23 May La oportunidad perdida de los emergentes
Por Jonathan Wheatley
En diciembre de 1994, Fernando Henrique Cardoso, presidente electo de Brasil, dio un discurso ante el Senado del país. Expuso un trabajo en el que había enumerado sus prioridades. Sentó las bases de amplias reformas del sistema fiscal brasileño y de su orden económico, lo cual abarcó el gasto público, las leyes laborales, el poder judicial y la política.
Veinte años más tarde, a pesar del auge de los commodities y el aumento de una nueva clase de consumidores en el mundo en desarrollo, sorprende ver lo poco que se hizo del trabajo de Cardoso.
Brasil no está solo. Los inversores cada vez más se preguntan si muchos de los principales mercados emergentes implementaron reformas estructurales fundamentales durante sus años de gran crecimiento.
Esas dudas sobre la resiliencia de los mercados en desarrollo crispan desde Brasilia hasta Bangkok. Los gobiernos de los países en desarrollo sostienen que están mucho menos expuestos a impactos externos de lo que estaban en la década de 1990, cuando el temblor que comenzó en México, Tailandia y Rusia tuvo repercusiones financieras graves en todo el mundo. En cierta medida, tiene razón. Muchas economías emergentes redujeron su dependencia de deuda en moneda extranjera, ordenaron sus finanzas públicas y crearon grandes reservas de divisas extranjeras.
Mehmet Simsek, el ministro de finanzas de Turquía, afirma que se introdujeron cambios radicales. Muchos mercados emergentes mejoraron considerablemente sus balances, ya sea en términos de finanzas públicas u otros fundamentos macro, sostiene. Tipos de cambio variables y un sistema bancario mejor regulado, por ejemplo, ahora son casi universales, afirma Simsek.
Pero dichos cambios, según reconoce Simsek, son reformas de primera generación: el tipo de medidas que pueden implementar tecnócratas en ministerios de finanzas y bancos centrales. Mientras se hacía ese trabajo, sostienen los chinos, el superciclo de los commodities y la era de la exuberancia irracional enviaron una ola de nuevos ricos al mundo en desarrollo. La crisis financiera de 2008-2009 mantuvo el flujo de dinero mediante la política de expansión monetaria. La necesidad imperiosa de reforma se redujo.
Ahora el mundo volvió a cambiar. El crecimiento de China se hizo más lento. El superciclo de los commodities terminó. La Reserva Federal difirió el fin de la política de expansión monetaria en septiembre, pero llegará, de todos modos. La falta de reformas vuelve a preocupar.
Quizás las reformas de segunda y tercera generación se cajonearon, dice Simsek. Digamos que los mercados emergentes no enfrentaron con suficiente firmeza este contexto relativamente sencillo.
Un problema es que hoy hay poco margen para que los ministerios de finanzas y los bancos centrales salgan al rescate. “Ahora no hay nada sencillo que puedan hacer”, dice Gaurav Mallik de State Street Global Advisors, una gestora de activos. “Ahora todo es complejo.”
Cita a India, donde el gobierno está librando una batalla contra terrenos y reformas laborales políticamente controvertidos. “Basta con ver la vorágine que se desata cada vez que se intenta implementar una nueva política”, sostiene, en referencia a los giros rotundos en los esfuerzos de Nueva Delhi por permitir la inversión extranjera en la industria minorista.
En Brasil, la falta de reforma es notoria ya que el camino a seguir se había planificado con mucha claridad. Cardoso no se quedaba atrás. Como ministro de finanzas, derrotó la inflación vertiginosa. Como presidente, hizo mucho por sentar las bases de la prosperidad ulterior. En un país adicto a una generosidad irresponsable del Estado, consagró la responsabilidad fiscal en la ley. También fomentó las privatizaciones en áreas centrales tales como la energía, los servicios públicos y las telecomunicaciones.
Pero sus reformas perdieron ímpetu. El gobierno sigue gastando mucho y mal. Un sistema impositivo desconcertante y la burocracia siguen siendo un gran peso para las actividades comerciales, tal como un código laboral inspirado por la Italia de Benito Mussolini.
