien que se venda tabaco, sino que su prohibición, hoy, aún es inviable sin desalentar el consumo -sostuvo-. Si con la ley seca tuvimos problemas, ¿qué pasaría con el cigarrillo, que es 300 veces más adictivo que el alcohol?”
LA NACION