Jugar con la imaginación

Jugar con la imaginación

Por Soledad Aguado
Aunque Fede ya es Federico, tiene 20 y pico y es profesional, Teresa, su mamá, recuerda con felicidad las jornadas de juego libre, sin computadora hasta los 10 años, con objetos simples y mucho contacto natural, forma de crianza que eligió y volvería a elegir para su hijo. “Cuando estaba por nacer, armé una barra de ejercicios que atravesé de lado a lado de la cuna. Coloqué en una cinta gross círculos de madera, un espejito con marco, cascabeles y animales de paño. Cuando comenzó a gatear, armaba orquestas con cacerolas y recipientes plásticos en la cocina y así comenzó a ser su nueva sala de juegos: mientras yo cocinaba, le daba las frutas y las verduras para que conociera formas, texturas y colores. Hacíamos formas con masa y horneábamos galletitas”, apunta.
Por las noches, los cuentos inventados sobre exploradores de la naturaleza eran un bálsamo, siempre después de saludar al cielo, buscar las Tres Marías, la Cruz del Sur y la luna. “Todo se transformaba en juguetes o juegos provistos por la madre naturaleza”, narra Teresa. Así, las macetas ofrecían el espectáculo del crecimiento, perfumes y colores de las plantas aún en el balcón, y los paseos por las sierras cordobesas o los jardines botánicos eran un placer para el niño. “La naturaleza y el juego libre ofrecen un festival de formas, de historias que inspiran relatos, conversaciones y preguntas”, explica.
Una iniciativa actual para acercar a los chicos a la naturaleza es la que lleva adelante un grupo de mamás en un barrio del Gran Buenos Aires. Lograron armar una pandilla de vecinitos, que van de los 2 a los 9 años, que practican largas tardes de juego libre. Aquí, aprovechando la cercanía del verde se inventan las reglas en consenso, los adultos colaboran y arman listas, por ejemplo, para convertirse en exploradores e ir tachando objetivos: encontrar un bicho bolita, una vaquita de San Antonio, una hoja con forma de corazón o una piedra triangular. “Los incentivamos a que salgan de la casa y conozcan el mundo con ojos curiosos que son los de la infancia. Además, fomentamos el compañerismo entre ellos aunque tengan distintas edades y esto ayuda a que los hermanitos pequeños logren más independencia”, cuentan las mamás del grupo, Lorena y Rosa. Con los hallazgos, juegan luego a cocinar o hacer pequeñas obras de arte.

Juego instintivo
Según el licenciado Santiago Gómez, director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva, los beneficios del juego libre permiten que el niño tenga un crecimiento saludable, aprenda mediante ensayo y error, estimule su imaginación, pueda crear sus propios juegos y fortalezca la personalidad y autoestima. “De acuerdo a la edad de cada niño, la misión de alejarlos de las pantallas y acercarlos al juego libre, puede implementarse mediante la lectura de cuentos infantiles, jugar en espacios exteriores (a la escondida, la mancha), dibujar y pintar libremente, hacer deporte y actividades fuera de la ciudad o el hogar (picnic, pesca, generar el vínculo con la naturaleza) -puntualiza Gómez-. Estos espacios fueron desapareciendo por los cambios sociales y la sobrevaloración de la tecnología como bien de consumo, acompañado también de la falta de tiempo de los adultos. Para ‘volver a las fuentes’, los padres tendrían que estimular el deporte como un juego recreativo, las actividades al aire libre y, sin duda, el tiempo compartido con sus hijos”, agrega.
Los días de descanso -fines de semana, feriados y vacaciones- son ideales para comenzar, ya que los chicos están liberados de sus obligaciones escolares. “Resultan un buen momento para desarrollar y estimular la creatividad mediante los juegos sin reglas. Estos pueden ayudar al niño a pensar en diferentes soluciones y alternativas frente a los obstáculos que se le presentan en la vida cotidiana: tanto en la escuela como en sus grupos de amigos y otras áreas en las que participa”, dice el especialista.
Los niños juegan de manera natural desde su nacimiento, asegura la doctora Ana Rozenbaum. “Por eso, conviene estar alertas para no cercenar aquello que viene dado por la naturaleza, ya que muchas veces la cultura contemporánea tiende a obturar el juego espontáneo del ser humano”, comenta.
A veces son los padres quienes introducen prematuramente la pantalla del televisor u otras pantallas durante tiempos en exceso prolongados. “Si bien la tecnología puede estar al servicio de favorecer el conocimiento, la curiosidad y la comunicación, conviene ser prudentes en cuanto a las horas que los chicos le dedican -apunta Rozenbaum-. Tampoco debemos ser apocalípticos respecto de las novedades que introdujo la tecnología y suponer que todo tiempo pasado fue mejor. Cada época aporta lo suyo”.

Ficciones
Sin duda se produjeron modificaciones a través del tiempo en los modos de juego y esparcimiento infantiles, pero sigue siendo fundamental que el niño comparta con pares sus intereses y desarrolle su curiosidad e imaginación.
En una época inundada de estímulos visuales y sensoriales, donde se multiplican tentadoras pantallas por doquier para todas las edades, la doctora Clara Schejtman, trae un ejemplo interesante sobre los beneficios que el juego libre aporta en los niños de todas las generaciones. “Jugar al caballo con un palo es un acto creativo único de apropiación del mundo a los esquemas propios del niño. Nos preguntamos si el niño que cabalga un palo de escoba ve allí un caballo. ¿Lo representa? ¿Traslada rasgos del palo de madera a las características de un caballo? O el palo, en realidad, sustituye al caballo en la necesidad lúdica del niño. El niño produce una ficción propia singular, manipula el palo y pone el cuerpo y allí está el germen de la creatividad”, explica.
Mientras tanto, en niños mayores, “el juego ficcional aísla situaciones vividas o fantaseadas y reensambladas según la necesidad deseante del niño. En este ‘como si’ domina situaciones angustiosas, elabora nuevas asociaciones, toma y sustituye roles, suspendiendo la asimetría respecto del adulto”, afirma Schejtman. A jugar imaginando se ha dicho. Los beneficios están claros.
CLARIN