Luiz Inácio Lula da Silva, sucesor de Cardoso, mantuvo sus pilares de estabilidad y ayudó a extender sus beneficios a los pobres mediante una red de seguridad social generosa y fomentando el acceso a créditos más baratos. Pero la agenda de Cardoso se revisó parcialmente, ya que el gobierno recuperó el control del Estado sobre el sector petrolero a un alto costo y extendió la influencia del Estado en otros sectores.
No todos los gobiernos de países en desarrollo retrocedieron. Algunos, como el de Chile y Polonia (y otros de Europa central), se acercaron a nivel de ingresos de los países desarrollados y ahora enfrentan el desafío de escapar de la trampa de los ingresos medios. A otros todavía les falta para acercarse.
En su discurso de 1994, Cardoso quizás estaba al tope de su popularidad, habiendo asumido el cargo durante la implementación del Plan Real contra la inflación. Según le dijo a los senadores, el plan había sido “solo el primer paso de los cambios y un puente hacia las reformas estructurales que no pudimos introducir este año”.
No imaginó que la oportunidad se perdería por tanto tiempo.
Chile: El país es un modelo de estabilidad y progreso
Chile suele considerarse un ejemplo del éxito en América Latina. Sus fundamentos macroeconómicos flamantes e instituciones sólidas les dieron una oportunidad de ingresar en el club selecto de los países desarrollados. Fue pionero en materia de reformas previsionales y prácticamente toda la economía se privatizó aparte de Codelco, la minera de cobre; sus ganancias están guardadas en un fondo soberano del que puede echarse mano en épocas de escasez. Las leyes laborales de Chile se consideran más liberales que las de muchos países europeos.
Si bien el nivel de pobreza bajó de 40% durante la dictadura de Pinochet a 15% en la actualidad, la desigualdad sigue siendo una de las más altas de la región y es el desafío más importante de Chile.
Con la reducción de la demanda de cobre por parte de China, algunos temen que los ingresos de exportación más bajos restrinjan el crecimiento económico y la capacidad de Michelle Bachelet, quien se espera que entregue el mando en las elecciones del mes próximo, de implementar las reformas necesarias para fomentar la igualdad y mantener tapado el descontento social.
Sin embargo, la estabilidad de Chile contrasta marcadamente con la Argentina azotada por la crisis del otro lado de la frontera. Argentina sufrió una crisis de deuda aplastante en 2001-02, el corolario de reformas de mercado aplicadas en forma deficiente en la década de 1990.
Incluso hoy, Argentina debe pagar tasas de interés de dos dígitos, mientras que los costos por intereses de Chile son similares a los de Francia.
Las empresas argentinas luchan contra los estrictos controles económicos, mientras que las chilenas se expanden por todo el mundo.
Polonia: boom del sector privado
Polonia fue la figura estelar entre los países post-comunistas de Europa Central, en parte debido a que su punto de partida fue tan desolador. Cuando los comunistas huyeron de escena en 1989, el país estaba en medio de un desastre hiperinflacionario. Las reformas implementadas durante el mandato del entonces ministro de finanzas Leszek Balcerowicz terminaron por apoyar las empresas de propiedad estatal, abrieron el país a la inversión extranjera e hicieron convertible el zloty.
Se pagaron las deudas de la era comunista, se conquistó la inflación, se puso el gasto bajo control y se crearon las condiciones propicias para un sector privado en crecimiento. El mercado laboral de Polonia, por ejemplo, es uno de los más flexibles de Europa. Esto no se logró sin pagar un costo y la economía cayó en una profunda recesión. Pero en 1992 volvió a crecer y Polonia fue el único país europeo que no cayó en recesión en las últimas dos décadas. El producto bruto interno per cápita de este año alcanzará el 62% del nivel de la eurozona, frente a menos de 30% en 1992.
Sin embargo, algunas reformas se estancaron. La privatización queó incompleta, la burocracia está instalada y el sistema fiscal es complejo. El entusiasmo inicial de Polonia por las reformas se desvaneció. El gobierno de Donald Tusk se abrió paso a un cambio significativo: el aumento de la edad jubilatoria a 67 años. Pero está retrasando reformas de pensiones anteriores alegando que estas están perjudicando las finanzas públicas.
Buena parte de los esfuerzos se centraron en guiar al país a lo largo de la crisis financiera, algo en lo que Tusk y Jacek Rostowski, su ministro de finanzas, tuvieron relativo éxito.
Turquía: Tensiones ponen en riesgo la inversión
Para muchos observadores, Turquía es un caso aparte. Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro, dominó el país durante una década. Su fuerza de voluntad estableció la supremacía de la democracia en un país que supo estar a la sombra de los militares. La economía también se transformó. A fines de 1990, la inflación superaba 90%; ahora permanece en cifras de un dígito. En 2002, 86% de la recaudación fiscal se destinaba a pagar intereses, en comparación con el 16% actual.
Pero el alcance del poder de Erdogan es controversial y este año estallaron protestas masivas contra su gobierno. Se enfrentó a la mayor compañía de Turquía, Koc Holding; líderes empresariales advierten en privado que el ambiente de tensión corre peligro de ahuyentar la inversión extranjera directa.
El crecimiento se desaceleró. El índice de ahorro cayó más que en ningún otro país del G-20, la dependencia del capital extranjero ha dejado a Turquía atada a la cartera de fondos para financiar más del 80% de su déficit de cuenta corriente que, ubicado en torno al 6% del PBI, es el más grande de los grandes mercados emergentes.
No hay suficientes ciudadanos turcos con trabajo y los que tienen la suerte de tenerlo a menudo no cuentan con la debida calificación. Sólo 28% de las mujeres forman parte de la fuerza laboral. A pesar de las mejoras en educación, un tercio de los quinceañeros son analfabetos funcionales.
Ante estos problemas, muchos se preguntan si es posible que un país en el que un hombre ejerce tanto poder llevará a cabo los cambios que permitirían un éxito continuo.
India: La burocracia todavía aqueja a los inversores
En mayo, cuando la Reserva Federal de EE.UU. advirtió sobre un cercano fin a su programa de expansión monetaria, la rupia india fue la más afectada de las grandes monedas de los mercados emergentes. Un problema fundamental es que, si bien el país liberalizó en gran medida el régimen comercial y los mercados financieros, no abordó los factores cruciales de la producción. Los inversores extranjeros y nacionales se quejan de necesitar muchos años para adquirir terrenos caros para destinar a fábricas y proyectos. Y están tan horrorizados de las engorrosas leyes laborales y la caída de la producción que por lo general tratan de emplear el menor número de personas posible y mecanizar todo lo que se pueda. El resultado es un sector industrial débil, importaciones industriales importantes que contribuyen al déficit de cuenta corriente y alto desempleo.
El otro gran problema tiene que ver con la implementación. Desde su regreso al cargo en 2012, Palaniappan Chidambaram, ministro de finanzas, sedujo a los inversores de la India mediante el anuncio de una serie de reformas liberales. Estas incluyen la apertura de más sectores a mayores inversiones extranjeras, la eliminación de trabas burocráticas a proyectos de infraestructura, la privatización parcial de empresas estatales y recortes de los subsidios al diésel.
Sin embargo, los avances en el terreno han sido muy lentos, en gran parte debido a que el partido de izquierda que encabeza la coalición en el Congreso es ambivalente respecto de este tipo de reformas. Quiere conquistar a los votantes en las elecciones del próximo año aumentando (en lugar de recortar) los subsidios y distanciándose de las grandes empresas.
Indonesia: Pocos avances en las reformas
Hasta hace poco, Indonesia fue uno de los favoritos de los inversores en mercados emergentes. Tras recuperarse de la crisis que siguió a la caída de la dictadura en 1998, gozó de una década de apogeo que lo convirtió en uno de los mercados más atractivos del mundo.
Pero ese auge se terminó el año pasado, dado que la caída de precios de los commodities de Indonesia dejó a la vista un creciente déficit de cuenta corriente. El crecimiento, el consumo y la inversión se están frenando.
Al igual que otros mercados emergentes, Indonesia redujo su deuda externa, depuró su sector bancario y acentuó su regulación financiera. También avanzó en la lucha contra la pobreza, la creación de un organismo independiente para hacer frente a la corrupción y resolvió la mayoría de los conflictos étnicos.
Los ingresos medios aumentaron considerablemente en los buenos tiempos, aunque a la par lo hizo la desigualdad. El retroceso de la marea de optimismo puso de manifiesto que apenas hubo avances en las reformas estructurales.
EL CRONISTA